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viernes, mayo 3, 2024

Grupo originario “guarijío”, plan de justicia ¿utopía?

Héctor Rodríguez Espinoza
Doctor en Derecho, catedrático desde 1969 del Departamento de Derecho de la Universidad de Sonora. Editorialista y autor de 25 libros de Jurisprudencia y Cultura, Ed. Porrúa y Editorial Académica Española. Expresidente del Consejo de Certificación Barra Sonorense de Abogados. Profesionista distinguido 2013 y 2016.

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Primera de tres partes

I.- ¡VAYA! 37 años después del primer contacto físico de un presidente de la república con los indígenas guarijíos, José López Portillo, para la restitución de sus tierras ancestrales, se anuncia la visita y diálogo con ellos del presidente Andrés Manuel López Obrador, en la comunidad mestiza de San Bernardo.

De su oscuridad e invisibilidad de siglos, traje su existencia entre nosotros en un artículo publicado, en El Imparcial, el 29 de diciembre de 1980. Lo comparto:

II.- “DOTACIÓN DE TIERRAS. Una negra mancha, de vergüenza y culpabilidad colectiva, tanto para el Gobierno como para la sociedad sonorense, ha empezado a ser lavada.

En acto de estricta justicia social -increíblemente retardada durante dos siglos-, el Gobierno del Estado, con el apoyo del Gobierno Federal, acaba de dotar al grupo indígena Guarijío de una superficie de 20,000-00-00 hectáreas de agostadero, para beneficiar a 129 capacitados, en los municipios de Álamos y El Quiriego (Boletín Oficial del Estado No. 48, lunes 15 de diciembre de 1980). Simultáneamente se les dotó de 320 cabezas de ganado, para construir una unidad ganadera colectiva, bajo la forma cooperativa.

III.- ANTECEDENTES. El grupo originario Guarijío, desde tiempo inmemorial, se encuentra disperso formando un cinturón que atraviesa la Sierra Madre Occidental, y en Sonora son aproximadamente 136 familias, más de 1,200 personas. Habita una extensa área que va del norte del municipio de Álamos, hasta el sur del de Quiriego. (En Chihuahua habitan aproximadamente 1,500, en los municipios de Moris, Uruáchi y Chínipas). Sus vecinos indígenas son: al este, los tarahumaras; al norte los pimas bajos; y al sur, los mayos.

Su origen no se ha podido precisar, aún cuando según resultados de investigaciones arqueológicas del Centro Regional del I.N.A.H. existen, a lo largo del río Mayo, comprobados vestigios de poblaciones indígenas anteriores a la Conquista.

Descritos por los misioneros jesuitas como una “tribu guerrera” que habitaba en la parte alta de Chínipas hacia 1632, una confiable hipótesis actual afirma que, habiendo huido a Chihuahua, en 1796 regresaron y se instalaron a lo largo del río Mayo, en un habitat que les permitió reproducir sus anteriores condiciones de vida.

En 1935 fueron prácticamente descubiertos e identificados como comunidad culturalmente diferenciada (estudio de Howard Scott Gentry).

En 1975, tuvo que haber la acción de un grupo guerrillero de Chihuahua que se refugió en sus chozas y cuyas acciones implicaron un secuestro y dos homicidios, para que el Gobierno Federal iniciara la atención a sus necesidades.

Aún con asentamientos dispersos, sus principales puntos de concentración son “Los Conejos”, “Bavícora” y “Mochibampo”. La población mestiza más cercana es Burapaco. La cabecera municipal más próxima es Álamos, a 123 kilómetros y la ciudad más importante es Navojoa, a sólo 179 kms. Sin embargo, es tal su incomunicación, que de San Bernardo, sede del Centro Coordinador del Instituto Nacional Indigenista, a las más importantes comunidades, se hacen entre 3 y 12 horas, a lomo de bestia, por brechas que son mortales y en época de lluvias, son prácticamente intransitables.

