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miércoles, abril 24, 2024

Maestros y saltamontes

Sara Thomson
Licenciatura en Periodismo. Maestría en Administración Pública. Doctorante de Administración Pública en el ISAP.

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Columna ¿Qué sigue?

Por el año de 1650, en reconocimiento a una vida dedicada a la causa de la educación, especialmente a la de los niños menos afortunados, el papa Pío nombra al sacerdote y pedagogo francés Juan Bautista La Salle patrón de los maestros un día 15 de mayo. Por esta historia es que, en nuestro país a iniciativa de un grupo de diputados de aquella época y que naturalmente eran maestros, el entonces presidente Venustiano Carranza firma el decreto que da lugar al primer Día del Maestro en el año de 1917.

Si investigamos un poco la vida de este singular sacerdote nacido un 30 de abril de 1650, encontramos una gran escuela formadora que enfrentó tremenda oposición de las entonces poderosas autoridades eclesiásticas, que no deseaban la creación de una nueva forma de vida aun dentro de su propia fe o creencia. Después de ese conocimiento, posiblemente hemos limitado la celebración a simplemente un día de descanso de niños y maestros y, pues las clásicas manifestaciones políticas en las calles sobre todo en la Ciudad de México incitadas por los líderes de las organizaciones sindicales que materialmente siempre tienen que ver con empleo, salario y prestaciones.

Con la novedad que, si buscamos el significado básico de la palabra “maestro” a estas alturas del acontecer, encontramos que ya tiene demasiadas definiciones y todas son consideradas oficiales. Aunque la mayoría entendemos que se trata de la figura en la vida de un ser humano que aporta el conocimiento para el desarrollo de destrezas y habilidades, provenientes de una acreditación previa de conocimiento y experiencia que le dan su grado de maestro.

Por allá en año de 1975, llegó a México una producción de la cadena ABC titulada Kung Fu; una serie sumamente formativa que permaneció “en el aire” hasta principios de los 80s; y claro que gracias a que no había tantas opciones, desde niños de primaria hasta adultos inmersos en la amenidad de la trama, recibieron una información valiosa en una versión perfecta de relación entre maestro y discípulo. Si recordamos era la aventura de un solitario monje chino shaolín, llamado Caine interpretado por David Carrdine, que viajaba a pie por el viejo oeste de los Estados unidos, librando una y otra batalla haciendo uso de su gran destreza de espiritualidad budista y artes marciales. Entre escena y aventura, regresaba en pensamiento a su pasado, donde la producción de la serie escenificó las enseñanzas que recibió el joven Caine en su tiempo en convivencia con su invidente maestro Po.

Y es que, aunque no siempre nos enteramos de todo en la historia, difícilmente un gran líder o gran personaje ha llegado a destacar sin la intervención especial de un maestro o mentor; qué hubiera sido del niño zapoteca de Oaxaca sin Don Antonio Salanueva, quizá Benito Juárez nunca hubiera sido ni abogado; lo mismo después de ver la serie biográfica de nuestro cantautor Juan Gabriel, poco hubiera alcanzado sin su maestro Juan Contreras, quien también le dio clases de hojalatería y elaboración de artesanías, motivando al cantante hasta  llevar su nombre artístico,  Juan Gabriel.

Es imposible creer que grandes líderes como Gandhi, Mandela, Lincoln, Luther King, Alejandro Magno o Julio Cesar, hayan alcanzado ese lugar tan privilegiado en la historia sin la fortuna de una guía mentor.

El cuestionamiento es si hay o no, una diferencia entre a quien llamamos maestro y los otros aparentemente sinónimos como profesor o docente. Distinguir esto es realmente confuso y lo podemos dejar en que profesor es quien da clases de algo y lo que lo convierte en maestro tiene que ver con una vocación formadora e integral.

La verdad con toda su letra es que la “clase magisterial” ya es sinónimo de otra fuerza política, porque para el resto de la sociedad en que vivimos, ésta permanece siempre dentro de los temas del ejercicio del poder y sus conflictos.

Por cierto, entre los tantos valores repartidos por todo el mundo por la famosa serie de Kung Fu destacan, el que toda vida es valiosa, el servir a otros, la verdadera libertad, el control del miedo, el fomento del amor, por lo que la producción de la famosa serie para siempre convirtió en discípulos de una escuela de filosofía china, a cada televidente de aquel tiempo.

Todos llevamos el recuerdo de algún profesor en nuestras vidas que se convirtió en maestro. Lo que pudiera seguir como sociedad es crear mecanismos como quizás un Premio Nacional a la Vocación, promovido por alguna organización civil, que dé inventiva a una sociedad docente de alto reconocimiento. En un país donde la educación es la tarea, sería un gran acierto. ¿No creen? De cualquier forma, felicidades a todos los maestros de nuestro país.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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