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jueves, abril 18, 2024

Del orden y civilización de Porfirio Díaz y Rafael Izábal a López Obrador y Alfonso Durazo

Héctor Rodríguez Espinoza
Doctor en Derecho, catedrático desde 1969 del Departamento de Derecho de la Universidad de Sonora. Editorialista y autor de 25 libros de Jurisprudencia y Cultura, Ed. Porrúa y Editorial Académica Española. Expresidente del Consejo de Certificación Barra Sonorense de Abogados. Profesionista distinguido 2013 y 2016.

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¿Por fin el rescate del pueblo originario Comca´ac?

Brevísimo Ensayo

Al presidente López Obrador y al gobernador Alfonso Durazo, por sus tardíos pero justos frutos, pronto los conoceremos.

I.- Año de 1904. La cruel expedición del gobernador Izábal a la isla del Tiburón. La proverbial vulnerabilidad de nuestras etnias no debe re editar su persecución, desde el primer encuentro aquel 4 de octubre de 1629 en el Río Yaqui, hasta las guerras de exterminio y apropiación sus tierras, subsuelo y aguas.

Páginas vergonzantes de ese desigual combate se contienen en desconocido y clásico volumen de Federico García y Alva (ed. de Ing. Manuel de J. Sortillón Valenzuela, “México y sus progresos.” “Álbum-directorio del Estado de Sonora, Hermosillo, Imprenta Oficial, Antonio B. Monteverde, 1905-1907. Informe del Gobernador Rafael Izábal al Vice presidente Ramón Corral, enero de 1905”). 439 pp. Comparto su deprimente texto (por tratarse de un gobierno estatal), sólo anteponiendo pertinentes subtítulos:

II.- La tribu Seri. “… Decíamos que el Seri es perezoso y seguramente que no hay ser humano que se le pueda igualar en ese horrible vicio. No desempeña más faena que la absolutamente indispensable para comer y ésta se reduce a pescar cahuama con unos arpones perfectamente mal hechos, a robar ganado de la Costa, a cazar buro y borregos cimarrón que también hay en la Isla, y nada más.  Y si posible le fuera al Seri ni esto hacer, seguramente no lo haría. Y es de llamar poderosamente la atención esta pereza extraordinaria porque el Seri, no obstante de no ser de gruesa complexión, es esbelto y asombrosamente fuerte y ligero. Con gran rapidez atraviesa distancias increíbles y hay que hacer notar que, en la Tribu, contados son los individuos que usan huaraches pues casi todos andan descalzos.  Respecto a los artefactos, además de las “coritas”, lo único que vale la pena, y haciéndoles justicia verdaderamente la vale, son sus piraguas hechas de carrizo y unidas con fibra, pero de una manera perfecta. Son como dos conos unidos por su base.  En estas ligeras embarcaciones que impulsan con gruesos troncos a guisa de remos, navegan grandes distancias y generalmente en ellas hacen la pesca de la caguama. Hay que mencionar unas ollas bien hechas en que cargan el agua y unos molcajetes en que muelen el chile las poquísimas veces que llegan a tenerlo.

En cuestión de creencias religiosas están tan burdos como en lo demás. No tienen ni siquiera el risible fetiche del negro; unos palos groseramente labrados y pintarrajeados y pretendiendo sin lograrlo darles alguna figura bien determinada, como caballo, espada, hombre, mujer, etc., son sus divinidades. Estos palos, que ni ídolos pueden llamarse, entran en funciones, o en artículo de muerte de algún Seri, o en momentos angustiosos para la Tribu. En el primer caso, el más anciano clava uno o varios de esos palos cerca del moribundo, da vueltas a su alrededor, alza las manos, los pies, gesticula y después generalmente se muere el enfermo.

En el segundo, los palos son clavados en todos los puntos de la Isla, especialmente en las veredas y, según nos refirieron las prisioneras, se trazan esos dioses en el suelo. Ya se recordará que uno de los grupos de expedicionarios encontró burdamente trazados un hombre y un caballo.  Esto, según las prisioneras, quería decir a la Tribu que había gente extraña en la Isla y que era de a pie y de a caballo. Habiendo el Capitán Flores encontrado en su expedición una especie de marrazo de madera clavado en la tierra y encima un palo queriéndose aproximar a figura humana y llena de multitud de figurillas, le preguntamos a las prisioneras lo que quería decir aquello, y contestaron que “comunicarle a la Tribu que la gente era armada y mucha”. Aprovechando la dosis de confianza que ya les habíamos inspirado a las prisioneras Seris, les preguntamos acerca de sus bailes, de sus instrumentos, de su música, y casi mostraron extrañeza, diciéndonos que no usaban instrumentos y que bailes solo tenían uno, que ejecutaban lo mismo en sus entierros que en sus festines. Con pocas dificultades logramos que ejecutaran el tal baile; jamás hemos visto cosa más monótona. Una Seri se puso la mano izquierda en jarras, la derecha sobre el carrillo del mismo lado y comenzó un bailoteo igual, insípido, prolongado, en tanto que otra canturreaba un son constantemente invariable, sin vida, sin tonalidad, sin nada, y que terminaba siempre con una especie de calderón, que más que de garganta viviente parecía surgido de una tumba. Monótona y triste es la tal música Seri. Para terminar con los usos y costumbres de esta Tribu, diremos que los Seris, mujeres y hombres, son asquerosamente borrachos.