Su dialecto es el varohío, entre mayo y tarahumara, y aun cuando guardan pocas tradiciones, conservan el baile del pascola. Su música, ejecutada con violín y arpa, es de una calidad admirable (un informe etnográfico, realizado en 1975, relata que “parecía música clásica europea”).

Su alimentación consistía en el consumo limitado del maíz, frutas naturales, hierbas de temporadas, café y un plato de frijoles silvestres hervidos, cuando había. Su economía se basaba en la prestación de su fuerza de trabajo en los ranchos de mestizos, bajo la forma feudal de “medieros” o “peonaje”. En 1940 se les pagaba 15 centavos diarios y en 1978 hasta $5.00. Sin embargo, su ingreso medio anual per cápita era de $50.00, a través de tiendas de raya.

En 1976 todavía no conocían la moneda y puede decirse que no existían jurídicamente, al no estar anotados en el Registro Civil sus principales hechos y actos jurídicos (nacimiento, matrimonio, filiación, muerte, etc.). En suma, el grupo presentaba un cuadro típico de marginación rural; carecía de los mínimos de bienestar social, alimentación, medicina preventiva y asistencial, comunicación, agua potable, educación, vivienda, empleo y, lo más grave, de un territorio en el cual desarrollar una economía campesina, aún de mera subsistencia.

La situación anterior ha sido denunciada en otras ocasiones. El investigador sonorense doctor Gastón Cano Ávila, durante el Tercer Simposio de Historia de Sonora, concluyó su Ponencia en esos términos:

“… Estos son, pues, los guarijíos de Sonora, que no mencionan Almada en su Diccionario; ni la UNAM en su Etnografía Mexicana; que Orcanza dio por desaparecidos hace más de 300 años; pero que suman más personas que los seris, pápagos (de Sonora: HRE) y pimas juntos, y que aún cantan, tocan, bailan y sufren hambre en la sierra de Álamos”.

El periodista Gerardo Godoy, en el No. 1 de la revista Agro Horizontes, al relatar su triste situación en un artículo titulado “Los Guarijíos: 300 años de olvido y 5 de explotación”‘, escribió:

“En 1978, siendo gobernador del Estado Alejandro Carrillo, visitó a los guarijíos por segunda ocasión. Algunos miembros de la tribu vestidos con sus trajes típicos y vistosos colores interpretaron su música considerada de la más pura, alegre y agradable de todas las del país: se bailó la danza del venado y, un guarijío tomó el micrófono y se dirigió a Carrillo con un español apenas entendible:

‘Señor gobernador, el guarijío tiene hambre, pero no roba…queremos trabajar, pero no tenemos tierras: ya no queremos sufrir señor…todos tenemos un dolor aquí, nuestro Estado Sonora’.

Con unas cuantas palabras, el guarijío reflejó la desesperación de casi 2000 miembros de la tribu que se encuentran dispersos por la sierra, considerados la mano de obra más barata y el ser más indefenso que se puede encontrar en todo sur del Estado”.

Todavía en El Imparcial (29 de junio de 1980), leímos:

“Epidemia de Sarampión diezma a los guarijíos. Han muerto 30, pero las autoridades sanitarias aseguran que son menos”. Ciertamente sólo fallecieron nueve niños y cuatro adultos, algunos de éstos por causas naturales. Sea lo que fuere, parecía absurda una epidemia mortal de sarampión, en plenos albores del siglo XXI. Realmente la epidemia fue debido a la peor enfermedad que existe, la que no se cura con médicos, medicinas ni hospitales: el hambre.

