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viernes, noviembre 22, 2024

Niñas guatemaltecas entran a escuelas en Hermosillo; “Pensé que me iban a rechazar por ser migrante”: Jaslin

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El camino ha sido doloroso desde que su familia migró para huir de la violencia de pandillas en Guatemala. Jaslin tiene 14 años y junto a Naydelin, su hermana menor, ya experimentó el peligro, la discriminación y la nulidad de acceso a lo más básico, incluida la educación.

El destino planeado no era este, pero ahora vive en Hermosillo, Sonora, donde su familia espera ser reconocida como refugiada por el gobierno de México, después de permanecer dos meses detenida en las instalaciones locales del Instituto Nacional de Migración (INM).

Y aunque el proceso legal no ha terminado, las dos niñas por fin fueron aceptadas en escuelas públicas de la capital sonorense al cumplir seis meses totales de no asistir a clases.

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Con el apoyo del Colegio de Sonora -a través del Seminario Niñez Migrante, liderado por la doctora Gloria Ciria Valdez, académica especialista en migración- se logró inscribir a las dos pequeñas a una escuela secundaria y a una primaria donde reiniciaron su educación básica desde este mes de enero.

Jaslin inicia a hablando con una sonrisa en el rostro, pero se le desdibuja de inmediato cuando le vienen los recuerdos previos a su llegada a una secundaria hermosillense.

“La verdad sí, me ha gustado cuando voy a estudiar porque yo pensé que las personas, con quien yo me iba a juntar… me iban a rechazar porque era migrante”.

Es común que las niñas, niños y adolescentes migrantes retornados de Estados Unidos y centroamericanos en búsqueda de asilo en México, como Jaslin y Naydelin, pasen meses sin acceso a la educación mientras sus familias resuelven su estatus migratorio.

Y a pesar de que el artículo octavo de la Ley de Migración -reconocido a su vez por la Secretaría de Educación Pública (SEP)- establece que las y los migrantes podrán acceder a los servicios educativos independientemente de su situación migratoria, de acuerdo con la propia experiencia y documentación de Valdez, la falta de coordinación interinstitucional y la desinformación en el sector educativo, así como en las propias familias migrantes, provoca que no se garantice este derecho.

Los Carías son cuatro: Marvin, Lidia, Jaslin y Naidelyn. Los primeros dos, padres de familia de 32 y 34 años, respectivamente. Sus descendientes, un par de niñas de 14 y 10.

El 3 de junio de 2019 salieron de Guatemala, su país de origen, con rumbo a Estados Unidos. “No nos fue tan bien”, dijo Marvin, “porque nos secuestraron y pedían una recompensa por nosotros, nos tenían encerrados llegando a Chihuahua”.

Los captores de la familia extorsionaron a los hermanos de Marvin y, por su liberación, les exigieron 24 mil quetzales, es decir, poco más de 59 mil pesos mexicanos.

“Ellos vieron cómo conseguirlo, luego nos soltaron en la calle allá en Chihuahua y agarramos con destino para acá, siempre siguiendo nuestro camino, pero en Agua Prieta nos agarraron los de Migración y nos trajeron para acá a Hermosillo”, continuó el padre.

El argumento que la familia dio en el centro de detención, fue que no podían regresar a Guatemala por el riesgo que corrían allá. Los oficiales les dijeron que tenían derecho a pedir refugio y así lo hicieron. Luego llegaron los 60 días de encierro.

“Al final, sólo me sacaron así y le dije a mi esposa: ¿y ahora qué vamos a hacer? Estábamos viendo para todos lados, para ver para dónde agarrábamos, nos sacaron así, sin ayuda de nada”.

Entonces Marvin recordó a una joven que había estado en el centro de detención y que les había dejado su número de teléfono para brindarles ayuda si la necesitaban. Le llamó y ella aceptó darles cobijo en su casa, donde permanecen desde entonces.

Se trataba de Natalia Serna, una migrante de origen colombiano y norteamericano, residente de Hermosillo, quien fundó un proyecto en su propia casa para apoyar a personas y familias mientras resuelven su estatus migratorio.