Dejamos al Sr. Gobernador en los momentos en que, al frente de su fuerza del campamento, iba rumbo a la playa.  Ahí se embarcaron en el “Bernardo Reyes” que navegó con dirección donde los Pápagos habían tenido el encuentro con indios. Cerca de ahí fondearon por estar encima la noche y en la madrugada del 29 el Sr. Gobernador ordenó que desembarcaran los Pápagos, con orden de dirigirse por tierra para el punto conocido como el Tecomate, para el que también enfiló el buque llegando a las diez de la mañana. Ahí desembarcó la expedición y una hora después llegaron los Pápagos. En ese lugar de la playa había precisamente una ranchería Seri y en ella huellas frescas, por lo que ordenó el Sr. Gobernador que se provisionara a los Pápagos y que las siguieran. Se terminaban los preparativos para esta marcha cuando a lejana distancia y enarbolando un trapo que hacía veces de bandera blanca, aparecieron dos emisarias de los Seris trayendo el salvo–conducto expedido por el Sr. Gobernador.

¡HORROR! Aquellas mujeres, con una alegría imposible de contener, gritaban dirigiéndose al Sr. Gobernador. “Ahora sí, Capitán, cumplimos, quedamos libres, ¿verdad?, mira, mira…”  y subía una cuanto alto podía un palo del que pendían unos sombreros de petate. Ordenó el Sr. Gobernador al Sr. comandante Barrón que descubriera lo que aquellos sombreros ocultaban y … ¡horror!… era un manojo de manos humanas que descubriría lo que aquellos sombreros ocultaban y … ¡horror!… un manojo aun chorreando sangre.  ¿Qué había pasado? ¿Qué sangriento epílogo de que espantosa tragedia representaban aquellas aún calientes manos? ¡ah!… lo que había pasado era horrible. Aquella siniestra Manuela, cuando juntó y alzó las manos quiso decir que si los Yaquis se resistían a ir, los matarían los Seris y les cortarían las manos para entregarlas como garantía de que habían cumplido su compromiso.

Reflexiones. Aquí se imponen algunas reflexiones; indudablemente que para la causa de la civilización y del progreso, cada Yaqui alzado que desaparece es un amago menos, pero en el caso concreto del asesinato de los Yaquis cometido por los Seris, más que en otra cosa hay que fijarse en el corrompidísimo nivel moral de éstos. Habían hecho causa común con los Yaquis, de ellos habían recibido armas y municiones, se habían confundido en un criminal abrazo de bandidaje, pero al fin abrazo, y cuando el rayo de luz del instinto de conservación cruzó por las tinieblas de su rudo cerebro, y por él comprendieron que se podían salvar matando a sus aliados, no vacilaron y consumaron el atentado. Los planes del Sr. Gobernador y la causa de la civilización avanzaron mucho con aquel inesperado hecho sangriento, pero el Seri agregó, a los sombríos perfiles que lo sustituyen, el de la más negra perfidia. Las manos cortadas fueron ocho, cuatro de hombres, tres de mujeres y una de niño. Pasada la natural impresión producida por esta escena, el Sr. Gobernador ordenó a la emisaria que había traído el macabro trofeo, que se regresara a decir a la Manuela que se presentara con todos los parientes según lo hablado.

La noche se echaba ya encima, se reembarcó la expedición y a otro día, último del año, el “Bernardo Reyes” hizo proa para donde se encontraba el “Demócrata” a donde llegó después de haber desembarcado un destacamento que fue a comunicar las órdenes del Sr. Gobernador para que se levantaran los campamentos y se dirigieron las tropas a la playa para embarcarse. Gran parte de la tarde se empleó en reembarcar a las fuerzas y ya envuelto el mar en las negruras de la noche hicimos proa para Guaymas, a donde llegamos el día primero del año a las once de la mañana, llevando, como grata impresión, las exquisitas atenciones que el Sr. comandante Pereira y su oficialidad nos prodigaron tanto al Sr. Gobernador como a sus acompañantes.”

Nota. Aparece este fragmento en un libro que fue prohibido en México: “…el gobernador Rafael Izábal (¿en 1902?) hizo una incursión en la isla Tiburón, donde se habían refugiado algunos yaquis pacíficos, y sin más trámites ordenó a los indios seris que le trajeran la mano derecha de cada uno de los yaquis que allí hubiera, con la alternativa para los seris de ser a su vez exterminados. El doctor Boidó tomó una fotografía y en ella se podía ver al gobernador riéndose a la vista de un racimo de manos que le presentaban colgando del extremo de un palo. Esta fotografía llegó a publicarse en el periódico El Imparcial de la Ciudad de México, haciendo escarnio de las hazañas del gobernador Izábal.”

