Las medidas gubernamentales han empeorado las cosas. El 10 de junio, el Banco Central de Cuba anunció que, a partir del 21 de junio, los cubanos no podrían depositar dólares en sus cuentas bancarias por un periodo indeterminado. Emilio Morales, director de Havana Consulting Group en Miami, cree que ésta fue una forma de asustar a las personas para que depositaran más antes de la fecha límite.
Ricardo Cabrisas, el viceprimer ministro, hace poco estuvo en París para negociar otra extensión de los préstamos de casi 3,500 millones de dólares que se les deben a gobiernos extranjeros, la isla ha estado en mora desde 2019.
Las empresas que producen alimentos en Cuba ganan sólo pesos, que tienen poco valor internacional, pero deben comprar casi todos sus insumos en el exterior en una moneda extranjera. El gobierno requiere que los agricultores vendan su cosecha al Estado a precios poco competitivos e impone normas draconianas sobre el manejo de la ganadería.
Los cubanos no son ajenos a las épocas difíciles. Eliécer Jiménez Almeida, un cineasta cubano que vive en Miami, era un niño durante el “periodo especial” de penurias tras la caída de la Unión Soviética y recuerda cómo su abuela vendió sus alhajas de oro a cambio de jabón, para que él y sus hermanos pudieran bañarse. Para él y para muchos cubanos, la pregunta no es cuántas más de las mismas humillaciones puede soportar su gente, sino por cuánto tiempo más.
El descontento era un poco menos probable cuando Fidel Castro estaba en el poder. Castro tenía un carisma y una mística que ni su hermano y sucesor, Raúl, ni el actual presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, pueden replicar. Además, la diáspora cubana es más grande y adinerada y el internet les ha mostrado a los cubanos que muchas de sus dificultades económicas son creadas por sus líderes y no por Estados Unidos.
Desde febrero, en un intento desesperado de recaudar una divisa fuerte, el gobierno ha requerido que los extranjeros paguen en dólares su estadía obligatoria de siete días en un hotel estatal de cuarentena. Para obtener más ingresos de su diáspora, el Estado también opera sitios de comercio electrónico a través de los cuales los cubanos en el extranjero pueden pagar en dólares o euros por alimentos y regalos que son entregados a personas en la isla.
Las medidas gubernamentales han empeorado las cosas. El 10 de junio, el Banco Central de Cuba anunció que, a partir del 21 de junio, los cubanos no podrían depositar dólares en sus cuentas bancarias por un periodo indeterminado. Emilio Morales, director de Havana Consulting Group en Miami, cree que ésta fue una forma de asustar a las personas para que depositaran más antes de la fecha límite.
Ricardo Cabrisas, el viceprimer ministro, hace poco estuvo en París para negociar otra extensión de los préstamos de casi 3,500 millones de dólares que se les deben a gobiernos extranjeros, la isla ha estado en mora desde 2019.
Las empresas que producen alimentos en Cuba ganan sólo pesos, que tienen poco valor internacional, pero deben comprar casi todos sus insumos en el exterior en una moneda extranjera. El gobierno requiere que los agricultores vendan su cosecha al Estado a precios poco competitivos e impone normas draconianas sobre el manejo de la ganadería.
Los cubanos no son ajenos a las épocas difíciles. Eliécer Jiménez Almeida, un cineasta cubano que vive en Miami, era un niño durante el “periodo especial” de penurias tras la caída de la Unión Soviética y recuerda cómo su abuela vendió sus alhajas de oro a cambio de jabón, para que él y sus hermanos pudieran bañarse. Para él y para muchos cubanos, la pregunta no es cuántas más de las mismas humillaciones puede soportar su gente, sino por cuánto tiempo más.
El descontento era un poco menos probable cuando Fidel Castro estaba en el poder. Castro tenía un carisma y una mística que ni su hermano y sucesor, Raúl, ni el actual presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, pueden replicar. Además, la diáspora cubana es más grande y adinerada y el internet les ha mostrado a los cubanos que muchas de sus dificultades económicas son creadas por sus líderes y no por Estados Unidos.
Fuente: Excelsior