Quizá la película que mejor represente lo que significaría el contacto con una civilización extraterrestre -desde el punto de vista científico y religioso- sea Contacto (1997), basada en la novela homónima del astrónomo y divulgador de la ciencia Carl Sagan, fallecido en 1996.
En la primera parte de la cinta, el estadounidense Robert Zemeckis, su director, plantea el hecho de que las señales de radio producidas por el hombre que viajan a la velocidad de la luz (como las ondas de radio emitidas por las radiodifusoras y televisoras comerciales), podrían alcanzar, conforme se van alejando de la Tierra, alguna estrella que se encontrase a varios años luz.
De hecho, el astro más cercano al sistema solar, llamado Próxima Centauri, está a tan solo 4.2 años luz. Ello significa que, dado que la invención de la radio tiene un poco más de 100 años, las señales que han salido de la Tierra hace 100 años llevan este mismo tiempo viajando por el espacio y seguramente han podido alcanzar ya no solamente Próxima Centauri, sino también otras estrellas como Vega (que se encuentra a 25 años luz), la cual, hasta donde se sabe, no posee ningún planeta.
No obstante, Próxima Centauri pertenece a un sistema formado por tres estrellas (Alfa Centauri) el cual ostenta un exoplaneta llamado Próxima B; por lo tanto, a pesar de tener un único planeta, la posibilidad de que en este sistema estelar exista alguna civilización alienígena es prácticamente nula.
Además, dicha hipotética civilización que residiera en alguno de los planetas de Alfa Centauri, tendría que ser lo suficientemente avanzada para ser capaz de escuchar nuestras señales de radio y devolver un mensaje a la Tierra para decirnos que nos están escuchando y que han hecho contacto. Esto parece completamente inverosímil también.
Sin embargo, algunos científicos no ven tan remota la posibilidad de comunicarnos y hacer contacto con una civilización alienígena antes de que termine esta década ya que, desde finales de los años 70, dos sondas -la Voyager 1 y Voyager 2- han conseguido llegar a una región en los confines del sistema solar donde ha sido posible que la Voyager 1 capte el sonido del gas interestelar.
Este gas -que provine del espacio exterior – se encuentra más allá de la Heliopausa, una región que funciona como una especie de barrera y que une al viento formado por partículas proveniente del Sol con el viento estelar que procede de otras estrellas.
Si las Voyager 1 y 2 han logrado llegar tan lejos -al “borde” mismo del sistema solar y más allá- en esta larga odisea que les ha tomado casi 50 años-, ¿sería plausible que las ondas de radio que emiten y que son captadas en la Tierra también pudiesen ser “escuchadas” en otros planetas y sistemas estelares?
Todo apunta a que sí, ya que, recientemente, un grupo de investigadores se dio a la tarea de rastrear las rutas de las poderosas transmisiones de radio que emiten las sondas Voyager, así como las de otras naves que se encuentran lejos de la Tierra.
Y pudieron determinar qué estrellas y qué exoplanetas (planetas fuera del sistema solar) con posibilidad de vida extraterrestre estaban en el trayecto de estas ondas de radio.
De hecho, el equipo de investigación, encabezado por el ingeniero de la Universidad de California, Reilly Derick, también creó una lista de estrellas (se desconoce si estas estrellas de la lista poseen planetas) que posiblemente se encuentren con las señales de radio provenientes de la Tierra en el próximo siglo y descubrieron que las civilizaciones extraterrestres (si es que existen), podrían enviar un mensaje de respuesta en el año 2029.
A pesar de que este estudio se publicó en una revista internacional de bastante prestigio como es las Publicaciones de la Sociedad Astronómica del Pacífico, cuando se aborda un tema de esta naturaleza en el que se especula mucho como el de la búsqueda de vida extraterrestre, siempre hay que ser un poco cautos y escépticos a la hora de tomar este trabajo como verdad absoluta.
Sobre todo, porque, como menciona en una entrevista Kaitlin Rasmussen, astrobióloga de la Universidad de Washington y quien no participó en el estudio de Derick, “éste es un ejercicio interesante, pero es poco probable que produzca resultados”. Y los resultados, evidentemente, serían extraterrestres haciendo contacto con la Tierra dentro de un cierto periodo de tiempo, en este caso en 2029.
