Tal vez sea pereza o solo reflejo de alguna suerte de ansiedad, pero a pesar de haber iniciado el confinamiento incrementando mi productividad de lectura, a medida que pasan los días ha ido haciendo agua.
Lo mismo ha sucedido con el hábito de escribir, solo que en este caso nunca he sido productivo, sino que mientras vivíamos en la “antigua normalidad”, tenía destinado un tiempo específico para ello.
Cuando recién iniciamos esta etapa, pensé que además de que aprovecharía el tiempo para escribir, tendría muchos tópicos que desarrollar o ideas que exponer, como consecuencia de lo que estaba aconteciendo. Incluso pensé que el solo hecho de atravesar por este suceso resultaría en el hábito, surgido por generación espontánea, de llevar un diario.
Ha pasado todo lo contrario, he llegado al punto en el que entre diversas tareas prefiero lavar platos, tender la cama, sembrar macetas y lavar ropa. Todo antes que leer o sentarme a escribir.
El choque entre la idea que tenía y la realidad que me domina me hizo recordar cuestionamiento que un amigo me formuló hace tiempo, cuando recién iniciaba con este espacio, en el sentido de cómo era mi proceso de escritura.
Recuerdo haber respondido cualquier cosa para salir del paso, puesto que en realidad batallaba mucho y no tenía un método preestablecido para elaborar un texto. Este escrito, por ejemplo, es un feto malformado porque solo escribo esperando a ver qué sale y eso complica la tarea en demasía.
Sucede que al mismo tiempo que deseo comunicar, carezco de voluntad para hacerlo, así que partiendo de esta coyuntura intentaré dar respuesta a eso del “proceso creativo”.
En primer lugar debo confesar que probablemente, pues carezco de diagnóstico, sufro de déficit de atención. Tengo una magnífica habilidad, eso sí, para concentrarme en malos pensamientos. Esta forma de ser deriva que tengo por costumbre obstaculizar el “modo fácil” de realizar tareas.
Aquella vez mi amigo me preguntó si grababa mis ideas en notas de voz. Respondí que no aceptando la conveniencia de esta práctica, pero cuando se me ocurre algo la desidia me impide recurrir al celular, tanto para grabarme como para posteriormente escucharme.
Lo que sí procuro es acudir a mi libreta y escribir todo lo que sea posible cada vez que algo se me ocurre. Conlleva ventajas y desventajas, como el hecho de que no importa cuántas veces realice el acto, no he logrado convertirlo hábito. También acontece que algunas ideas se me escapan mientras escribo, o bien, escribo tan rápido que termino por no entender lo que escribí.
Por el contrario, una ventaja es que a veces “me sigo de largo”. Esto sucede principalmente con algunos temas que me apasionan, como la política, pero la desventaja es que en el calor de las ideas empiezo a convertir el texto en diatriba.
Otras dos actividades que facilitan el proceso son el de la investigación formal y el curioseo o libre investigación. Con investigación formal me refiero a la búsqueda de información cliché que todos deseamos saber y repetir, “Fulanito nació en tal lugar y era un borracho abusador, mató a su esposa de un balazo en la frente mientras apuntaba a la manzana que se había colocado en la cabeza”.
El curioseo o libre investigación consiste en tomar cualquier libro previamente leído y hojearlo hasta encontrar alguna idea relacionada que me ayude a saber qué es lo que pretendo decir, pero también tiene sus desventajas. Puede pasar que me encuentre con algo que llamé más mi atención y decida cambiar el tema del que hablaré, o peor, caigo en un estado de indecisión que difícilmente supero.
Finalmente, otro factor importante es el de la comodidad. ¿Estoy sentado en una silla frente a un escritorio, o en alguna habitación con cama o sillones? Soy de las personas que forzosamente deben estar frente a un escritorio.
Crea en mí si le digo que para el desarrollo del presente he puesto en práctica todo lo aquí dicho, y sin embargo aquí estoy, incapaz de llegar a ningún lado. De hecho, antes de iniciar este párrafo decidí hacer una pausa que terminó conmigo lavando los platos de la comida. Parece que mi proceso se reduce a algo muy sencillo, al hecho de estar fastidiado o no.