III.- La primera vez que tuve contacto con los Comca´ac Seris fue en la semana santa de 1963, después de regresar de un campamento de servicio social en el verano de ese año, como estudiante de 3° año de Leyes y voluntario en la comunidad rural de Tlaxco, Tlaxcala, de la American Friend Social Committee (AFSC), Los Amigos, organismo cuáquero con sede en Filadelfia USA, Premio Nobel de la Paz 1954.

De regreso en la CDMX, la junta de evaluación de los campamentos para mejorar los siguientes. Con voluntarios norteamericanos seguí en comunicación los años siguientes, intercambiándonos fotos y postales desde nuestras Universidades, con la emotiva seguridad de que el destino, con el mismo capricho que nos reunió durante seis inolvidables semanas, jamás nos volvería a juntar. Los sonorenses establecimos el compromiso de crear, en Hermosillo, la Asociación Sonorense de los Amigos, A.C., filial de la A.F.S.C., en el rancho La paloma, de Norman Kreekler, tocándome ser presidente fundador.

La Semana Santa de 1963 hicimos un campamento en Punta Chueca. En ella habían trabajado Norman Kreekler y el profesor y novelista Leo Sandoval, éste como maestro rural y fundador de la primera escuela primaria de la SEP en ese olvidado pueblo originario. Íbamos Cesar S´t Clair (+), Norberto Cruz Valdez, Lucía Sandoval, Mario Moreno Zazueta (+), Mariano Galaz (+), entre otros. El proyecto consistió en pintar la Escuela -donde nos alojamos- y enseñar juegos y deportes, como el voli vol, a niños y jóvenes. Llevé mi trompeta y como andaba de moda canción de corte religioso y pegajosa, la cantábamos las largas noches, se convirtió en himno de la jornada social, melodía evocadora de tan formativa e inolvidable experiencia: Dominique nique nique, pobremente por ahí, va él cantando amor, y lo alegre de su canto solamente habla de Dios, de la palabra de Dios. …

IV.- La segunda ocasión que tuve la oportunidad de estar en contacto con ellos, fue en el período 1992-1996 cuando fingí como Sub director, en el Estado, del Instituto Nacional Indigenista de la Comisión para las zonas marginadas INI-COPLAMAR. Siendo nuestros pueblos originarios los históricamente vulnerados por el desigual y combinado crecimiento y desarrollo local, se les incluyó en programas para atemperar sus ínfimos mínimos de bienestar social a Pápagos, Seris, Yaquis y Mayos. No olvido cuando pedimos urgentemente a la Dirección de obras públicas del ayuntamiento que presidía Alicia Arellano la solución del agua potable, contestó que “¡era de jurisdicción federal!”. De esta ambiciosa política pública federal derivó la devolución parcial de las tierras despojadas a los sobrevivientes Guarijíos de Álamos y El Quiriego.

V.- La tercera oportunidad fue en mi gestión como Coordinador General de cultura del gobierno del Estado 1982-1985, privilegié brigadas artísticas multidisciplinarias para recreación de sus culturas milenarias.  

VI.- La siguiente fue en mi responsabilidad como secretario técnico fundador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos CEDH, 1992-1996, mucho acercamiento con esos pueblos para proteger sus rezagadas libertades fundamentales civiles, políticas, económicas, sociales y culturales.            

VII.- Han pasado 117 años de la brutal persecución porfirista e Izabalista contra Yaquis y Seris. A la mitad de su camino presidencial, el presidente López Obrador, a semejanza del Plan de justicia para la tribu yaqui, anuncia uno similar para la nación Comca´ac:

Se comprometió a impulsar acciones de salud, pavimentación y desarrollo social como parte del Plan de Justicia para los Pueblos Originarios y que ya avanza en la solución definitiva al desabasto de agua. Propuso a las Autoridades Tradicionales que en lugar de permitir la caza del Borrego Cimarrón, rescatado de encontrarse en vías de extinción, se prohíba su cacería y el Estado retribuya sus ganancias, además de safaris fotográficos para atraer turistas y generar desarrollo sustentable y  que ese dinero lo usan en su beneficio, invertir para cabañas para turistas a gozar de la belleza sin destruir. indicó el presidente.

Es la segunda ocasión que López Obrador visita el pueblo ubicado a 130 kilómetros de Hermosillo; lo acompañó el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, para solucionar el desabasto de agua con pozos porque existe resistencia a utilizar el agua de una desalinizadora clausurada por falta de mantenimiento, recientemente rehabilitada como solución temporal. Pensar en construir un acuífero de agua dulce.

El presidente regresará el próximo 14 de mayo a verificar de nuevo los avances de compromisos y mientras el Plan Integral lo coordinarán el Gobernador Alfonso Durazo y Adelfo Regino director del Instituto nacional de los Pueblos Indígenas.

VIII.- Al presidente López Obrador y al gobernador Alfonso Durazo, por sus tardíos pero justos frutos, pronto los conoceremos.

Por Héctor Rodríguez Espinoza

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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