Esta semana en la que 14 estados amanecen pintados de color naranja en el semáforo epidemiológico de COVID-19 (que aún es de muy alto riesgo), esperaba con mucha expectativa el ya tradicional mensaje del fin de semana del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Ya con el préstamo del Banco Mundial por mil millones de dólares en la mesa, con lo que implica comenzar a reactivar la economía y que mucha gente que se quedó sin trabajo podrá de alguna medida volver a buscarlo… me imaginé muchas cosas.
Mis expectativas
Recordé a Justin Trudeau, de Canadá, y su mensaje del 25 de marzo en la respuesta de emergencia ante la pandemia:
“Ahora mismo mucha gente está sentada alrededor de la mesa de la cocina con recibos por pagar, tratando de determinar qué necesita pagarse y cómo planear los próximos meses. Si te han corrido, reducido tus horas de trabajo o estás preocupado por tu industria, estas son decisiones que pueden ser muy estresantes (…) Así que quiero decir que aquí estaremos para apoyarlos. Nuestro gobierno está haciendo todo lo posible para estar ahí para ustedes”.
Pensé que quizá su discurso semanal sería como el de la Reina de Inglaterra, Isabel II. Sí, esa que acaba de cumplir 94 años y que el 5 de abril pasado dijo:
“Aunque hemos tenido retos anteriormente, este es diferente (…) Esta vez nos unimos con todas las naciones del mundo en un esfuerzo común, utilizando los grandes avances de la ciencia y nuestra compasión instintiva para sanar. Tendremos éxito, y ese éxito pertenecerá a cada uno de nosotros”.
¿Quizá sería el de Ángela Merkel, la canciller alemana, un discurso que lo mismo abrazó a los alemanes, reconoció sus duelos y dificultades pero también manifestó que el gobierno estaba de su lado?
Ella dijo: ”La situación es seria. Desde la reunificación de Alemania, no, desde la Segunda Guerra Mundial, no se había planteado a nuestro país ningún otro desafío en el que todo dependiera tanto de nuestra actuación solidaria mancomunada. Quisiera explicarles dónde estamos actualmente en cuanto a la epidemia y qué está haciendo el gobierno federal y la esfera estatal para proteger a todos los miembros de nuestra comunidad y limitar los perjuicios económicos, sociales y culturales”.
Y zas, tras las muchas opciones: un nuevo decálogo
Opciones en la mesa hay muchas. Un ingreso mínimo vital por tres meses. Ampliar el seguro de desempleo. ¿Algún apoyo a empresas pequeñas y medianas en serios problemas? ¿Políticas de cuidado de emergencia?
Pero el presidente siempre me sorprende.
El sábado dio uno de sus famosos decálogos. Esta vez uno que llamó “Decálogo para salir del coronavirus y enfrentar la nueva realidad”, nuestro presidente gusta de hablar en 10 puntos.
Nos dijo que:
1: Nos mantengamos siempre informados de las disposiciones sanitarias y 5: que la mejor medicina es la prevención (que no está mal, claro que sí)
2: ¡Que actuemos con optimismo! Mmm, ok. Sonrisa forzada pese a las cifras que vemos y los más de 10 millones de personas sin empleo. Optimismo, ¡eso!
3: Que le demos la espalda al egoísmo y al individualismo y seamos solidarios y humanos. “Nada produce más dicha que la práctica de la fraternidad, que no se nos endurezca el corazón”. “Solo siendo buenos, podemos ser felices”. Repetí tres veces sus frases como mantra.
4: Que nos alejemos del consumismo. Cancelé todas mis compras en línea.
Pero luego vienen las más sorprendentes:
6: “Defendamos el derecho a gozar del cielo, del sol, del aire puro, de la flora, de la fauna de y toda la naturaleza”. Bueno, qué le digo, es una frase preciosa pero que no esperaba escuchar del presidente.
7: Que nos alimentemos bien y optemos por lo natural, lo fresco y nutritivo. Vino luego algo así como una oda al maíz y al frijol y un ‘no’ muy respetuoso -porque él no es autoritario- a evitar la comida chatarra. Tiré mis Cheetos inmediatamente y mordí la manzana, bueno, una manzana.
8: Que hagamos ejercicio acorde a nuestra edad y condición física. Me paré de inmediato a subir y bajar las escaleras de la casa.
9: Que eliminemos las “actitudes racistas, clasistas, sexistas y discriminatorias en general”. Me encantó. Ojalá nos ponga el ejemplo al no hacer una división de México entre conservadores vs. liberales o al revés, al fin yo ya no sé quién es quién.
10: Terminó con que tengamos, o no, una religión busquemos un “camino de espiritualidad”. En algún momento hasta mencionó meditar.
Dije “amén” y, como siempre le hago caso al presidente, corrí a buscar una meditación en una aplicación que tengo en mi celular que, bajo el rubro de SOS, dice: “Sentirse sobrepasada”, y luego seguí con otra para cuando estás muy nerviosa.
Y el domingo, en su informe covid sobre el escritorio de Palacio Nacional, nos dijo que el tiempo más difícil de la pandemia quedó atrás (aunque Hugo López Gatell el mismo día, a quien recomendó escuchar dijo que esto “iba para largo”) y como ya sabemos cuidarnos todos, no depende tanto de las autoridades (que se lo digan, me imaginé, a un médico o enfermera que tienen que comprar su cubrebocas).
Es más: que “recobremos nuestra libertad y nuestro criterio”. Ah, caray. ¿Estaban perdidos, acaso?
Yo no sé usted, pero ejerciendo esa libertad y criterio, me declararé personalmente en semáforo rojo unos días o semanas más, de ser posible.
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