Este lunes 20 de noviembre comenzarán las precampañas de las elecciones presidenciales de 2024 y, con ello, un periodo de 60 días en el que Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez, y en principio Samuel García, podrán promoverse abiertamente, con la advertencia -en legras chiquitas- de que su propaganda va dirigida a militantes y simpatizantes de sus partidos políticos.
En los hechos, las precampañas no tendrían por qué existir, pues ni Claudia, ni Xóchitl, ni Samuel competirán con alguien en los procesos internos de Morena, el Frente Amplio y Movimiento Ciudadano.
Es doblemente absurdo que, si los partidos adelantaron varios meses la designación de sus presidenciables, hoy tengan derecho a utilizar los tiempos de radio y televisión asignados para este periodo y a gastar hasta 85.9 millones de pesos (tope autorizado por el INE) en un posicionamiento que ya no cumple con el fin original de las precampañas, que era regular la competencia entre aspirantes de un mismo partido.
Sin embargo, con base de sentencias del Tribunal Electoral, los partidos políticos han logrado que se les autorice realizar precampañas con precandidaturas únicas. Ya ocurrió en 2018, cuando Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya y José Antonio Meade emprendieron precampañas en solitario.
En la historia electoral mexicana, los registros más cercanos y serios de una contienda interna son de 2005, cuando Felipe Calderón derrotó a Santiago Creel y Alberto Cárdenas en una suerte de primarias panistas previas a las elecciones de 2006. Y de 2012, cuando Josefina Vázquez Mota se impuso sobre Santiago Creel y Ernesto Cordero, en un proceso similar.
Existe también el antecedente, más bien penoso, de la precampaña de Roberto Madrazo contra Everardo Moreno, en 2005; una farsa pactada luego de que los gobernadores priistas del llamado TUCOM (Todos Unidos Contra Madrazo) declinaron participar en una elección de candidato previamente arreglada para que ganara el tabasqueño.
En 2011, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard se sometieron a una encuesta para definir al candidato del PRD en los comicios de 2012, pero antes de los tiempos marcados oficialmente como precampaña; de manera que AMLO fue precandidato único en ese proceso, lo mismo que el priista Enrique Peña Nieto.
Para poder placear a sus presidenciables, y aprovechar las precampañas como una especie de posicionamiento previo a las campañas formales y legales -que comienzan siempre 90 días antes de la jornada electoral-, los partidos promovieron impugnaciones para blindar a sus precandidatos únicos.
Y así, en septiembre de 2016, la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación autorizó a los precandidatos únicos “interactuar con la militancia de sus partidos”, lo que en los hechos se tradujo en acotar sus mítines a actos ante las militancia, y en la colocación de una cortinilla en los spots de radio y TV -que nadie lee ni ve-, para advertir que esos mensajes van dirigidos única y exclusivamente a los militantes y simpatizantes.
Con sus jurisprudencias, el Tribuna parece decirnos: si en los próximos días usted escucha o ve un mensaje de Claudia, Xóchitl o Samuel, y no es militante o simpatizante, haga como que no oye nada, pues ese mensaje no es para usted.
Es absurdo, pero es legal: con o sin contienda interna, los partidos harán precampañas, y ello implica que sus precandidatas tendrán acceso a 30 minutos diarios de spots en cada estación de radio y canal de televisión, de acuerdo con los parámetros establecidos por el INE.
Serán 60 días de calentamiento para las campañas que, en esta ocasión, comenzarán el 1º de marzo de 2024. Dos meses de spots, de mítines disfrazados de asambleas partidistas, de bardas pintadas y de anuncios espectaculares colocados en calles, carreteras y avenidas. Propaganda que veremos todas y todos, pero que, se supone, es sólo para consumo de las militancias partidistas.
En el colmo del absurdo, las precandidatas no podrán aún hacer propuestas de gobierno ni llamados explícitos al voto, pues se supone que sólo están tratando de convencer a los suyos. Los mensajes de sus partidos y coaliciones deberán ser genéricos, sin utilizar expresiones como “vota por…”.
Hace seis años se transmitieron 18 millones de spots en el periodo de precampañas y se prevé que en esta ocasión la cifra sea semejante. Se tratará, con toda seguridad, de mensajes que ensalzarán a la “cuarta transformación” o que harán una ruda crítica de lo ocurrido en lo que va del sexenio lopezobradorista. En un tono semejante a los mensajes que ya se difunden en estaciones de radio chilangas, con motivo de las precampañas en la Ciudad de México.
El ingenio, la creatividad, pero también la guerra sucia, desfilarán ante el electorado que, se quiera o no, terminará topándose con esa propaganda “dirigida exclusivamente a los militantes y simpatizantes” de los partidos.
Las precampañas presidenciales serán el soundtrack de la Navidad 2023, y concluirán hasta el 18 de enero.