Columna Desde la Polis
Estamos a unos cuantos días que concluya este histórico 2020, un año que evidentemente será recordado principalmente por el caos que provocó el covid-19. Mientras escribo estas líneas, salgo de un contagio con consecuencias muy leves; también se recupera -pero de un proceso mucho más severo- mi octagenario padre. En nuestro caso particular, el contagio de mi padre (y por consecuencia, el mío también) pudo haberse evitado si hubiera imperado la prudencia, no la incredulidad y la negligencia. Afortunadamente saldremos de esta, pero los oficialmente más de cien mil mexicanos muertos (las estimaciones más serias contemplan el doble de eso) son testimonio silencioso de que el manejo de la pandemia en México refleja el drama de nuestra crisis integral. Aquí, el virus tuvo una de las tasas de letalidad más alta en el planeta; la obesidad, la diabetes y la malnutrición son sólo algunos de los males silenciosos que multiplicaron la peligrosidad en nuestros compatriotas. En otras palabras: la mesa estaba servida para la amenaza. Recuerdo a finales de marzo, cuando el Presidente, cautivo por la incomprensión de la situación, recomendaba que la gente saliera, que gastara. Su actitud desesperada respondió a la noción de que inequívocamente vendría un severo golpe económico, mismo que en abril azotó sin piedad a los mercados internacionales.
En ese momento, nuestro país sufría ya su primer pico de contagios, y prácticamente todo el territorio nacional estaba en “semáforo rojo”. Un Presidente, cuya gran fuerza siempre ha sido el colmillo político y no el conocimiento técnico, nos dijo que la pandemia se había domado. La gente que le asesora le aplaudió y sonrió a todo, incluso a su rechazo por el uso del cubrebocas. Lamentablemente la oposición, en una inmejorable oportunidad de robarse el show, pecó de mezquina y de ignorante. Las fuerzas políticas que se oponen al régimen federal no tuvieron ni idea de qué proponer ni de qué aportar en medio del caos.
Avanzó el verano y nuestro país, ya golpeado anímica y financieramente, comenzó a relajarse. En lo que observé, confieso que llegué a pensar muchas veces en Darwin. Cuando veía conglomeraciones, bares repletos, gente bebiendo y fumando a carcajadas en restaurantes… recordé una y otra vez que don Charles nos advirtió que en este negocio de la vida sobreviven los más aptos (en este caso, los más prudentes, los menos brutos). Pero el rol de un gobierno no es dejar que las tragedias se manifiesten como algo inevitable. No se le puede dejar a la deriva a la gente. Porque no somos Finlandia ni Nueva Zelanda, por nuestra falta de conciencia colectiva, se necesita siempre firmeza, apoyo, vigilancia. El poder que el pueblo le confiere a su gobierno, autoriza a este a guiar, justamente en los momentos más críticos.
Hoy nos encontramos en un segundo y más violento pico de contagios y muertes. El llanto, la gritadera impotente y los hospitales a reventar han dejado un diciembre negro en nuestro país. Mi mente me dice categóricamente que la crisis continuará en enero, pero mi corazón se aferra a la esperanza de que un milagro ocurra y que la gente que puede cuidarse, resguardándose… lo hará. Sólo así podrá amainar un poco la tempestad. La vacuna en nuestro país no comenzará a aplicarse en serio sino hasta marzo. Hay que hacer un esfuerzo épico. Son éstos los momentos que ponen a prueba a los pueblos.
Este trágico episodio, que nos ha arrebatado a seres queridos, ¿será suficiente para que aprendamos? ¿El sufrimiento será capaz de hacernos entender que nuestra vulnerable infraestructura política e institucional no nos salvará del problema? Como lo escribí en abril: por la tragedia que padecen a diario, millones de mexicanos no tienen la oportunidad de quedarse en casa. Para ellos, la vida da igual con o sin pandemia. Pero, los demás… ¿escogeremos vida o capital?
2021, año electoral
El título de esta reflexión no atiende sólo al fenómeno pandémico, sino al político (cuyo daño también ha cobrado su alta cuota en nuestra sociedad, por años). ¿Qué hemos aprendido? ¿Votaremos por la persona y su proyecto o por el partido que representa? ¿Les permitiremos a los candidatos que se rodeen de mediocres o los interpelaremos por la calidad de sus equipos? Yo estoy harto de las operetas de poca monta, con actores mediocres sin luz propia, que prometen fantasías que ni ellos comprenden. Es fundamental que la ciudadanía -y no los grillos de sonrisas acartonadas- sean el epicentro de la próxima campaña. ¿Cómo? Siendo activos en la exigencia pública de lo que necesitamos, que ojo: no siempre es lo que queremos. En la medida en que desde la polis, los ciudadanos eleven la discusión pública, le iremos cerrando la puerta a la demagogia. Yo creo que merecemos más y creo que es hora de demostrárnoslo. Quienes sobrevivieron este año, reciban mi abrazo afectuoso y mis mejores deseos para el porvenir.
@AcunaMendez
El autor es Presidente Fundador de CREAMOS México A.C. y especialista en políticas públicas por la Universidad de Harvard. jesus@creamosmexico.org