López Obrador tiene muchos defectos: es narcisista, se cree iluminado, es pendenciero y actúa por instinto y por ocurrencias, pero tiene al menos tres grandes aciertos políticos. Uno, es que tiene un proyecto de nación claro, atractivo, sabe transmitirlo y lo resume en ‘primero los pobres’. Otro, es que se dirige a la parte de debajo de la pirámide social, a lo que él llama ‘pueblo bueno y sabio’. Un tercero es que se percibe auténtico: su desapego a los bienes materiales es real y sus intenciones de mejorar la situación de los de abajo es genuina. Este es un tipo de político que no existía antes y constituye un avance sobre el tipo de político falso y corrupto, representado por Don Perpetuo en aquellas tiras cómicas de Rius de los años setenta (¡Qué moderno yo!, ya me delaté).
Por otro lado, entre los problemas que enfrentamos los ciudadanos en la elección del 2024 está en no volver al sistema de partido único y hegemónico. De pasada, se requiere también que López Obrador no se construya en un maximato en el que él siga gobernando. Necesitamos mantener un sistema de partidos plural y con competencia entre partidos donde las elecciones tengan sentido.
La solución alópata
Usando este símil de la farmacia, la medicina alópata significa que la solución serían el PRI y el PAN, o tal vez solo el PAN y MC. Pero el gran problema es que carecen enteramente de los tres grandes aciertos de López Obrador: carecen de proyecto de nación atractivo, son una élite política clasemediera y la mayoría de ellos no son auténticos en su deseo de servir.
El PRI está acabado y ya casi todo emigró a Morena. El PAN tiene una sólida base en el 30 o 40 por ciento que representa la clase media, pero que no resulta atractivo para el 50-60% de la clase popular. Movimiento Ciudadano anda por el mismo rumbo y, aunque ha ganado en Jalisco y Nuevo León, tampoco tiene proyecto de nación claro y no se le ve mucha autenticidad.
Aunque pueden tener otros méritos, lo cierto es que las élites de los partidos tradicionales están perdidas y parecen ser cosa del pasado. Ya se sienten derrotados y solo están haciéndole el caldo gordo a Morena.
Como que hay que darle la vuelta a la página y avanzar a un nuevo tipo de político más auténtico y con arraigo popular.
La solución homeópata
El principio central de la homeopatía es que “lo similar cura lo similar”. O como dice el dicho: “un clavo saca otro clavo”, o que “para que la cuña aprieta, ha de ser del mismo palo”, o aquel otro de “para los toros del Jaral, los caballos de allá mesmo”. A Morena hay que combatirla con los mismos aciertos de López Obrador. Se requiere continuar y refinar un proyecto de nación que incluya proyectos creíbles de reducir la pobreza. Se necesita que las clientelas políticas no sean las empresas y los mafiosos, sino las clases populares. Hacen falta políticos auténticos que no vayan a servirse, sino a servir.
El problema actual de Morena, como el de cualquier partido ganador y que pinta para ganar, es que ya se llenó del antiguo tipo de políticos falsos y labiosos. Ya todos los políticos tipo Bartlett emigraron a Morena y están dispuestos a decir y hacer lo que haya que hacer con tal de mantener el hueso. Si solo hay un partido hegemónico, los políticos de viejo cuño están comprando boleto para reacomodarse en el próximo gobierno. Volviendo a Rius, son los que responden a aquel lema de “con el campeón hasta que pierda”.
Entonces, lo mejor para México (y no para López Obrador) es que Morena se divida y surja una nueva ala que depure y afine el proyecto de nación, que nos presente variantes y opciones de transformación o cambio estructural, que ponga a los politicos a competir y poder escoger a los más auténticos y a los que ofrezcan mayores garantías de honestidad, competencia y verdadero servicio público. Es mejor que haya competencia electoral.
No sé si esto se vaya a dar, pero sería medicina que la otra que solo sirve de placebo.