Cosamaloapan, 30 de enero (BlogExpediente).– Cinco días antes de ser asesinado, Narciso Elvira arribó a la Fiscalía Regional de Cosamaloapan tratando de salvar su vida y la de su hijo de 20 años de edad que también fue asesinado el pasado martes.
El pelotero solicitó nueve constancias de actuaciones ministeriales de la causa penal abierta por el secuestro que sufrió en junio de 2015, pues planeaba entregarlas en la embajada de Estados Unidos para solicitar asilo para él y ocho miembros de su familia.
Una fuente allegada a la investigación 127/2015 dijo bajo anonimato que lejos de ser acogido y apoyado se topó con la burocracia alentada por el Fiscal regional, Juan Alberto Rivera Hernández.
El exbeisbolista de las grandes ligas estaba preocupado por sacar del país a su familia pues llevaba algunos días recibiendo amenazas, de que le iban a dar donde más le iba a doler.
La fuente afirma que Elvira llevaba un escrito en donde pedía le dieran constancias de las actuaciones ministeriales a él y a otras ocho personas de su familia para tramitar la petición de apoyo, pues con esos documentos y sus contactos en las grandes esferas del deporte contaría con más oportunidad de ser recibido en Estados Unidos, donde radican ya algunos de sus seres queridos.
La fuente indicó que el deportista se dio cita en Cosamaloapan el pasado 23 de enero con su escrito de petición redactado por su abogado, pero fue regresado para que lo hiciera de nuevo ante el argumento de que no se le podía dar acceso a las otras ocho personas, solo a la víctima directa, es decir, mera burocracia.
Durante el sepelio se pudo hablar con familiares del profesional del béisbol, quienes afirmaron bajo anonimato que la sospecha más grande sobre lo que le pasó a él y a su hijo recae en el secuestro que sufrió el 16 de junio de 2015.
Elvira fue rescatado por elementos de la Unidad Especializada en Combate al Secuestro (UECS) a mediados de julio del mismo año. La víctima y dos de sus trabajadores que también sufrieron privación de la libertad fueron encontrados en un campamento de la delincuencia en la zona montañosa de Catemaco.
Desde ahí se hacían llamadas de amenazas a la familia para que pagará 10 millones de pesos por devolverlo a él y a sus empleados con bien. Y pese a que se hizo un pago de rescate, los criminales no lo devolvieron, por lo que las autoridades incrementaron las acciones para encontrarlo.
El día que lo soltaron se encontraba en la punta de un cerro, rodeado de monte, en condiciones encadenado y lleno de lodo. Con menos kilos, por un cuadro de desnutrición, ofreció rueda de prensa informar lo que había pasado y para darle las gracias al fiscal de ese entonces, Luis Ángel Bravo Contreras, por haber dado con su paradero.
Cuando se le encontró también detuvieron a nueve presuntos secuestradores, ellos son Ignacio Hernández Ceba, alías “Nacho”, Salomón Hernández Rosales, “El Gordo” y Zuleima Jiménez López. Leonilda Villalobos Ruiz, Pedro Zavala Alegría “La Tripa”, José Omar Sosa López y/o Ángel Francisco Cocuyo Zacatenco, “El Ojón”; Julio César Hernández Alarcón, “El mil amores” y Misael Bustamante Rosario, “El gato flaco”. Todos ellos están internos en el penal de San Andrés a la espera de sentencia.
También recordó que hasta hace dos años su hermano trajo escoltas, pero luego se “sintió relajado, tranquilo, aquí nos conocemos todos en la congregación y me imagino que pensó que no era necesario”.
Retirado de las grandes ligas, el pelotero llevaba varios años viviendo en su pueblo natal, el Cocuite, municipio de Tlalixcoyan.
Desde hace algunos años se dedica a al campo, contaba con un predio junto a la vieja Hacienda del Cocuite que cultivaba con diversas especies.
La mañana y la tarde la dedicaba a trabajar duro, casi siempre le acompañaba su hijo Gustavo Elvira Arce, quien igual resultó asesinado la tarde del martes pasado en Paso del Toro.
Su hermano Abraham dijo que estaba enfocado en “sembrar caña, tener mejor producción que el año pasado, estaba enfocado en la caña”.
Por las tardes y los fines de semana eventualmente Chicho Elvira apoyaba a sus hermanos para entrenar a un grupo de 40 chicos que formaron el equipo Los Diablos Rojos de El Cocuite.
“Mi hermano siempre fue el ejemplo y la inspiración para muchos jóvenes, tenemos un equipo de béisbol llamados los Diablos Rojos del Cuocuite”.
Los juegos los hacen en un cuadro de pelota que el finado estaba rehabilitando poco a poco con la finalidad de dejarlo listo para las ligas menores.
Su funeral en el Cocuite lució lleno de hombres y mujeres que incluso viajaron de otros municipios para despedirlo. En su mayoría hombres mayores portando gorras de beisbolistas.
La familia espera que las autoridades hagan su trabajo y le brinden seguridad a todos los veracruzanos.
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