Ciudad de México, 13 de agosto (RT).- Pablo Andrés Berra (55) es uno de los 2 mil 020 voluntarios de Sudáfrica que se ofrecieron a recibir la vacuna que desarrolla la Universidad de Oxford para generar anticuerpos y prevenir la COVID-19. Si se obtienen buenos resultados, este medicamento se producirá en masa desde Argentina y México para toda América Latina —excepto Brasil—, gracias a los acuerdos alcanzados entre el sector privado y ambos Gobiernos.
En esta entrevista con RT, el argentino cuenta los síntomas que tuvo tras recibir la primera dosis, relata cómo avanza el proceso y suma algunas pistas sobre cuándo podría estar lista la vacuna, importante para intentar volver a la normalidad.
El 20 de julio recibió la primera inyección, y al cabo de 50 horas aparecieron las sensaciones de frío y los dolores musculares, pero esas molestias sólo duraron una noche. De hecho, fueron síntomas comunes, que también tuvieron otros participantes de la prueba. Rápidamente, su cuerpo volvió a un estado óptimo: “Estoy muy bien”, confirma el entrevistado.
Para este valioso experimento, los organizadores dividieron a los candidatos en dos grupos de 1 mil 010 personas cada uno: una mitad recibió la vacuna, y la otra un placebo “de agua con sal”. El detalle es que a ningún voluntario le informaron previamente si recibiría la dosis medicinal. “Después van viendo la evolución de los dos grupos. Entonces, de acuerdo a cómo reacciona el grupo que tiene la vacuna, recién ahí es factible la aprobación”, cuenta Berra.
Así, lo único que sabía Pablo es que, quienes hayan sido inyectados con la dosis real, luego serían avisados para recibir una segunda aplicación: “Cuando me llamaron comprobé que tengo la vacuna verdadera, si no, no me hubieran llamado para darme otro placebo”, razona el hombre nacido en Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires. La próxima cita será el 17 de agosto, y el objetivo es que, con esta reiteración, se obtenga el 100 por ciento de la inmunidad.
El nombre exacto de esta inyección es Chadox1, un juego de palabras entre “chimpancé”, “adenovirus” y “Oxford”. Esto se explica porque su componente principal se basa en un tipo de virus que está presente en ese animal, produciendo un efecto leve en los humanos.
Berra no percibe ninguna paga por recibir las inyecciones. Su única retribución es la satisfacción de ayudar a la humanidad en un momento de emergencia global: “Estoy feliz de ser parte de esta experiencia”, resume. Igualmente, si todo sale bien, podría continuar con su vida sin temer al virus que paralizó al planeta durante varios meses. Al respecto, es “muy optimista”, porque “los resultados que van apareciendo son excelentes”.
Aquel hombre vive en Sudáfrica hace 12 años, con su compañera, a quien conoció en un viaje por Israel. Ambos tienen una chacra en una zona rural, a una hora de Johannesburgo, y también dirigen una escuela, que permanece cerrada por la pandemia.
“Acá hubo una convocatoria por los medios de comunicación. Estaba viendo televisión y justo le hicieron un reportaje a una de las doctoras, donde pedían voluntarios. Figuraba un correo electrónico en la pantalla. Ahí nomás les escribí y diez minutos después me llamaron de dos centros de vacunación”, relata.
Así, al día siguiente ya estaba en el laboratorio de la Universidad de Wits, asociada con Oxford, para someterse a los testeos previos. Como requisitos, se pedía tener entre 18 y 65 años, no poseer diabetes ni obesidad, y nunca haber contraído Hepatitis B. En el caso de las mujeres, también se exigía no estar embarazada. A su vez, hay 50 voluntarios portadores del VIH diferenciados, suponiendo que podrían producirse reacciones distintas en sus organismos.
Obviamente, todos debían estar libres de la COVID-19: “El 20 por ciento de los que se presentaron fue rechazado porque tuvo el virus y nunca lo supo, es decir, fueron asintomáticos”. Actualmente, aquella nación africana es la quinta con mayor cantidad de contagios en todo el mundo, acumulando casi 560 mil infectados y más de 10 mil muertes, hasta el 10 de agosto.
Sobre los recaudos a tomar, a todos los voluntarios les dijeron que sigan “con la vida normal, dentro de la normalidad de estos tiempos”. Es decir, respetando la distancia social y el uso habitual del tapabocas. Además, desde la aplicación de la primera dosis los expertos realizan un seguimiento de 12 meses. Así, al comienzo se coordinaron comunicaciones diarias por WhatsApp y visitas semanales al laboratorio, donde le sacaban sangre y le hacían hisopados. Actualmente, acude cada 20 días, y después irá entre lapsos más espaciados.
Por otro lado, en caso de que Pablo se infecte con el coronavirus, un equipo especial lo pasaría a buscar para estudiar las reacciones de su cuerpo. “En realidad, es lo que espera el laboratorio. Les conviene que nos agarre el virus, que nos contagiemos, para demostrar que la vacuna es efectiva”, señala el argentino.
Sin embargo, la duración precisa de todo el proceso todavía es incierta. Los especialistas aún no saben cuánto tardan las células en desarrollarse, ni tampoco cuánto duran los anticuerpos, “por eso se hace un acompañamiento tan largo”. Según explica el entrevistado, a partir de las dos semanas ya deberían formarse los linfocitos T y B, es decir, las células inmunitarias: “Cuentan con la capacidad de tener memoria y perdurar por mucho tiempo. Quizás meses, o años. Algunos dicen que toda la vida”.
Así, se supone que en el primer mes ya se generan los anticuerpos: “Si yo me contagiara, lucharían contra el virus y no me enfermaría”, simplifica. Según cuenta, si no fuese por los lifoncitos T, podría sentir dolencias en caso de contagiarse.
“Dicen que la Organización Mundial de la Salud (OMS) aprobaría esta vacuna, pero está viendo qué pasa con los vacunados en esta fase, la 3”, comenta Pablo. Para este latino, los valientes fueron quienes se sometieron a la aguja entre las fases 1 y 2: “Se enfrentaron a algo totalmente desconocido, no sabés qué va a pasar con tu cuerpo”, opina.
Berra adelanta que podría haber “una aprobación especial” previa a la definitiva, que lleva mucho más tiempo. “Nos decían que en septiembre habría una muy agradable sorpresa”, revela. Por el momento, se espera que Oxford lance un comunicado en el transcurso de agosto “con los nuevos resultados, que son muy alentadores”.
Sobre ello, el sudamericano se entusiasma: “Eso ayudaría a que la aprobación de la vacuna sea antes de lo que pensaban, y que se desparrame a nivel mundial previo a fin de año”. Por su parte, más allá del resultado final, este bonaerense ya contagia todo su optimismo: “Desde el principio se dijo que va a ser distribuida en el primer trimestre del año que viene, pero, aparentemente va a ser bastante antes”.