¿Se convertirá la Marea Rosa en un nuevo partido? Si lo hacen y preservan su esencia, sacudirían a una partidocracia anacrónica y costosa de la que sólo se salvan algunos de sus líderes.
La sociedad civil existe. Es diversa, plural y no ha parado de crecer. Un investigador de El Colegio de México, Gustavo Verduzco, estudió las OSC y estableció que en 1921 había solamente 33 legalizadas en todo el país (seguramente había más actuando en la informalidad). Un siglo después, el Centro Mexicano para la Filantropía (Cemefi) asegura, con cifras oficiales, que la Ciudad de México tenía 10,012 hasta el año pasado. Esto significa que la capital tiene 109 OSC por cada 100 mil habitantes. Una cifra importante si la comparamos, por ejemplo, con dos de sus estados vecinos: en Morelos hay 58 y en el Edomex 25.
Las OSC se caracterizan por su independencia, y muchas de ellas son reacias a subsumirse en los partidos que tenemos. Lo ejemplifico con dos OSC capitalinas: Ruta Cívica y Suma Urbana. Conversé con sus dirigentes; las conozco desde hace varias décadas y admiro su congruencia y eficacia. Mónica Tapia y Josefina Mac Gregor han sido incansables organizadoras de la ciudadanía y, entre otras causas, han encabezado luchas contra desarrolladores depredadores aliados de funcionarios corruptos.
Las dos me explicaron la devastación del ambiente capitalino causada por la alianza entre empresarios y políticos. El Cartel Inmobiliario existe, dijeron, pero lo integran dirigentes de todos los partidos. El paradigma sería el matrimonio del ingeniero y constructor
José María Riobóo y la ahora ministra de la Suprema Corte Yasmín Esquivel.
El ingeniero es un viejo aliado del actual presidente y tenía intereses en la construcción de la Supervía Poniente. Su esposa empezó a ser magistrada del poder judicial capitalino en 1997 y fue presidenta del Tribunal de lo Contencioso Administrativo de la capital entre 2012 y 2019. Esquivel frenó un juicio de nulidad contra la Supervía y otras construcciones en las cuales había intereses particulares e irregularidades claras que llevaron a que algunas OSC judicializaran los casos. Las dos lideresas coinciden: se merece el apodo de “ministra contratista” y, añado, el de “presunta plagiaria” de tesis.
Otras OSC han sido creadas para incursionar abiertamente en la política nacional. Es el caso del Frente Cívico Nacional nacido en 2021. Uno de sus integrantes, José Antonio Crespo, me ha ido explicando su participación en la Marea Rosa, una coalición de un centenar de OSC distribuidas en todo el país.
Si la Marea Rosa logró convencer al PAN, PRI y PRD de que aceptara como candidata a la presidencia a Xóchitl Gálvez, fue por la respuesta ciudadana a las cuatro marchas que ha convocado en diversas ciudades. La última se realizó el domingo pasado y en ella Xóchitl reiteró su pertenencia a la sociedad civil y agradeció a los tres partidos haberla postulado. Por educación o prudencia se abstuvo de aclarar que ellos se reservaron todas las candidaturas al Congreso de la Unión y rechazaron a los integrantes de la sociedad que deseaban competir por una candidatura.
El desenlace habitual es que los partidos se atrincheran en sus cargos y presupuestos y marginan a las OSC a las cuales dedicarán, si bien les va, un sentido agradecimiento. Es también posible que la Marea Rosa intente obtener el registro aprovechándose de que el próximo año se abrirá una ventanilla que sólo ocurre cada seis años.
Si las OSC de la Marea Rosa deciden seguir participando en la vida política encontrarán un montón de causas abandonadas. El Estado mexicano y sus partidos han sido incapaces de frenar la corrupción, el deterioro del medio ambiente y la violencia contra líderes sociales, periodistas y ambientalistas, entre muchos otros.
Independientemente de la decisión que adopte la Marea Rosa, organizaciones como Ruta Cívica, Suma Urbana y miles más seguirán empujando causas y atendiendo casos. En las condiciones actuales las OSC auténticas son indispensables; los partidos perdieron la brújula por el exceso de prerrogativas y porque hay indicios de que reciben dinero ilegal de empresarios y criminales. La democracia sí necesita partidos, pero los que tenemos son un obstáculo y un lastre. El futuro está en manos de la sociedad civil dentro de la cual están las benditas OSC.
Colaboró Sebastián Rodríguez