Hermosillo, Sonora.- A sus 39 años, Alan Giovanni Iriqui Ruiz acumula más de una década y media de servicio en el Departamento de Bomberos de Hermosillo; hoy, con la distinción de ‘Bombero del Año‘, su historia se convierte en símbolo de entrega, valentía y amor por la vida.
Su trayectoria comenzó en 2008, primero como voluntario, movido por un impulso natural de servir.
Desde entonces, ha sido testigo y protagonista de momentos que lo marcaron para siempre.

Uno de ellos ocurrió en la carretera a Bahía de Kino, cuando un accidente puso frente a él a un niño que había dejado de respirar.
Con sus conocimientos en atención prehospitalaria, se subió a una patrulla y durante el trayecto al hospital realizó maniobras de reanimación al menor, hasta devolverle la esperanza a la familia.
Semanas después en una plaza volvió a encontrarse con ese niño, ahora sonriente junto a su madre, lo que lo motivó a seguir preparándose, convencido de que su esfuerzo puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.
Pero Alan no solo ha salvado vidas. Como coordinador del turno B en la estación 5, en Miguel Alemán, también ha forjado equipo, pues su liderazgo se refleja en la disciplina, capacitación y motivación que transmite a cada bombero bajo su cargo.
“El trabajo en equipo es lo que nos mantiene fuertes”, aseguró al comentar que aunque los reconocimientos lo nombren a él, sabe que cada servicio es fruto de la unión de sus compañeros.
“También la obligación de mantenerlos siempre activos, que estén en capacitación continua dentro de la estación, ejercicios, parte del desarrollo que tenemos a diario en el departamento, ¿no? Entonces, motivarlos, pues, me ayudan mucho”.
Detrás de su uniforme están también su esposa y dos hijos: Alan Giovanni, de 15 años, y Max, de 8, quienes saben lo que significa compartirlo con una vocación tan demandante, que muchas veces lo mantiene lejos de casa.
“Vale la pena el esfuerzo”, reconoce, sabiendo que cada ausencia también es un sacrificio de su familia.

Su vida es una mezcla de guardias de 24 horas, capacitación constante y el peso de la responsabilidad de salvar a otros.
Sin embargo, lo vive con la misma emoción con la que empezó a los 24 años, cuando decidió que su destino estaría ligado al uniforme rojo y amarillo.
Hoy, al recibir el reconocimiento como Bombero del Año, Alan lo asume no como un punto de llegada, sino como un recordatorio de que su misión continúa: servir, inspirar y enseñar a las nuevas generaciones que, como él, un día soñaron con ser héroes de carne y hueso.