“Ella fue la que nos trajo aquí a este colegio donde estamos, ella conocía algo sobre esto”, agregó Marvin, “las niñas tienen que empezar a estudiar, nos dijo, y que ella conocía a la maestra (Gloria Ciria) que nos iba a ayudar para que empezaran a hacer algo mientras se apuntaban a la escuela”.

“Y ahorita, gracias a Dios, ellas ya están en clases en dos escuelas cerquita de la casa y no me queda más que agradecer por lo que han hecho por nosotros, porque, si nosotros hubiéramos ido solos a la escuela, no nos hubieran recibido”.

Apoyan a niñas, niños y adolescentes migrantes a continuar sus estudios

El Seminario Niñez Migrante abrió sus puertas en 2007, en El Colegio de Sonora (Colson), e inició como un espacio para visibilizar la participación de niñas, niños y adolescentes en la migración, comúnmente, abordada desde el adultocentrismo por la academia.

A lo largo de su historia, ha logrado plasmar el tema en varias tesis, libros y documentales que han posicionado al Colson como un referente sobre el tema, ha logrado establecer un “lobby” local entre autoridades y la institución para atender las dificultades que enfrenta la niñez migrante acompañada o no, tanto la que está en tránsito desde Centroamérica como la que está en retorno a México desde Estados Unidos.

Pero uno de sus logros más significativos es que, desde noviembre de 2018, ha generado una serie de asesorías escolares donde todos los menores de edad que viven este proceso son bienvenidos para ayudarles a transitar de sus escuelas de origen a las que se integraron en Sonora.

A la fecha ha apoyado a 30 menores retornados de Estados Unidos y a 13 menores centroamericanos solicitantes de refugio en Sonora.

“Tuvimos el caso de cinco menores provenientes de Estados Unidos que no encontraba escuela”, narró Valdez, “que, a la escuela a donde iban, les decían que no había cupo, porque también hay una información no clara, porque, cuando iban a la SEC les decían una información y después llegaban a la escuela y les decían otra; nosotros hemos apoyado, coadyuvado en coordinación con la SEC, a meter a la escuela a los niños, para que sean recibidos”.

Y continuó: “Algo muy importante es que la Secretaría de Educación Pública (SEP), en su comunicado del 2015, subido en su plataforma, establece que todos los niñas, niños y adolescentes provenientes del extranjero deben ser admitidos con o sin documentación, que todos, independientemente de su nacionalidad, deben estar en la escuela.

Es decir, hemos servido también como un puente de comunicación en las escuelas para puntualizar ese derecho que tienen todos los niños de estar en la escuela. Entonces, debido a la falta de comunicación por parte de las instituciones, debido a la escasez de recursos, a la problemática de coordinación interinstitucional y también al rechazo de algunos servidores públicos en las escuelas, seguimos teniendo niños, niñas y adolescentes que no van a las escuelas”.

Por ello, agregó, es crucial trabajar en estrategias que involucren a las y los directores de las escuelas, pues ellos tienen la gran responsabilidad de fomentar la inclusión.

La académica aseveró que no es posible que ninguna localidad, institución estatal, ni la federación estén por encima incluso de disposiciones internacionales como las del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) que establecen el derecho a la educación sin restricciones.

“Entonces, ¿cómo es posible que, en nuestro estado de Sonora, por ejemplo, haya niñas, niños y adolescentes migrantes que no van a la escuela por una falta de coordinación, pese que, a nivel federal, hay un reglamento, hay una disposición desde el 2015 que establece que todos deben de estar en la escuela”, sostuvo Valdez.

De igual forma, la SEP establece que la falta de documentación de niñas, niños y adolescentes no será obstáculo para garantizar su derecho a la educación básica.

La crisis social, económica y cultural en Centroamérica es grave, agregó Valdez, y se está sintiendo en México, sobre todo con la población vulnerable que conforman los menores de edad.

“El Observatorio de la Educación Nacional e Internacional de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, en San Pedro Sula, estipula que 1 millón 132 mil niñas, niños y adolescentes de entre 3 y 17 años, están fuera del sistema educativo en Honduras, no tienen acceso a la escuela.

Ese mismo documento establece que hay una deserción escolar amplísima: en 2015, hubo una deserción de 47 mil 813 niñas, niños y adolescentes entre las edades de 4 y 17 años, y para 2019, fueron 87 mil 379 los que desertaron”.

