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jueves, enero 9, 2025

“Las maestras tenemos un corazón grande, trabajamos desde el amor y la empatía”: Susana, docente de kínder

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Susana se vuelve imaginar una vez más en medio de la plaza, rodeada de libros y de niños. En casa, inmersa en el confinamiento que provocó el virus COVID-19, le cuesta hacerse a la idea de que no puede salir más con su “Biblioteca sin paredes”, vestida con un mandil y sombrero de bruja, a compartir cuentos ni a oír el barullo ni las risas.

Abre la computadora, busca y le da play a una pieza de piano. La deja de fondo y empieza a grabar un audio con su celular: “¡Hola, hola! El siguiente cuento que les voy a regalar, se llama Las Palabras Dulces, un cuento escrito e ilustrado por Carl Norac y Claude Dubois, ¡que lo disfruten!”

Susana Haro, de 34 años y maestra de preescolar hermosillense, abre y cierra varios libros infantiles, uno tras otro, y repite el procedimiento hasta lograr una carpeta con 12 audios. Luego publica en Facebook una invitación: “¿Quieres escuchar un cuento? ¡Adelante, es gratis! Envíame un mensaje de Whatsapp con la palabra CUENTO o POEMA y te regalaré una audiolectura”.

Era la tarde previa al 23 de abril, Día Internacional del Libro, y bastaron unas cuantas horas para que a su aplicación le llovieran más de mil peticiones de niñas y niños de todo Sonora, pero también de Tijuana, Guadalajara, Ciudad de México e, incluso, de Estados Unidos, Argentina y Perú.

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“Ya tengo más de un año con la Biblioteca sin paredes”, explicó la maestra, “la cajuela de mi carro está llena de títulos infantiles, traigo una mantita, unos cojines y la monto en espacios públicos; hice esto durante algunas vacaciones, pero, precisamente, la contingencia no me permitió hacerlo en la Semana Santa de este año y se me ocurrió usar las redes. Estuve todo un día sin parar, contestando mensajes, pero fue súper bonito”.

Su profesión es maestra y su vocación es compartir. Lo hace cada vez que narra un cuento en un parque o cuando imparte una clase en el aula, cuando participa en un evento de poesía en la universidad o cuando pinta un mural sobre su familia y amistades en una pared de su casa.

También comparte ahora, en épocas de distanciamiento social, justo cuando tiene poco de desempeñarse como asesora técnico-pedagógica de una zona escolar en Hermosillo, donde da acompañamiento a otras maestras de preescolar. Juntas hablan sobre sus emociones y necesidades, sobre el reconocimiento y las formas lúdicas de aprender y enseñar durante el proceso que enfrentan con la educación a distancia.

Antes lo hacía de forma presencial en talleres, conferencias y charlas. Hoy, sus jornadas se han convertido en numerosas videollamadas en las que todas han trabajado en la importancia de vivir el proceso para tomar mejores decisiones y a aprender a reconocer situaciones como el cansancio que pueden provocar las nuevas dinámicas.

“Como educadora que fui por 10 años, para mí es bien importante”, agregó, “yo siempre digo: maestras felices, infancias felices; también las pongo a ellas al centro en algo que nos permita llegar a un crecimiento colectivo, como somos siempre en los jardines de niños”.

El trabajo de todas, aseguró, está hecho desde el amor y la empatía.

“Estamos impresionadas y felices por la capacidad creativa de las maestras que están haciendo unos trabajos increíbles para acercarse a los niños y las niñas, desde videocuentos, canales de YouTube, mensajes de buenos días personalizados, y se han aprendido muchísimas cosas que van a permanecer cuando regresemos de la contingencia”.

Susana estudió la licenciatura en la Escuela Normal del Estado de Sonora y, tiempo después, también consiguió una maestría y un doctorado. En todo ese tiempo, fue una maestra curiosa y enérgica: dio clases en municipios como Naco y Cajeme, luego en el Poblado Miguel Alemán, y concluyó su etapa docente en Unacari Casa Hogar, desde donde consiguió una promoción para ser asesora. Y, una vez más, tuvo que irse de Hermosillo a Caborca.

“Desde muy joven fui muy soñadora”, contó, “me iba emocionada, creo que la misma juventud equilibraba las emociones, porque, sí era salir de casa, pero tenía mucha curiosidad y quería conocer, aprender, quería todo. Siempre he tenido una pasión muy grande por las cosas y la docencia ha sido mi vida completa; cada experiencia ha sido clave para quien soy ahora”.

Cuando eligió entre ser maestra o artista, se quedó con la docencia porque se dio cuenta de que podía encontrar en ella ambas cosas: podría dibujar, pintar, montar una obra de teatro, escribir poesía. “Todo el arte está inmerso en la educación, sobre todo, en la preescolar; podía tener lo mejor de dos mundos”.

Luego llegó el feminismo: su doctorado lo concluyó con una tesis sobre prácticas educativas con perspectiva de género, por lo que su forma de educar está “filtrada” siempre por esa corriente ideológica.

“Para mí, el feminismo ha sido clave para poderme acercar a las maestras en respeto, sororidad y empatía, sin superioridad intelectual, y para hacerles sentir que estamos en un espacio seguro”, explicó, “a mí, el feminismo me ha ayudado mucho para la forma en la que transmito el conocimiento como educadora que soy, que todo sea asertivo, que eso para mí es lo normal, el deber ser”.

La historia de las mujeres ya ha sido difícil por sí misma, enfatizó Susana, y por eso siempre reconoce las cualidades de todas, lo valiosa que es la función de cada una en la educación, así como trabajar juntas en lo que se puede mejorar, porque nadie es perfecta.

“Creo que sería otra Susana si no fuera yo la Susana atravesada por el feminismo”, concluyó, “reconozco el trabajo de mis compañeras, de mis colegas, porque estamos dando todo, prácticamente, a través del amor, de la libertad, de las propias emociones y del conocimiento que tenemos -que es mucho y no lo hacemos porque sí- lo hacemos porque las maestras tenemos una preparación, pero más allá de eso, tenemos un corazón bien grande”.

 

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