Rodolfo Campódonico. El pasado 7 de enero se cumplieron 96 años de la muerte de Don Rodolfo Campodónico. Hace un año le dediqué mi colaboración semanal (Rodolfo Campodónico: Música, revolución y exilio https://www.primeraplanadigital.com.mx/blog/2020/07/03/rodolfo-campodonico-musica-revolucion-y-exilio/)
La efeméride, como tantas otras, pasó inadvertida para los organismos educativos y culturales, ya no digo para las desmemoriadas autoridades políticas, en afán ciertamente de acreditar su triunfo electoral, demostrar su alto contraste con regímenes anteriores y, a su vez, combatir la corrupción y los efectos, por su velocidad sin precedentes, de la morbilidad y mortalidad de la terca pandemia, con que la globalización y el sistema económico que la enmarca modifican la vida de los 7,700 millones de habitantes del planeta. Difícilmente alguien va a quedar al margen del tumulto de cambios que nadie realmente está en capacidad de dirigir o controlar.
Mi lector Nadir Michel Zeinún, hijo de mi inolvidable maestro Enrique E. Michel, me escribe: “Pocos reconocimientos ha recibido después de tanto tiempo y tantas administraciones. Una plaquita y la calle en la colonia Centenario. Gracias querido amigo Héctor Rodríguez Espinoza por recordar tan célebre fecha.”
Déjenme remembrar un dato efímero pero importante. En los años 1982-1983, como Coordinador General de Cultura (antecedente del ISC), a mis instancias, caminábamos en el DF el gobernador Samuel Ocaña García, su secretario particular Cayetano García Puebla y yo rumbo al Palacio de Bellas Artes, para entrevistar a su director Javier Barrios Valero. Me urgía destrabar, diplomáticamente al más alto nivel, las proverbiales políticas culturales federales y centralistas, para que fluyeran los apoyos y giras de grupos artísticos famosos. Sabroso café de por medio, finalmente lo conseguimos y consta en los medios y hemerotecas de la época.
En la lluvia de ideas y de indicaciones de banqueta muy propias del Dr. Ocaña (así germinó mi libro testimonial La cultura en Sonora, 1985, agotado, ¿reeditable?), platicó de la aspiración, necesidad histórica y cultural de edificar -a la manera de la Rotonda de los hombres ilustres (modificada por presión feminista, por decreto presidencial del 2003, a “personas ilustres”) y la de Jalisco- una rotonda de los sonorenses ilustres.
Me consta que, tratándose de su intención de traer a su solar patrio los restos de Rodolfo Campodónico, Don Samuel comisionó a su oficial mayor, José de Jesús “Pachi” Rochín Durazo, quien habló con sus familiares, pero su gestión fue infructuosa, por la negativa de estos. Habría qué insistir.
Rotonda. Volviendo a la rotonda, desde entonces he masticado, pero nunca digerido, el tema. Era, es y seguirá siendo materia de un debate amplio, profundo, necesariamente democrático y quizá no ocioso, pero sí interminable.
¿Qué significa personaje Ilustre? En Wikipedia: “Se conoce a la persona que, después de haberse dedicado durante años a una o varias áreas, ya sean artísticas, de investigación, religiosa, militar, etc., destacaron de entre los profesionales de su tiempo colaborando en el desarrollo y crecimiento del país o la región, llegando a tener reconocimiento local o mundial y siendo un referente para las generaciones futuras.”
¿En y de qué ramas del milenario pensamiento y talento humano, inspirado en o aterrizado en Sonora, emergieron estas personas dignas de tal honor y distinción eterna y sus nombres inscritos en bronce o en mármol? ¿Paridad de género necesaria? ¿En las Armas?, ¿En las religiones? ¿En la Educación? ¿En la política partidista? ¿En la política legislativa, administrativa y judicial? ¿En las Ciencias Naturales y Sociales?, ¿En las Bellas Artes?, ¿En los Medios masivos de comunicación?, …
¿Quién lanzaría -¿el Congreso local o el gobernador, con qué calidad moral y legitimidad popular y en qué términos?- la convocatoria para, primero, conformar un jurado calificador libre de toda sospecha y mácula, en un mundo provinciano de un subdesarrollo integral del noroeste tan desigual y combinado?
Luego, al postularse o ser propuesta las personas de acuerdo a las bases convocadas y abierta la auscultación popular para apoyo u objeciones, ¿no faltarían los profesionales de la ponzoña y quienes arrojen sus complejos y vilezas, en un medio socio cultural de tantos claroscuros en el que, quienes no estaríamos en el infierno de Dante Alighieri, lo haríamos en el purgatorio imaginado por el poeta florentino?
Experiencias. Existen las buenas experiencias de los Consejos de la crónica o de los cronistas municipales, que han demostrado que sí es posible un consenso promedio, por encima de improperios a la medida de su mediocridad y envidia.
Tenemos las Comisiones municipales de nomenclatura que, históricamente, han decidido los nombres de las fechas históricas, de los monumentos y de los personajes, para imponer a las plazas, bulevares, avenidas y calles.