Ahora bien: el problema con las señales de radio enviadas desde la Tierra es que, a medida que viajan por el espacio, se vuelven más débiles y difíciles de detectar y, por lo tanto, es poco probable, aunque no imposible, que las civilizaciones de otros planetas, si es que llegaran a existir, se percaten de las “fugas” de las señales producidas por las televisoras y otros dispositivos más pequeños tales como las ondas radiofónicas que producen los teléfonos celulares.
Sin embargo, y como ya lo he dicho, no solamente desde la Tierra se producen ondas de radio producto de la tecnología humana. También las sondas y naves espaciales que se encuentran en muchos sitios del sistema solar – y que han sido enviadas con éxito a lo largo de varias décadas- tienen la capacidad de emitir ondas de radio en diferentes frecuencias e intensidad. Quizá alguna una de estas naves sea la clave para contactar con otras civilizaciones, pero nadie lo sabe con certeza.
De lo que sí se tiene más certidumbre -al menos se pisa en un terreno más firme- es en la posibilidad de buscar vida más allá de la Tierra en planetas que hasta ahora no eran considerados como candidatos para albergar alguna forma de vida, ya sea vida inteligente o no.
Se trata de planetas muy distintos a la Tierra. Estos mundos se encuentran orbitando estrellas enanas M o enanas rojas (estos astros son más pequeños y mucho menos luminosas y calientes que el Sol) y, según menciona Ana Lobo de la Universidad de California en una entrevista para el periódico El País, los “debemos estudiar para aumentar nuestras posibilidades de identificar planetas habitables”.
Lobo también afirma que estas estrellas M “son las más comunes y suponen el 70% de todas las de la galaxia”, por lo tanto, podrían ser excelentes candidatas para realizar estudios más minuciosos de ellas con la finalidad de ver qué tan probable es que sus planetas puedan albergar vida.
Lo destacable también es que la búsqueda de vida en otros planetas ha pasado de ser una pseudociencia sin una metodología precisa plagada de charlatanería, a una ciencia formal. Tanto así que ha surgido una rama de la fusión de la biología y la astronomía llamada Astrobiología, la cual se dedica a estudiar, precisamente, la búsqueda de vida en el universo desde una perspectiva más seria.
De hecho, cada vez son más los programas de Astrobiología que reciben fondos tanto de Universidades públicas como privadas e, inclusive, de los gobiernos.
Un ejemplo de cómo la Astrobiología se ha convertido en una ciencia hecha y derecha, han sido los programas de búsqueda de vida extraterrestre (también llamados SETI, por sus siglas en inglés) impulsados desde los años setenta por la NASA.
Uno de los más representativos fue SETI@Home en los años 90, en el que participaron millones de personas de todo el mundo -muchas veces sin ningún tipo de bagaje científico- desde la comodidad de su hogar y con solamente una conexión a internet.
Mediante internet, los usuarios tenían que descargar un programa informático que les permitía analizar la información -ondas de radio convertidas en bits de información- que provenía de los radiotelescopios más importantes del momento como el Telescopio de Arecibo en Puerto Rico, el cual, por cierto, ya fue desmantelado.
Desafortunadamente nunca se detectó alguna señal de radio de origen extraterrestre. Al menos ningún usuario de SETI@Home (yo incluido) fuimos capaces de dar con ella.
Por lo pronto, el Instituto SETI -una organización sin fines de lucro fundada por Carl Sagan y la también astrónoma Jill Tarter en 1984- dijo esta semana a través de un comunicado que un conjunto de radiotelescopios con 27 antenas, ubicados en Socorro, Nuevo México, y que curiosamente aparecieron en varias de las escenas de la película Contacto, serán utilizados por primera vez para la búsqueda de señales de radio de origen alienígena.
La decisión del Instituto SETI sin lugar a duda augura una mayor capacidad para buscar vida inteligente más allá de la Tierra y es probable que el escudriñamiento del cielo a través de estos nuevos ojos ayude a responder a la gran interrogante de si estamos solos o no en el universo.
Una pregunta que, por cierto, se han hecho obsesivamente los seres humanos a lo largo de todos los tiempos, quizá desde que tenemos conciencia.
Una interrogante tan válida y profunda como ¿qué es y de qué está hecho el universo?, ¿cuál es la naturaleza del tiempo y de la materia?, ¿por qué tenemos conciencia?, etc.