Columna Desde la Polis
Confieso encontrarme entre la mayoría de mexicanos que piensa que la voluntad popular fue traicionada con un fraude electoral en el año 2006. En aquel momento, los aparatos fácticos y formales alrededor del sistema de poder en México se orientaron para que la opción política que retaba la conveniencia de ese statu quo, fuera neutralizada. Para que se afianzara la derrota del candidato tabasqueño, se alinearon -inequívocamente- el clero, la oligarquía creada a partir del intenso esfuerzo privatizador durante el salinismo y los medios de comunicación. Estos súper poderes ejercieron un control real sobre el Estado y por ende, los aparatos constituidos para gobernarnos, sentenciaron el destino de aquella elección a favor del Prian. Cuando el caudillo de Macuspana fue vencido en esa batalla, exclamó: “¡Al diablo con sus instituciones!” Los grandes vencedores en ese momento fueron el PRI y el PAN; hoy, superado cualquier pudor marginal que pudiera haber, ya reconocen que son lo mismo.
Desde aquella época, quienes prestaron atención de cerca, pudieron darse cuenta que el mejor aliado y el peor enemigo del actual presidente, es él mismo. Sus adversarios únicamente capitalizaban de sus excesos verbales (“cállate chachalaca”) y su exclamación sobre las instituciones fueron utilizadas -en aquel momento- en su contra. Con el paso del tiempo y el lento avance del criterio político de los mexicanos, el episodio fue posteriormente interpretado en su justa dimensión: López Obrador se refirió a “sus” instituciones porque le hablaba a sus adversarios y porque aquellas fueron subordinadas totalmente a los intereses de un grupo especial que llevaba las riendas políticas y económicas del poder. A algunos no les gusta que se repita, pero lo de la mafia en el poder no era ni es cuento.
Después del fraude de 1988, el gobierno de Salinas avanzó en la creación de aparatos que comenzaran algún tipo de regulación frente a los procesos electorales. Antes, el árbitro era el PRI y posteriormente se crearon instituciones para hacer menos risible nuestra democracia. Lo mismo sucedió después del fraude de 2006: se crearon controles, se aumentó la profesionalización y -todas las fuerzas políticas- abonaron al fortalecimiento de esos aparatos. México ha avanzado.
Habiendo contextualizado con lo anterior, me parece bastante irónico que el statu quo sonorense (en este caso una trenza económica y política) desde hace meses ha intentado minar la legitimidad del Instituto Estatal Electoral. Primero, el gobierno del Estado -por medio de la secretaría de hacienda- estuvo reteniendo los recursos económicos al árbitro electoral, básicamente para asfixiarlo de cara al proceso electoral. Esto provocó una problemática no sólo con el propio organismo sino con los candidatos, que no recibían el fondeo para echar a andar sus campañas. El ejecutivo estatal fue denunciado formalmente por esos hechos. Su intención era que el árbitro (que ha costado mucho tiempo, dinero y trabajo fortalecer) estuviera discapacitado y que tuviera que ser el Instituto Nacional Electoral el que asumiera el control de nuestra elección sonorense, como si los sonorenses no tuviéramos la capacidad ni el gobierno para ello.
Después de ese fallido intento, acontecieron dos hechos prácticamente al mismo tiempo. Primero, los voceros de la campaña del Prian salieron a medios a pedir -otra vez- que la elección no fuera supervisada por nuestras instituciones, sino por las del centro… mientras que penosamente se hicieron bolas con sus propias premisas y argumentos. Paralelamente, los hermosillenses recordarán el incendio provocado justo frente a las instalaciones del Instituto Electoral; esas obsesiones piromaniacas siempre recuerdan a las marrullerías desesperadas de nuestro pasado más oscuro.
Finalmente, esta misma semana, los senadores del PAN, allá desde la Ciudad de México, hicieron un llamado porque sea el INE y no el IEE el que lleve el control de las elecciones en Sonora. Me llama muchísimo la atención esta desesperada intención por desacreditar las instituciones que el Prian construyo durante estas tres décadas. ¿Por qué repudian ahora lo que hasta hace poco tanto presumían? Me llama mucho la atención que el candidato Gándara apele al regionalismo, a “los verdaderos sonorenses” y a nuestra fuerza por origen geográfico, pero que su campaña busque que sea el altiplano, el centro del País, el que vigile el proceso electoral. ¿Será acaso parte de esta inercia de desaciertos y profundas incongruencias, donde los prianistas acusan la llegada de “los enviados de Polanco” pero son ellos quienes han traído a Sonora, como faros de luz moral a Osorio Chong, a Javier Lozano, a Claudio X. González, a Gustavo de Hoyos, a Enrique de la Madrid, a Santiago Creel?
Como lo dije en alguna conversación pública: en política hay ciclos. Durante mucho tiempo, el prianismo y los cacicazgos a su alrededor, detentaron el poder… y fallaron. En una semana, como sucedió hace tres años, la sociedad sonorense demostrará con su voto que se requiere un ciclo nuevo. No le temamos a la voluntad de la mayoría de los votantes sonorenses ni a las instutuciones que entre todos hemos construido.
Jesús Manuel Acuña Méndez.
@AcunaMendez
El autor es Presidente Fundador de CREAMOS México A.C. y especialista en políticas públicas por la Universidad de Harvard. jesus@creamosmexico.org