Lo anterior hizo escribir a Elena Poniatowska (Suplemento “Sábado” No. 138, Uno más Uno, 28 de junio de 1980), en artículo “Periodismo: Literatura bajo presión”, al analizar los perniciosos efectos de la publicidad:

“Es la publicidad la que inventa el denigrante y estúpido concurso de Miss México, mientras 5000 guarijíos en Sonora mueren de hambre, sin que ni siquiera podamos localizarlos dentro de un mapa…”

IV.- ATENCIÓN DEL INSTITUTO NACIONAL INDIGENISTA. En 1977 se inició su atención por el Centro Coordinador Indigenista Mayo, cuyos objetivos inmediatos fueron su anotación en el Registro Civil, la celebración de un matrimonio colectivo, acopio de la documentación requerida para instaurar la acción agraria correspondiente, instalación de la Dirección Regional de Educación Indígena y construcción de Albergues Escolares. A fines de ese año se fundó, en San Bernardo, Álamos, el Centro de Población Ejidal, se denominaría “Pueblo Guarijío”. Sin embargo, a la vuelta de casi un año, su tramitación no acusaba ningún avance importante, para la urgencia del caso.

En 1979, febrero, se promovió un Juicio de Amparo ante el Juzgado de Distrito competente, por violación al derecho de petición consagrado en el Artículo 8o. Constitucional. Como consecuencia, la Delegación en el Estado de la S.R.A., comisionó al jefe de la Promotoría de Álamos para ejecutar las investigaciones correspondientes e intervenir en la elección del Comité Particular Ejecutivo Agrario, en mayo de ese año. (En mayo, el Sr. Andrés Enríquez Rosas, a instancias del Instituto, transmitió al grupo guarijío los derechos sobre 150,000,000 hectáreas, localizadas en el predio denominado “Mesa Colorada”, en donde se constituyó una Sociedad de Producción Rural, con apoyo crediticio del BANRURAL, para la siembra de maíz y ajonjolí. En dicho predio está funcionando uno de los dos albergues construidos por el CAPFCE, en donde se alojan 75 niños, que reciben educación primaria en escuela anexa).

En junio, el Comité Particular Ejecutivo Agrario del citado Nuevo Centro de Población Ejidal Guarijío, pidió a la S.R.A. la ejecución de los trabajos técnicos informativos correspondientes, señalando los predios presuntamente afectables, así como sus poseedores. En septiembre siguiente, el encargado del Registro Público de Propiedad y Comercio del Distrito Judicial de Álamos, comunicó a la Promotoría Regional de la S.R.A. la relación de inscripciones anotadas de los predios señalados como presuntamente afectables.

En octubre, el Delegado de la S.R.A. remitió el expediente al representante de la Dirección de Nuevos Centros de Población Ejidal, de la Sala Regional del Noroeste del Cuerpo Consultivo Agrario. Dicho representante, en noviembre solicitó a su vez al delegado un estudio pormenorizado sobre los predios solicitados, a fin de “estar en posibilidades de proceder a la instauración del expediente”, y el delegado lo ordenó al jefe de la Promotoría General de Álamos.

No obstante la aceleración de los trámites, el expediente llevaba todos los visos de perderse en los lentos y complicados vericuetos burocráticos, característicos del rezago agrario nacional que tan metafóricamente describe Octavio Paz en su El ogro filantrópico.

V.- DOTACIÓN DE LAS TIERRAS. El 14 de enero de 1980, el delegado del Instituto Nacional Indigenista, Lic. Mariano Carreño Carlón, convocó a una reunión en Burapaco, asistimos en nuestro carácter de Subdelegado, atendiéndola representantes de la Reforma Agraria, del Gobierno del Estado, de los Ayuntamientos de Álamos y Quiriego, de la Pequeña Propiedad de Álamos y del grupo guarijío. Su objetivo fue explicar a los posesionarios de los predios afectables y al grupo indígena, la situación que guardaba el expediente agrario, la urgencia social de satisfacer las necesidades denunciadas y el compromiso del Gobierno de acelerar el trámite del expediente. Los posesionarios ofrecieron donar el 10% de sus superficies, a cambio de la regularización jurídica del resto. Pero dicha donación implicaba, a lo sumo, unas 2,500-00-00 hectáreas.

