Columna ¿Qué sigue?
El día 1ro de mayo es reconocido en todo el mundo como la celebración emblemática de la lucha obrero-patronal reconocido como Día del Trabajo. En un país con una larga historia en torno de esta antigua batalla, como lo es el nuestro, las ventanas desde donde se puede observar el tema son infinitas.
En primera recordemos que la celebración proviene de la memoria a una serie de revueltas que se generaron en Estados Unidos poco después de la Revolución Industrial.
El antecedente de aquella época es que existía una ley que prohibía trabajar más de 18 horas, ósea que un patrón podía exigir a su trabajador que le invirtiera 17 horas a su jornada. Para el 1ro de mayo de 1886, los discursos de algunas voces revolucionarias de entonces, entre las de líderes obreros y periodistas, provocaron que algunos convencidos de una fábrica de Chicago, entraran en huelga demandando mejores condiciones de trabajo y principalmente la hasta ahora vigente jornada laboral de 8 horas. Curiosamente el brillante cálculo de la jornada es el resultado de dividir 24 horas que tiene el día en 3 partes; 8 horas para trabajar, 8 horas para actividades personales y 8 horas para dormir.
De los hechos resultaron heridos y varios muertos, provocando la condena a prisión de algunos activistas y hasta la horca para otros, entre ellos varios periodistas que la historia los identifica como los mártires de Chicago.
Que curioso, pero en el contenido de las líneas de comunicación de los revolucionarios de aquella gran causa proclamaban sentimientos como: Es preferible la muerte que la miseria. Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas! ¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís! ¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!
Queda claro pensando en el resto de nuestra historia, que el ser humano a realidad se enfrenta una y otra vez a la sensación de sentirse un esclavo.
Aunque no lo creamos o veamos, hoy en día hay más personas en situación de esclavitud que en cualquier otro período de la historia. Existen millones de mujeres, hombres y niños viven en condiciones de esclavitud, derivado por ejemplo de la trata de seres humanos, la servidumbre y el trabajo doméstico forzoso y hasta como ocurre en nuestro país, el salario mínimo. La mayoría de las personas víctimas de la “esclavitud de estos días” trabajan en actividades productivas como la agricultura, la pesca, la construcción, la manufactura, la minería, los servicios y el trabajo doméstico.
Si nos referimos al salario mínimo en México, para el Banco Mundial la canasta básica para considerar a un hogar pobre en México es de $4,322.70 al mes y la cifra de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) es de $9,172.30, en tanto que para el CONEVAL es de $11,290.80.
Si el salario mínimo 2022 pasa de los $141.70 a $172.87 pesos diarios y el total es de $5,255 pesos al mes por trabajador, entonces está más que claro el salario mínimo es materialmente una especie de fábrica de pobres condenados a la esclavitud de sus limitaciones.
Si comenzamos por en entender que libertad es la facultad y derecho de las personas para elegir de manera responsable su propia forma de actuar dentro de una sociedad, y en contraste vivir sujeto a lo que te alcance con un salario mínimo, donde tus necesidades básicas no te permiten la libertad de decidir sobre tu futuro, la casa que deseas habitar, la educación que deseas alcanzar, el lugar donde deseas viajar, entonces nuestro “contexto salarial” es también otra esclavitud moderna.
Aunque nuestro país lleva décadas siendo parte de esta celebración del Día del Trabajo, la más de las personas consideran este día como un esperado día de asueto que con un poco de suerte provocará un “puente laboral” y tendremos unas cortas vacaciones.
Sin embargo, la otra ventana donde podemos analizar el tema del “día del trabajo” es en torno eso mismo; se trata de la capacidad que tiene una sociedad de proveerse de los empleos que ocupan sus habitantes no sólo para sobrevivir, porque se trata específicamente de vivir bien. Aunque crecimos con el entendido de que “el trabajo dignifica al hombre”, la verdad es que un ser humano no se sentirá digno mientras su vida no muestre signos de prosperidad.
Los últimos años, los mexicanos hemos experimentado la práctica de una política muy peligrosa, en la que se reparte dinero como incentivo a la supervivencia en un país que implícitamente se declara incompetente para proveer empleos que permitan crecimiento. Según observaciones de tema, gran parte de ese ingreso está siendo detectado aumentando el consumo de tabaco, alcohol y otras sustancias prohibidas. Que irónicamente también nos lleva a caer a otro tipo de esclavitud, la provocada por los vicios.
Desde el principio de los tiempos, la esclavitud nace por la necesidad de crear riqueza. Para eso alguien debe de trabajar por lo menos el doble del valor de lo que consume. Afortunadamente para la humanidad, la tecnología surge como herramienta del hombre, para sustituir gran parte del esfuerzo físico. Pero antes e igual que hoy, la esclavitud es un problema que implica la convivencia de diferentes “clases de seres humanos” entorno a una actividad productiva.
Lo que seguiría es observar el fenómeno de cerca. Ante la responsabilidad de crear un espacio de convivencia laboral, es indispensable que esa diferencia, sea étnica, generacional, de género o de clase económica, nos lleva a crear modelos que promuevan empresas que hagan grandes apuestas al capital humano y se alejen lo mas posible de caer en tintes de esclavitud en cualquiera de sus formas.
Por Sara Thomson