Columna Y sin embargo
Una de las herramientas más poderosas del Presidente A. M. López Obrador (AMLO) es la comunicación. Y dentro de la comunicación, uno de sus mayores logros está en imponer una nueva narrativa sobre cuál es el problema y cuál es el marco histórico de los asuntos que se abordan. Es un maestro en lo que los comunicólogos llaman el encuadre.
Esta habilidad, que en inglés llaman framing y que explica muy bien el libro de George Lackoff titulado No pienses en un elefante, consiste en enmarcar palabras clave dentro de nuevos límites temporales, espaciales o políticos y en darles un nuevo contenido o significado.
El problema es que, con frecuencia, dichos encuadres simplifican demasiado la realidad. Analicemos los casos de dos términos centrales: el Neoliberalismo y la corrupción.
Neoliberalismo, del redimensionamiento del Estado al saqueo sistemático
AMLO es muy reiterativo de que los problemas de México se originaron en lo que él llama “el período neoliberal” y que éste comenzó en 1982, es decir con el gobierno de Miguel de la Madrid. A partir de entonces comenzaron el saqueo y la corrupción en detrimento del pueblo de México.
Llama poderosamente la atención de que en general es omiso y nunca se refiere ni evalúa el período anterior, es decir las presidencias de Echeverría y de López Portillo. Implícitamente da a entender que entonces las cosas estaban bien; o al menos que no estaban tan mal como en el período neoliberal.
Sin embargo, los que vivimos y nos acordamos de los gobiernos de Echeverría y López Portillo sabemos que ésos no fueron, para nada, años felices. Al contrario fueron años de excesos y excentricidades, plagados de carestía, crisis financieras y políticas, propiciadas por el Presidencialismo y el Estatismo.
De hecho, la crisis y obesidad del Estado fue tal que la medicina fue una dieta y el redimensionamiento del Estado con la consecuente ampliación del sistema de mercado. Fue entonces cuando se vendieron paraestatales y se comenzaron a crear entidades autónomas como la del Banco de México para que el presidente no metiera mano en la emisión de moneda. Con ello, más o menos se logró componer la inflación y devaluaciones sexenales que vivíamos.
Ahora, tres décadas después AMLO equipara al neoliberalismo con el saqueo y la corrupción. Eso implica darle totalmente un nuevo significado y contenido al que tuvo en su momento cuando se le impulsó. ¿Quedrá AMLO volver al Estatismo de Echeverría y López Portillo?
La solución a la corrupción soy yo
Uno de los más grandes atractivos de AMLO es su honestidad personal y sincero deseo de combatir y erradicar la corrupción. Su narrativa y descripción de cómo se saquearon los recursos públicos es muy convincente y ojalá logre el propósito de cambiar la mentalidad de la clase política sobre cómo se puede ejercer el poder sin corrupción.
Sin embargo, simplifica demasiado cuando identifica a la corrupción con los conservadores y con el neoliberalismo. Ni todos los conservadores neoliberales son corruptos; ni todos los que no lo son (ya sean de su gobierno, de su partido o simples seguidores), son honestos.
En cambio, es un error estratégico grave hacer recaer todo el combate a la corrupción en el criterio y honestidad personal del presidente. Más bien, el combate a la corrupción debería recaer en la división de poderes, el establecimiento de contrapesos y las instituciones autónomas que, según parece, él busca debilitar o eliminar.
La solución a la discrecionalidad y la corrupción de los gobiernos de Echeverría y López Portillo se dio por medio del pluralismo político, la alternancia en el gobierno y la creación de instituciones autónomas, como el Banco de México, el IFE-INE, entre otras. Estas instituciones, aunque no son perfectas, están en el camino o estrategia correcta. La solución no es debilitarlas, sino fortalecerlas y hacerlas más efectivas en el cumplimiento de sus objetivos.
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