El 15 de febrero se llevó a cabo otra reunión en Álamos, con los mismos representantes y de parte de la Oficina Coordinadora Estatal del Instituto se propuso a los posesionarios la compra de sus derechos sobre la superficie que interesaba para satisfacer las necesidades agrarias del grupo. A finales del mismo mes, ocho poseedores propusieron en venta 13,769-00-00 hectáreas las que, aunadas a 2,500-00-00 hectáreas por concepto de la donación del 10, sumaban 16,269-00-00 hectáreas.

Con todos los antecedentes, en mayo de 1980, la Oficina Coordinadora Estatal planteó al director del Instituto, Lic. Ignacio Ovalle Fernández, la alternativa más idónea y viable para obtener la entrega de tierras, la compra a los “propietarios y poseedores” de los derechos sobre una superficie que llegaba ya a 18,213-00-00 hectáreas; se solicitó la aportación económica del Gobierno Federal, $18’000,000.00.

Finalmente, los guarijíos ya poseen, trabajan, producen y han empezado a obtener las primeras utilidades de estas tierras centenariamente anheladas y restituidas. La dotación se dio en un momento histórico especial: En un sexenio en que el Presidente de la República José López Portillo tiene la siguiente concepción de los pueblos indígenas del país:

“Dignos y orgullosos de lo que son, y tan injustamente tratados. Cantera de nuestra nacionalidad, pero relegados de las grandes determinaciones que pudieran beneficiarlos. Maravillosa posibilidad de enriquecimiento espiritual y, a la vez, manifestación vergonzosa de la idea del progreso que los lastimó. A ellos les reitero que el Gobierno deplora la ignominia de las subyugaciones sociales que padecen. Lo mejor de la nación les reconoce una deuda que tendrá que saldar, si realmente queremos justificar nuestra unión popular y ser cada vez más mexicanos… Hoy como ayer, resulta incongruente, desde nuestro modelo de justicia, considerar al indio como esencia orgullosa del país y, al mismo tiempo, la mala conciencia de la sociedad” (Comunicación Presidencial al I.N.I., con motivo del XXX Aniversario de su Fundación, noviembre de 1978).

Nuestro país acaba de ser sede del VIII Congreso Indigenista Interamericano, y aportó experiencias de un indigenismo que a la vez que preserve la tradición y cultura, les incorpore, auto participativamente, a la sociedad nacional.

Finalmente, en días pasados, se celebró en Rotterdam, Holanda, el Cuarto Tribunal Internacional Bertrand Russell, cuyo temario lo constituyeron las denuncias a la violación de los Derechos Humanos a grupos indígenas de América, que concluyó condenando a Estados Unidos, Canadá y Brasil.

Con la dotación de las tierras se resuelve la mitad de su problema: ciertamente se destruye la situación de injusticia que ha quedado someramente descrita. La otra mitad será, quizá, la más importante: ya no en destruir, sino en construir. Construir las bases de su gradual incorporación a la sociedad sonorense, mediante su participación en una incipiente economía agropecuaria, el disfrute de un empleo digno y socialmente útil y de los mínimos de bienestar social: educación, salud, alimentación y vivienda.

No era concebible, en Sonora, un enclave semi feudal, que no por desconocido -debido a la escasa difusión que les merecen estos problemas a nuestros mercantilistas órganos de información-, dejaba de ser más que un taladrante remordimiento de conciencia.

(Publicado en El Imparcial, el 29 de diciembre de 1980. Tomado de mi libro BÚSQUEDAS ITINERANTES. ANTOLOGÍA DE TEXTOS DE LA REALIDAD CULTURAL. REGIONAL Y NACIONAL. Prólogo del Dr. Raúl Cardiel Reyes, edición de autor, 1996).

Héctor Rodríguez Espinoza

(Continúa)

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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