Cada que pasan unas Fiestas del Pitic o el FAOT, en medios y redes sociales se vive un debate sobre la pertinencia de la cartelera en cuestión. Se habla de la esencia del festival, del uso del dinero público para la contratación de espectáculos comerciales y si esa estrategia realmente trae beneficios para el sector cultural, las y los artistas locales, así como en la formación de públicos. En gran medida estos debates se realizan sin conocer el esfuerzo de las personas que trabajan en la organización de los festivales, así como de las circunstancias que los hacen tomar esas decisiones en la curaduría del festival y donde intervienen muchos factores e intereses.
La evolución de estos eventos se debe al incremento del interés que despiertan no solamente en el público, sino también a diferentes sectores, desde artistas locales, gestores culturales, como también a empresarios y políticos que ven una oportunidad tanto de invertir, como de posicionar su imagen. El crecimiento de estos festivales hace que cada edición sea más compleja y que cada administración se ponga como reto mejorar lo realizado por sus antecesores de acuerdo con sus propios criterios, algunas veces estos son tener una foto de dron con más gente reunida en una plaza, y otras parece que es la de generar más escándalos. En medio de este vértigo de intereses están los artistas locales que ven en estos espacios una oportunidad de dar a conocer su trabajo, pero sobre todo de comunicarse con el público.
Es claro que en Sonora los festivales culturales han evolucionado desde su aparición. Tanto el FAOT, como las Fiestas del Pitic, han pasado por periodos donde sus responsables han entendido mejor su vocación y han tomado decisiones basándose en planes con objetivos, metas e indicadores, así como momentos de decadencia. En la organización de los dos eventos se han enfrentado a retos globales como la reactivación por la pandemia del Covid-19, así como recortes presupuestales por la austeridad republicana. Pero aún con todo lo anterior, tanto el FAOT, como Fiestas del Pitic, ya son parte importante del calendario sonorense y su realización es algo esperado año con año. No se pueden dejar de realizar.
Reflexionar sobre los retos que tienen su realización, fuera de los debates estériles que a veces se tienen en redes sociales, es algo que se debe tomar con seriedad. Porque la realidad es que estos eventos no son gastos superfluos, como a veces se quiere hacer ver cuando se hacen coraje por las calles que cierran. Por el contrario, son detonantes para empresas culturales del municipio y el estado y dejan derrame económica para el sector turístico y de servicios, pero sobre todo generan espacios de convivencia. Teniendo esto en cuenta, así como la vocación de formación de públicos, los festivales culturales deben replantearse por el crecimiento que estos tienen y por todos lo actores e intereses que cada vez se involucran más para su realización.
Un ejercicio de esta reflexión es el que se va sostener en ‘Culturalmente Incorrecto’, el nuevo espacio del cual soy titular en el Nuevo Sonora, y que es un programa en línea de análisis de los fenómenos culturales de nuestra comunidad. En este primer programa se abordará el tema de los festivales culturales por parte del Dr. Fernando Tapia, exdirector del ISC en el sexenio de Bours y actual académico universitario, Mario Welfo Álvarez Beltrán, exencargado del ISC en el sexenio de Claudia Pavlovich y la actual titular del IMCA, Marianna González Gastelum.