Para algunos es una diversión, para los animales, es sufrimiento y la pérdida de su libertad; en muchos casos, a costa de dolor y malos tratos.
Existe un proyecto que retrata la vida en los zoológicos realizado por la fotógrafa Ofelia Alcántara Martín llamado “Cadena Perpertua”.
Según narra la fotógrafa, antes de empezar a fotografiar a los protagonistas de esta obra, comenzó a pensar en los animales. En cómo se sentirían encerrados en los zoológicos, en cómo sus vidas se volvieron en blanco y negro cuando fueron capturados y encerrados, y en cómo podría ayudar a cambiar su realidad. Darles visibilidad sería un buen comienzo pues los animales en cautiverio están sometidos a una cadena perpetua.
Este es un proyecto artístico sobre los animales que viven en los zoológicos, sobre lo perjudicial que es para cada individuo la cautividad y sobre las diferencias a las que se ven sometidos los animales encarcelados respecto a su vida en libertad. Durante los dos años de trabajo ha observado a través del lente que si un animal no puede ejercitar su cuerpo ni estimular su mente, el individuo desarrolla comportamientos estereotipados o repetitivos. La documentación recabada en este tiempo, apoyada por diversos estudios, afianza que la confinación produce además alteraciones en su comportamiento e incluso enfermedades físicas.
Mientras pasaba largas horas mirando tras el objetivo, se lamentaba de su presencia allí, observaba la tristeza en los ojos de los animales encarcelados. Pero, además, algunas especies de gran inteligencia y similitud con los humanos, como los simios, eran conscientes de su realidad. Una realidad que les mantiene encerrados de por vida.
A medida que nacen más generaciones de animales en cautiverio, el comportamiento de estos se separa más y más del comportamiento natural de los individuos salvajes. Si visitamos un zoológico, debemos pensar en que el animal cautivo es un ser vivo privado de su vida natural, expuesto a entretenimientos, utilizado para provecho económico.
Los animales sienten dolor físico y emocional, y aunque esto es una obviedad para muchos de nosotros, lo cierto es que los humanos actúan en demasiadas ocasiones como si eso no importara. Debemos plantearnos nuestros principios éticos y no proclamar la superioridad y el ego desde el otro lado de la vidriera, si eso supone sufrimiento para los animales no humanos. La información y la educación a las nuevas generaciones es el inicio del camino hacia el respeto animal.
Información: El diario / Fotos: Ofelia Alcántara