Columna Actitudes
Las recientes protestas en Estados Unidos tras la muerte de George Floyd a manos de la policía han venido a poner de nuevo en la mesa el tema de la discriminación racial y la desigualdad social. En medio de esta pandemia, que ha generado más de 100 mil muertos en el país vecino, pocos imaginaban este escenario de manifestaciones que pueden influir considerablemente en el resultado de las elecciones presidenciales en noviembre.
Ahora bien, cuando los mexicanos pensamos en discriminación racial se nos pueden venir a la mente situaciones como las que ha vivido la Unión Americana a lo largo de su historia. Sin embargo, podríamos no darnos cuenta que la discriminación también es una triste realidad en nuestro país.
De acuerdo a la Encuesta Nacional de Discriminación realizada por el Inegi, el Conapred, el Conacyt y la UNAM: 7 de cada 10 mexicanos de tez morena afirma ocupar los puestos más bajos en su lugar de trabajo, 2 de cada 10 hombres en el país aseguraron que no rentarían su vivienda a una persona indígena, 7 de cada 10 mexicanos morenos no tiene estudios superiores y al menos 5 de cada 10 personas en México afirman ser discriminadas por su apariencia física.
Un estudio realizado por Oxfam México señala algunos datos como: 1 de cada 3 personas de tez blanca pertenece al 25% del sector más rico del país, 103% más que las de tez oscura; es 43% más probable conseguir un empleo prestigioso y bien remunerado si se tiene piel blanca. Este estudio valida que el 43.2% de los hablantes de lenguas indígenas no completa la primaria y las mujeres hablantes de lenguas indígenas presentan un riesgo 370% mayor de no terminar la primaria.
Si observamos en México, buena parte de la publicidad y líderes de opinión en medios de comunicación se proyecta con personas de tez blanca. En las telenovelas mexicanas se manifiesta que los malos de la trama son personajes “prietitos”. La nominación al Óscar de la actriz Yalitza Aparicio, de origen mixteco, generó insultos en algunos profesionales del mismo gremio. Cuando sale el tema de nuestros ancestros en convivencias, se exalta más a los familiares de origen extranjero que autóctono, a pesar que somos un país mayoritariamente mestizo. Casarse con un “güerito” da pautas para “seguir mejorando la raza”. Etiquetar con el apodo de “indio” denota inferioridad para nuestros estándares. “No tiene la culpa el indio sino quien lo hace compadre” parte de la idea de que los indígenas son personas con escasas habilidades para alguna tarea complicada. “Trabajar como negro para vivir como blanco” refleja una realidad de desigualdad muy palpable todavía.
¿Qué significan estos datos y situaciones sobre la discriminación por el color de la piel en México? ¿Seguimos caminando con un subconsciente cultural racista y clasista? Patricio Solís, investigador del Colegio de México, comparte que la discriminación étnico-racial es estructural porque se funda en un orden social y en una relación de poder que tienen antecedentes históricos en el país desde hace varios siglos y se reproduce de manera permanente en la sociedad, por lo que también sus efectos son estructurales.
El reto que tenemos como sociedad es propiciar mejores condiciones y oportunidades de vida para todos los mexicanos, al margen de nuestro origen étnico-racial. Nos queda gran trabajo de concientización sobre la dignidad de cada persona en las familias, escuelas, instituciones públicas y privadas. Sigamos luchando por disminuir considerablemente la discriminación basados en el respeto a los demás y el respeto a nosotros mismos. Usted, ¿qué piensa?
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