Hermosillo, Sonora.- “Me drogaba en mi casa, en el camino a la escuela, en la escuela, para ir a jugar futbol, para dormir, no estaba tranquilo si no tenía una pipa en mi bolsa”, contó Gustavo Buelna López, quien a los catorce años de edad empezó a consumir la droga y a los dieciséis ya la vendía.
Lo que Gustavo consumía era metanfetamina, mejor conocida como “cristal”, droga que ocupa el primer lugar en Sonora con mayor número de adictos.
“Empecé a vender mi ropa, mis tenis, empecé a decirle a mi mamá que me asaltaron para quitarme el celular, que había perdido la gorra y luego empecé a comprar cristal para vender y así sacaba para mi consumo”, recordó.
El joven de 25 años de edad, originario de Hermosillo, cuenta que entre sus clientes estaban doctores, dentistas, repartidores de pizza y hasta madres de familia enganchados a esta adicción que según el Observatorio Mexicano de Salud Mental y Consumo de Drogas se incrementó en un 215 % en la última década.
Al ubicarse Sonora en quinto lugar nacional con mayor número de adictos al cristal, la historia de Gustavo podría ser similar a la de cientos de hogares, disfuncionales o no.
“Vengo de una familia sumamente normal, papá y mamá casados, nunca me faltó besos ni abrazos, ni educación, nunca me faltó alimento, tampoco hubo violencia pero yo sentía un vacío”, explicó.
Empezó con mariguana y fumando ‘foco’ de manera experimental
Gustavo detalló que tenía 13 años de edad cuando probó la mariguana y que fue a los 14 años, estando en tercero de secundaria, cuando comenzó a consumir cristal de manera experimental y al llegar la preparatoria “ya no podía parar”.
Los datos del Sistema de Vigilancia Epidemiológica ubican a la metanfetamina como la sustancia ilegal de mayor impacto en Sonora con un 75.9% de incidencia; las cifras también ubican la mariguana como la droga de inicio entre consumidores del estado. Gustavo quedó enganchado en adicciones desde la adolescencia.
“A los 16 ya vendía, me dedicaba a meter droga a la escuela y a venderlo en el norte de la ciudad, el cristal me hizo pedazos, llegué a desconocerme”, narró el joven.
Estaba convencido de que no tenía un problema
Aunque podía pasar días sin dormir y estaba muy delgado, como siempre fue bueno en la escuela, con gusto por la lectura y andaba bien vestido, podía fácilmente pasar desapercibido como consumidor y vendedor de droga.
Sin embargo su madre sí se percató que algo andaba raro y comenzó a indagar al respecto. “Me encontró una conversación en el celular donde hablaba con otro amigo y estábamos buscando en donde drogarnos y entró en crisis”, recordó.
“Yo tenía pegado en la boca el ‘ya sé’, yo lo dejo cuando quiera, si yo quiero mañana lo dejó y así me aventé ochos años”, comentó el joven quien fue internado en un centro de rehabilitación en contra de su voluntad por decisión de su madre.
Ingresar a rehabilitación y experimentar “la malilla” fue difícil
La demanda de los centros de rehabilitación en Sonora es muy grande. De acuerdo con datos de la Secretaría de Salud hay 145 establecimientos enfocados en adicciones, de los cuales 141 son particulares y cinco pertenecen al gobierno.
Gustavo estuvo internado en varios lugares, sin embargo salía y volvía a consumir pues el síndrome de abstinencia, sensación conocida como “la malilla” era incontrolable.
“Tu cuerpo te sigue pidiendo la droga, te da calentura, dolor de huesos, diarrea, muchas ganas de dormir pero a la vez insomnio y delirios de persecución”, contó Gustavo.
Flor Garza Brunswick, directora del centro de rehabilitación La Posada del Buen Samaritano, explicó al respecto sobre esta etapa en el proceso de recuperación de adicciones:
“Es el tiempo más difícil y son los primeros diez días. Hemos tenido casos en donde me han desbaratado el área de desintoxicación, han levantado el laminado del piso, roto las camas y sabemos que es parte de lo que trae el consumo, gritan, se desesperan y piden se les dé de baja”, explicó la directora de La Posada del Buen Samaritano.
Para Gustavo el hecho de saber que con una sola dosis podía eliminar todos esos malestares fomentaba que siguiera consumiendo.
“Salía y me volvía a drogar, y me volvían a internar, mi familia se quebró por completo, mis padres al borde del divorcio, mi mamá gritando que me internaran y mi papá deseando trabajar horas extra para pagar otro centro de rehabilitación”, dijo Gustavo.
¿Cómo logró superar la adicción?
Gustavo entendió que no podía solo y con el apoyo de su familia, fuerza de voluntad y principalmente su fe en Cristo logró dejar atrás esa etapa de la vida y transformó su dura experiencia en algo positivo, pues hoy ayuda a otras personas a superarse.
Además siguió estudiando y está feliz pues le quedan sólo siete semestres para terminar la carrera de Psicología y poder acercarse a cumplir su sueño: abrir una clínica de rehabilitación.
“Llevo 5 años en cursos, diplomados, he tratado de especializarme lo más posible”, dijo el joven, quien además está certificado a nivel estatal como capacitador en el tema de adicciones y trabaja en el programa Advertencia instruyendo a jóvenes de secundaria.
Omar Balderrama Figueroa, director de la organización Amor y Convicción, explica que durante los años que tiene trabajando con adictos, exadictos y sus familias, han visto que superar el consumo no tiene nada que ver con nivel educativo, posición socioeconómica o religión, si no con fuerza de voluntad y hambre.
“Muchas veces en el enfermo adicto esa hambre se despierta cuando en realidad tiene hambre, por eso algunos tienen que tocar fondo, perderlo todo, para que no les quede alternativa, porque mientras haya comida el adicto lo va a seguir haciendo”, explicó Balderrama.