Tradicionalmente las reuniones políticas en épocas electorales han significado un espacio de intercambio entre ciudadanía y liderazgos para dialogar sobre las ideas y propuestas que serán convertidas a votos en las urnas, una dinámica no escrita que forma parte de la cultura política en México.
La cultura política comprende los valores, creencias y conductas que marcan la relación entre las personas y grupos de determinada sociedad referente al proceso político. Desde los estudios de Gabriel Almond y Sidney Verba, en 1965, se señalaba que la cultura política de una nación consistía en la distribución de las pautas de orientación (percepciones) de los conceptos políticos, entre sus miembros. En esto, podemos reconocer que gran parte de los aprendizajes en la conformación de las reglas de juego político, provienen de los paradigmas que crean reglas implícitas del cómo participar.
El impacto que ha traído el covid-19 desde 2020, ha medido las respuestas que día a día han dado los diferentes gobiernos en el mundo para enfrentar esta pandemia detectada desde finales de 2019, y que ha marcado un parteaguas social, político, económico, y cultural en todo el mundo.
Ante las altas posibilidades de contagio en los procesos electorales, por la interacción humana que esto representa, la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), publicó una guía para la organización de los procesos electorales en tiempos de pandemia, para contribuir al fortalecimiento democrático en los estados parte, entre ellos, México.
Esta guía implica la aplicación de medidas restrictivas y preventivas para continuar con la realización de eventos y reuniones presenciales en las campañas electorales, que deben considerar todas las recomendaciones que reduzcan la probabilidad de transmisión del coronavirus entre los participantes y generar condiciones que garanticen la asistencia segura de simpatizantes en actividades políticas presenciales.
No podemos negar que la cultura política en México está fuertemente marcada por el clientelismo y la conformación de eventos masivos como parte del folklor o pertenencia partidista. Por ello es determinante el compromiso de las organizaciones políticas y candidaturas para el cumplimiento de las disposiciones emitidas por las autoridades de salud local y las reglas impuestas por las instituciones electorales. La respuesta contra la pandemia requiere de acciones colectivas, de la voluntad y del compromiso de líderes políticos para generar los niveles de conciencia necesarios entre sus seguidores.
El tema del presupuesto hacia los partidos políticos ha generado siempre polémica. Tan solo en 2021 el gasto anual en campañas para partidos políticos nacionales es de mil 575 millones 285 mil 638 pesos.
En contraste, la campaña nacional de vacunación contra el covid-19 en México, se ha cuantificado en alrededor de 34 mil millones de pesos, de acuerdo con cifras dadas a conocer por el Secretario de Hacienda. Tan solo los convenios que el país ha firmado para la adquisición de dosis asciende a mil 659 millones de dólares. Eso sin mencionar el presupuesto que se ha tenido que re direccionar en el campo de la salud para enfrentar la crisis.
Justo hace una semana, reflexionaba como una ciudadana común sobre el ejercicio de los gastos de campañas, cuando en la ventanilla de farmacia de un centro de salud, una señora de entre 60 y 70 años se quejaba en voz alta del desabasto de medicamento para la diabetes de su hijo y el de hipertensión que tomaba ella. “¿Qué están haciendo con el dinero?, ¿Por qué no compran medicamentos?, se lo siguen robando como siempre, decía, y nosotros los pobres los más amolados”. A lo que el empleado contestaba, “es que es tiempo de campañas, para allá se va todo”.
Un sentimiento que seguramente inunda a gran parte de la población del país, sobre todo si consideramos que el nivel de pobreza que vive México, alcanza los 52.4 millones, cifra que equivale al 41.9% de la población de acuerdo a los datos del CONEVAL.
Sin duda, la democracia requiere verse desde una visión más profunda y amplia, que solo como un mecanismo cuantitativo de la participación cívica traducida en votos. El análisis democrático ha atravesado por sin fines de debates que han buscado desde décadas atrás una relación proporcional con los niveles de bienestar.
Por lo pronto, lo que no debiera ser una utopía es la responsabilidad que deben mostrar candidatos, candidatas y partidos políticos en la protección de la salud del electorado. Las campañas políticas deben evidenciar que lo más importante es el bienestar de la población, más allá de promesas que tal vez no se verán nunca reflejadas en políticas públicas.