“La superación de la indiferencia. El sentido de la vida en tiempos de cambio” es una obra escrita por el austriaco Alexander Batthyány, actualmente director del Instituto Viktor Frankl, publicada el año 2020 por la editorial Herder.
Descubrí este libro gracias al podcast “Filosofía de bolsillo”, donde semanalmente presentan recomendaciones de obras de actualidad. Otro título que escuché, aunque no lo he encontrado en México, es “Covidosofía: reflexiones filosóficas para el mundo pospandemia”.
Estas recomendaciones llamaron mi atención porque más que tratarse de recetas políticas, sociológicas, científicas o económicas, fundamentan su discurso en enfoques psico-socio-emocionales, señalando como punto de partida para el cambio la capacidad del individuo para reflexionar en soledad, para pensar autónomamente y para configurar su visión del mundo desde un perspectivismo existencial, si no optimista, por lo menos esperanzado.
En la red podemos encontrar que “en medio de la abundancia material de los países ricos, emerge en su población un fenómeno de reacción: cada vez más personas se sienten atrapadas en una profunda incertidumbre existencial y crisis de valores”, como argumento central del libro, pero aquí trataré de profundizar sobre el mismo porque es una lectura imprescindible en tiempos de cambio.
“La superación de la indiferencia” se conforma por 7 capítulos que llevan por nombre “El sueño que una vez tuvimos”, “Querido como ser humano de principio a fin”, “El presente está abierto”, “La libertad en el centro de la vida”, “La responsabilidad en el centro de la libertad”, “Llegar al yo a través del mundo” y “El verdadero querer”.
Gracias a los títulos de los capítulos podemos intuir de qué va la obra. En “El sueño que una vez tuvimos”, dos sentimientos profundamente humanos desatan la reflexión, estos son la esperanza y la disposición a formar parte de la vida de manera comprometida y benevolente.
El autor esgrime que la fuerza de la vida no se deriva de pensar tan solo en uno mismo, sino del hecho de permanecer accesible, interesado y comprometido, incluso aunque sepamos que nuestra tarea no concluyó exitosamente y que tan solo aportamos pequeños granos de arena. Es trágico, menciona, que a pesar de las condiciones de abundancia en las que se encuentra gran parte de la sociedad, muchas personas se encuentran aburridas, frustradas, abatidas, que “no pueden o no quieren ver lo importante y lo urgente que sería su contribución de dar sentido a la vida”.
“Querido como ser humano de principio a fin” se concentra en establecer el marco teórico bajo el que argumenta la relevancia de la responsabilidad y de proscribir la indiferencia de nuestras vidas. Manifiesta que “la existencia humana depende desde el principio de la aprobación, de la buena voluntad y del amor de los otros”, con lo que nos remite a la ética del cuidado, una corriente de la filosofía moral muy en boga en estos días y que permea de forma horizontal muchos otros temas apremiantes, como la distribución del trabajo por criterio de género.
Más adelante el autor señala que, y considero este posicionamiento uno de los más relevantes de la obra, pero también de la visión que debemos adoptar para salir de cualquier escollo o conflicto socio-humano en el que nos encontremos, “todo lo inacabado, todo aquello con lo que el ser humano se encuentra, es negociable, y es su tarea llevar su mirada de lo que es a lo que podría ser (libertad). Podemos ver aquí una llamada a lo que debería ser, o sea, la oportunidad concreta de sentido que espera a convertirse en realidad a través de nuestra intervención”.
Justo en esta parte es en la que considero que algunas visiones filosóficas antiguas como la de Spinoza o Schopenhauer coinciden y se hermanan con los valores prácticos de las filosofías de oriente y otras que algunos llamarían, erradamente, posmodernas, como Murdoch, Weil, Ricoeur y Derridá.
La importancia de la libertad de elección queda asentada en el capítulo 3, cuando apunta que “del mismo modo que el intento de derivar la experiencia y el comportamiento humanos principalmente de su pasado pone siempre la mirada en lo recibido y en los condicionamientos y no en la libertad del individuo para responder de un modo u otro a las privaciones sufridas o a la sobreprotección recibida en el pasado”.
Poco a poco el autor va armando su argumento, de tal manera que en el capítulo de “La libertad en el centro de la vida”, hace manifiesta la necesidad de vivir una vida en libertad para poder señalar que es la “vida buena”, y, desde luego, el capítulo “La responsabilidad en el centro de la libertad”, insiste en que el ejercicio de la libertad no puede ir nunca separado de la responsabilidad.
“Llegar al yo a través del mundo” y “El verdadero querer” son la conclusión de una magnífica obra. Como se puede notar, uno necesita del mundo y de los otros para poder conocerse, comprenderse y entenderse. Para autoafirmarse debemos conocer algo más que nuestro entorno y límites; es preciso delimitar qué somos a través del conocimiento del entorno ajeno y de lo otro que, al resistirse configura nuestro entorno.
Solo así podemos conocer qué es lo que verdaderamente queremos, lo que anhelamos y nuestros propósitos. “Es posible deducir estos hechos de diversas circunstancias, pero la más evidente es esa particular libertad que permite al ser humano adoptar una postura, aunque esta esté en contra de su propia condicionalidad psicológica. Porque, de hecho, el ser humano, tal y como hemos comprobado, no solo forma parte, sino puede ser el inicio de cadenas causales. Puede incluso salirse por decisión propia de estas cadenas causales y evitar, alterar e incluso detener secuencias de acontecimientos supuestamente predeterminados física y psicológicamente”.