Por Armando García Astiazarán
Si nos hacemos la pregunta ¿en qué consiste la seguridad vial?, seguramente habría respuestas diferentes dependiendo de la persona que conteste, sin embargo, es seguro que esas respuestas se darían en el mismo contexto, “evitar accidentes”. Este ha sido el objetivo de la seguridad vial, hoy existe una nueva concepción (muy apropiada, por cierto), y que se refiere a “evitar lesiones mortales”, dicho coloquialmente el objetivo de la seguridad vial debe ser “evitar muertes en accidentes de tránsito”. Podrá usted pensar, “si evito accidentes, evito muertes”, cierto, pero los accidentes van a seguir y el enfoque debe ser aceptarlos y concentrar los esfuerzos en evitar muertes en estos, es decir, para impactar en el objetivo debemos aceptar que el error humano siempre estará presente.
¿Que diferencia haría ese cambio de objetivo?, que la evaluación de las estrategias preventivas y su alcance se concentraría en el objetivo de evitar muertes antes que accidentes. Esa concepción de la seguridad vial gestionaría dar prioridad a la integridad física del ser humano sobre el tiempo de traslado de los vehículos (históricamente ha sido lo contrario). Sería pues correcto en primer lugar definir que causa más muertes en accidentes, no que causa más accidentes, y en este punto sabemos que la velocidad inadecuada es esa causa.
Sea cual sea el objetivo de la seguridad vial, este se basa en un cambio de conductas de usuarios (incluyendo a los operadores), cambiar de conductas de riesgo a conductas seguras, lo que se dificulta cuando esas conductas ya son hábitos. Ahora bien, ¿qué recurso tenemos para gestionar hábitos seguros? Solo dos: La conducta de usuarios y la infraestructura, y aunque la Ley General de Movilidad y Seguridad Vial (LGMSV) constituya un marco legislativo con leyes efectivas y en consecuencia realmente gestione hábitos de conducta seguros, hay que reconocer que eso no será a corto plazo. En lo que transcurre el tiempo necesario, no podemos aceptar no tener seguridad vial (muertes en siniestros viales), ni tampoco debe de permitirlo quien lo puede evitar. Es por lo anterior que el único recurso que representa un área de oportunidad excelente a corto plazo es la infraestructura. La infraestructura por sí misma, físicamente puede evitar conductas de riesgo al gestionar y promover conductas seguras. Lo anterior con el valor agregado que es a corto plazo, podríamos decir que inmediato.
En el contexto de esta nueva concepción de la seguridad vial, una infraestructura congruente al uso lógico y la percepción acostumbrada evita conductas de riesgo que llevan a la muerte en siniestros viales.
La infraestructura es una excelente atenuante de lesiones al hacer visible una conducta de riesgo, gestiona la detección de faltas y aplicación de sanciones, reduce conflictos el restringir y/o canalizar movimientos de las distintas modalidades de tránsito, promueve la mejor percepción mutua de peatones, ciclistas y vehículs motorizados. Lo más importante es que la infraestructura adecuada gestiona físicamente velocidades bajas.
El autor es Arquitecto, ex director de vialidad en SPM del municipio de Hermosillo, excoordinador estatal de prevención de accidentes y exsecretario técnico del COEPRA, secretario técnico de Sonora Sin Victimas de Violencia Vial AC, auditor vial certificado por el CONAPRA, investigador de accidentes de trafico (taller de la universidad de Sevilla de España), asesor en proyectos de infraestructura y modelos de intervención operativos al servicio de la movilidad y miembro de la red Hermosillo como vamos.
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