Se desconoce cuántos adultos y menores de edad migrantes en búsqueda de refugio viven en Sonora, pues la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), en sus estadísticas más recientes con corte a diciembre de 2019, sólo hizo público que 70 mil 302 personas solicitaron este trámite entre 2018 y 2019 en los estados de Veracruz, Chiapas, Tabasco y en la Ciudad de México.

De acuerdo con las estimaciones del Colegio de Sonora, el estado recibió al menos a 35 mil niñas, niños y adolescentes migrantes de 2007 a la fecha.

Hermosillo: entre la ayuda, la esperanza y la discriminación

Mientras esperan el resultado de su solicitud de refugio, Marvin y Lidia, después de mucho buscar y también por ayuda de otras personas que vieron la necesidad de su familia, consiguieron empleos: él, en una panadería y ella, en una refresquería en Hermosillo.

“Salía a buscar trabajo y no me daban porque no tenía papeles, necesitaban que yo tuviera un seguro y me negaron el trabajo”, dijo Lidia, “y yo, bien triste porque una, por sus hijas, hace cualquier cosa”.

“Yo les decía miren, si tienen para limpiar la casa, aunque sea por ratos y me decían que no, porque yo era una migrante, me decían que yo era una migrante y que no podían meterme a la casa de ellos, la verdad, yo me sentía un poco incómoda porque me decían así”.

Afortunadamente, asegura, encontró a alguien a quien agradece haber confiado en ella.

“Y yo le agradezco muchísimo a esa persona que me abrió las puertas, me ofreció trabajo”, agregó Lidia, “incluso, me llevó a las niñas y ella me dice que no es ningún problema que yo no sea mexicana y ahorita está feliz porque me dieron un permiso para andar aquí en México, está súper feliz porque me dice que qué mala onda que me negaron el trabajo si soy buena trabajadora.

“Cuando salimos de Migración, salimos sólo con la muda de ropa que traíamos de Guatemala, no traíamos ropa y varia gente nos brindó apoyo, nos regaló ropa para las niñas, nos regaló ropa para nosotros y de veras una gran felicidad que uno siente porque hay personas que son muy buenas aquí, así como hay personas que le cierran a uno las puertas, hay quien se las abre”.

A pesar de las cosas buenas que les han pasado recientemente, la discriminación sigue siendo un problema para la familia Carías, pues también han sido amenazados por personas en la vía pública, en esta misma ciudad.

“Un día estábamos en el parque”, narró Lidia, “y unas personas nos gritaron que somos migrantes y que iban a llamar a Migración… nosotros nos asustamos y les enseñamos nuestros permisos, pero ellos no se calmaron hasta que nos fuimos”.

De esa y otras experiencias, a Jaslin le quedaron reminiscencias en la memoria que la lastiman y la hicieron pensar que su experiencia al entrar a la escuela, sería la misma.

“La verdad sí, me ha gustado cuando voy a estudiar, porque yo pensé que las personas, con quien yo me iba a juntar, me iban a rechazar porque era migrante”.

Jaslin no pudo agregar más a esa frase, porque la voz se le quebró y su madre fue quien continuó por ella, también con dificultad.

“Es que ella se pone muy sentimental porque hemos sufrido mucho, hemos sufrido mucho desprecio de la gente… le digo yo que vamos a salir adelante, aquí todos vamos a salir adelante y gracias a Dios que encontramos una buena persona que fue conmigo a las escuelas, varias escuelas nos negaron y gracias a ella, mis hijas están yendo a estudiar”, afirmó Lidia.

Naidelyn, dice su madre, no se da cuenta por completo de la situación porque todavía es una niña muy pequeña y sólo vive el ahora, por lo que ella está feliz de estar en clases.

“Es bien bonita”, dice sobre su nueva escuela y, luego, agrega lo que más le gusta de todo: “Jugar con mis amiguitas”.

1 COMENTARIO

  1. No todos los migrantes son conflictivos, exigentes y malagradecidos, también hay gente buena en busca de salir de la violencia y la corrupción de sus países. Bienvenidos.

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