Hermosillo, Sonora.- “La vida tiene muchos altos y bajos”, expresó Mateo Valenzuela Figueroa, quien cumplió 100 años el 21 de septiembre y para festejar estuvo acompañado de tres de sus hijas, en Hermosillo.
Mateo se crió en un asentamiento al norte de Témori, Chihuahua y señaló que la vida no tiene ningún misterio y el único objetivo es disfrutarla.
“Cuide chivas, marranos, becerros, vacas grandes, lecheras; donde me tocaba era puro campo. A los 24 años me casé, pero pues, me fue mal con el matrimonio, a los 10 meses falleció la muchacha de parto, y pues ni el año”, platicó mientras recordaba que habló en su cumpleaños con su hijo mayor, Tomás, quien está en Magdalena.
Mateo compartió a Proyecto Puente que desde niño fue obligado a trabajar, ya que al quedar huérfano, siempre quiso hacerse cargo de sí mismo y de su hermana.
“Se me murió mi mamá estando yo muy chiquito, apenas la recuerdo, quedamos dos hermanitos, yo y una ‘chamaquita’ que se llama Tomasa, que también ya murió, el asunto es que yo no fui hijo legítimo, fui adoptado, pero total, trabajé mucho para no sufrir, porque se sufre más negando lo que le pasa a uno mismo, además sirviéndole a la gente lo ven mejor a uno”, recordó.
Mateo llegó a Sonora cuando tenía 37 años, interesado en descubrir más allá de lo que ya conocía y con la convicción de realizar todos sus sueños sin arrepentirse de nada.
“Toda la juventud tiene la intención, todo el tiempo, de conocer otras partes, y pues como huérfano, me preguntaba siempre: ‘cómo será tal lugar’, vas y conoces, si no te gustó, pues te regresas a tu rancho con tus padres si los tienes”, señaló.
Sonora, tierra de oportunidades
Valenzuela Figueroa partió de Villa Ahumada, Chihuahua, en la década de los 50, para llegar al puerto de Guaymas y, una vez ahí, se trasladó a Cumpas, visitó Nacozari, trabajó en Ures, en la Costa de Hermosillo y aquí fue donde se quedó, donde construyó con sus propias manos su casa.
“No me gustó Guaymas para vivir, entonces me vine para acá y estaba muy jodido cuando llegué aquí a un hotelito que le decían ‘Hotel Hermosillo’ y nomás un día estuve ahí porque nada más tenía 15 pesos en la bolsa, pero pues luego, luego a buscar chamba”, recordó.
Las reflexiones de Don Mateo: para él, el amor es una sensación de confianza por otro, no sólo es el sentimiento hacia la pareja, sino también con las amistades.
Dijo que el trabajo siempre fue algo muy importante, ya que eso le permitió salir adelante y fue capaz de poner un techo sobre sus 8 hijos y tener un modo de vida donde no les faltara nada.
Mateo nunca consideró la posibilidad de vivir tanto tiempo, no sabe si hay alguna razón en especial para su longevidad ni prever hasta a qué edad va a llegar
“Cuando yo me fui de aquí para Nacozari, nos fuimos en 1975; tuve tres accidentes en carro aquí en Hermosillo, y pues se enfada uno, dije yo: ‘Esta ciudad ya no me quiere’.
Y un día estaba en la costa trabajando en un campo cuando llegó una gitana, me vio las manos y pues hay veces que sí dicen la verdad, porque ella me dijo: ‘Tú vas a vivir mucho y vas a lidiar gente, mucha gente’. Yo no le creí, pero cuando me regresé de Nacozari con mi hijo, dije: ‘Lo más que voy a durar son unos 10 años, porque pensé yo en hacerle una casa a mi familia”, mencionó.