Mi amigo e historiador Lic. Juan Antonio Ruibal Corella publicó, en mayo del 2011, un excelente ensayo sobre Los personajes de la ciudad (basado en las avenidas y calles), en cuya presentación invitó y honró, para presentarlo, a la historiadora María del Carmen Tonella, al ex cronista Rómulo Félix Gastélum, al Cronista Ignacio Lagarda y a este memorioso.
El Lic. Enrique Chávez, distinguido vecino del centro histórico, nos aportó hace poco otro interesante ensayo sobre la nomenclatura de ese espacio tan importante, pero a su vez tan descuidado por décadas.
En los panteones municipales hay manifestaciones, ciertamente privadas, de mausoleos, capillas o tumbas cuyos restos mortales han inspirado una expresión artesanal o hasta artística dignas de su reconocimiento póstumo y visitadas en sus aniversarios.
En la pared sur, planta baja, de la rectoría de la Universidad de Sonora, descansan los restos de un fundador -yerno del filósofo oaxaqueño José Vasconcelos-, Lic. Herminio Ahumada, político (Soyopa, Son., 7 octubre 1899–D.F., 1 julio de 1983). Y en algunos departamentos existen placas de bronce de docentes distinguidos, según criterios muy propios de autoridades de la época.
Inquietudes legítimas. En “La disputa por las calles” (El imparcial, 9 enero 2021), el historiador Joaquín Robles Linares analiza y -al final- desliza fina crítica de los vaivenes de la política pública municipal: “Hay una avenida que da una idea cercana de la lucha por la memoria en la capital, empieza Manuel Clouthier, sigue como Agustín de Vildósola, se convierte en general Antonio Rosales, cambia a Abelardo L. Rodríguez, aparece como Eusebio Francisco Kino y termina en Enrique Mazón. …” Le faltó que continúa al oriente como Gilberto Gutiérrez Quiroz. Y remata: “En el pasado el cambio iba de acuerdo a una gesta o momento histórico, sin omitir a los lisonjeros de siempre, pero es evidente que el Gobierno actual quiere imponer una nueva narrativa urbana sin detenerse a meditar que el espacio público no es de su propiedad y ganar elecciones en un país democrático no es comparable a una revolución. Esta práctica que se impone desde el poder, no responde a los deseos de los ciudadanos, sino al tamaño de sus limitaciones y resabios. Primero los resultados y luego los símbolos.”
El ideólogo priísta, Bulmaro Pacheco, en “¿Con el nombre que pongas, serás medido?” (Kiosco Mayor, 9 enero 2021), expone una completa revisión de la nomenclatura política estatal, sus particulares consideraciones y una propuesta concreta.
Pero si se trata de personas ilustres para figurar en una rotonda, son ya palabras mayores.
Rotonda de las personas ilustres. Es un espacio creado en 1872, a iniciativa del presidente de la República Sebastián Lerdo de Tejada, en el Panteón Civil de Dolores, alcaldía Miguel Hidalgo, Ciudad de México. Se localizan los restos mortuorios de personas que hayan realizado importantes contribuciones a lo largo de la historia para el engrandecimiento de México. En particular, los héroes nacionales y aquellos que han destacado en sus acciones al servicio de la Nación en cualquier ámbito, militar, científico, cívico o cultural. La primera persona sepultada ahí fue el teniente coronel Pedro Letechipía, el 21 de marzo de 1876, en ceremonia presidida por el Presidente de México, Sebastián Lerdo de Tejada. Por decreto presidencial del 4 de marzo de 2003, la Administración Pública Federal debe continuar asumiendo los gastos de inhumación y homenaje en la Rotonda, con cargo al presupuesto de la Secretaría de Gobernación, que preside su Consejo Consultivo, integrado por el secretario de Gobernación y por los de la Defensa Nacional, de Marina, de Educación Pública y el de Cultura, todos podrán designar un suplente.
¿Quiénes son estas 117 (ciento diez y siete) personas ilustres cuyos restos ahí reposan, las 2 (dos) con un cenotafio o las 6 (seis) que reposaban y que se encuentran en otra rotonda, en monumentos o extraviadas? …
¿Quién es el único sonorense cuyos restos ahí reposan? Diódoro Corella, Militar de Arizpe. “Casi podría asegurar que -por lo que recuerdo de mis ancestros en casa- que sería mi tío bisabuelo”, me dice J.A. Ruibal Corella. (Datos hasta el 5 de enero 2022, a las 15:08 hrs.)
Yacen, entre otros, 17 (diecisiete) militares, 7 (siete) presidentes de la república. 9 (nueve) músicos, 6 (seis) gobernadores, 4 (cuatro) educadores, 4 (cuatro) médicos, 1 (un) abogado y 1 (un) filósofo.
¿Fructificará algún día como Iniciativa el contar, en nuestra aridoamericana entidad federativa, una rotonda de las personas sonorenses ilustres?
https://es.wikipedia.org/wiki/Rotonda_de_las_Personas_Ilustres_(M%C3%A9xico
Héctor Rodríguez Espinoza