Por Katia D’Artigues
Todos los días llega al correo de un grupo de alumnos con discapacidad del Colegio Vistahermosa una liga a Zoom, otra a Teams y tareas personalizadas para cada uno de los alumnos. Esto no es algo muy común a las escuelas que tienen inclusión de alumnado con discapacidad y menos aquellas que solo tienen alumnos con diversas discapacidades.
Quizá uno de los mayores retos -además de sobrevivir- con el COVID-19 en México ha sido garantizar el derecho a la educación para todo el alumnado. Y no se ha cumplido.
Hay muchas instituciones educativas, sobre todo de “educación especial” o “especializada” que no han podido retomar clases o que lo han hecho con su propio esfuerzo, el de sus docentes, de la capacidad de cada escuela y dependiendo si sus alumnos y alumnas tienen acceso a internet para hacer algo a distancia.
Hoy, Día del Maestro, buscamos un buen ejemplo. Para ello hablo con Elia Nava Castro, quien es la coordinadora del área de inclusión, para primaria, del Colegio Vistahermosa, en la Ciudad de México. Es una escuela privada que tiene un programa de inclusión para niños y niñas con discapacidad (sobre todo intelectual y del desarrollo).
Nava Castro, además de maratonista, también es docente de Psicología Educativa en la Universidad Iberoamericana y los veranos suele tener otra experiencia adicional: trabajar en la Sierra Tarahumara con escuelas paupérrimas e indígenas. Con ella hago una reflexión personal pero también social de lo que han vivido los y las maestras en esta pandemia.