Miss Universo es el concurso de belleza más importante del mundo. Un certamen de talla internacional que legitima los estándares de belleza de las mujeres, desde la década de los cincuenta.
La Dra. Liliana Coutiño Escamilla, en su libro publicado por El Colegio de Sonora, “Este cuerpo no es mío”, relata desde una visión sociológica de impacto en la salud pública, cómo los procesos sociales de estigma de belleza, desde épocas remotas, han orillado a las mujeres a rechazar sus cuerpos en la búsqueda de un ideal, que sigue reforzando los estándares femeninos de beldad en los discursos públicos y mercadológicos.
Hoy en día, la delgadez, la tez, la altura, la voluptuosidad de algunas zonas, se consideran atributos estandarizados de la belleza femenina, y promueven la toma de medidas no siempre seguras y sanas para alcanzar estas metas de vida, tales como la ingesta de productos maravilla para adelgazar, o el sometimiento a tratamientos o cirugías estéticas.
La autora de “Este cuerpo no es mío”, señala que la competencia y la crítica entre las mujeres por el estado de gordura, obesidad y de apariencia física, son los principales elementos que las llevan a recurrir a medios para adelgazar, exponiéndose muchas veces a consecuencias que afectan el correcto funcionamiento de su cuerpo.
Los desórdenes alimenticios tienen impactos diferenciados. Un trastorno de la alimentación se caracteriza por anomalías en los hábitos alimentarios que pueden implicar, tanto ingesta de alimentos insuficiente o excesiva, afectando la salud física y emocional de las personas.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad y el sobrepeso han alcanzado proporciones epidémicas. Las tasas de obesidad casi se han triplicado desde 1975 y han aumentado casi cinco veces en niñas, niños y adolescentes, afectando a personas de todas las edades de todos los grupos sociales en la Región de las Américas y del mundo.
Según información de la misma OMS, los desórdenes o trastornos de la conducta alimentaria (TCA) cada vez son más frecuentes, especialmente en mujeres jóvenes de 12 a 24 años, y ponen en riesgo la vida de las personas afectadas.
Socialmente, los trastornos de la alimentación tienen una relación implícita con los estereotipos de la belleza, que desde la cultura patriarcal siguen reforzándose de manera institucionalizada en los diferentes ámbitos de la vida.
Los concursos de belleza son solo el resultado de focalizar hacia un campo del mercado la venta de sueños cumplidos que un sistema de creencias replica en los proceso de socialización (en familia, en la escuela, en los medios de comunicación, el cine, la música, etc.), y que refuerzan las competencias entre mujeres, y la construcción de la imagen de la mujer como producto de consumo.
Desde las nociones filosóficas de la griega antigua, Platón buscaba definir la belleza no solo referida a objetos materiales, sino también a materias psíquicas y sociales, caracteres y sistemas políticos. De acuerdo al filósofo griego la belleza se equiparaba a la verdad y la bondad, “pues no todo lo que nos gusta es bello de verdad, a veces solo lo aparenta”. Platón asimilaba un concepto de belleza muy amplio que abarcaba a la vez valores estéticos, cognitivos y morales, la justicia, las buenas costumbres, la ciencia y la virtud.
¿En qué momento aprobamos socialmente medir la belleza a través de un jurado? ¿Por qué seguimos legitimando el premiar a una femineidad que no refleja una descripción humana incluyente y diversa?
Posiblemente la pregunta más importante que debemos poner en un agenda pública es la siguiente: ¿Cómo desarticular las definiciones de belleza que refuerzan estereotipos, que trasladan a las mujeres a un sistema de competencias estéticas, que promueven la idea de la mujer producto e impactan en problemas de salud pública?
Desde el ámbito del activismo, los avances en el reconocimiento de los derechos de las mujeres, ha comprometido a las autoridades de los diferentes niveles de poder en el mundo, a promover reformas a los marcos legales, a impulsar y ejecutar políticas públicas de equidad que eliminen las desigualdades y erradiquen las violencias por razón de género. Sin embargo, la búsqueda por reconstruir la cultura, es uno de los objetivos más reacios a ser alcanzado. Las instituciones deben transformarse de fondo.
Sin duda, la hoy tercer mujer mexicana en coronarse como la mujer más bella del mundo, de acuerdo a la insignia miss Universo, es mucho más que una figura estandarizada. La Ingeniera Andrea Meza, es una joven empresaria y activista a favor de los derechos de los animales. Una líder que hoy tiene la oportunidad de ser la porta voz, que guíe e impacte en la vida de millones de personas de manera propositiva e ir desmitificando los estereotipos que nos definen, nos separa, y nos vulneran.