Columna ¿Qué sigue?
Han transcurrido 210 años desde que José María Morelos comenzara a reunir la inspiración para escribir el documento “Los sentimientos de la nación”. En esencia el texto planteó la independencia total, el rompimiento de todo vínculo con España y retomó los principios constitucionales de igualdad, soberanía y derechos del hombre. Nacido en Valladolid hoy Morelia, estudió la carrera de sacerdote en el Colegio de San Nicolás de donde se graduó en 1795. El conjunto de ideas expresadas se fundamenta en los ideales de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos de 1775, así como en la Revolución francesa de 1789 y especialmente en la Constitución Española de ese mimo año 1812.
Todo este contexto viene al caso, cuando se observa una realidad alarmante en el escenario nacional que ha alcanzado el grado de incomprensible. Esta semana nos hemos enfrascado en la discusión de dos temas que se introdujeron a la gran sala de debates del Congreso de la Unión, a partir de posibles reformas constitucionales que proponen extender la participación de la Guardia Nacional en materia de seguridad pública hasta el 2028 y por otro lado la discusión sobre la aplicabilidad o no de la prisión preventiva oficiosa. Pues “amen” diría el 80 por ciento de la población mexicana.
Relacionado a el tema del documento de Morelos, más que sentimientos, lo que hay es un mar de sentimientos encontrados. Resulta que partido distinto al que propuso la implementación de la Guardia Nacional propone su extensión, situación que confunde al resto de la población que ha jugado de un lado o del otro, porque no está segura hacia donde inclinarse. Además, todavía se debe inquietar, porque alguien anuncia que se va sí, pero quizás no, de una alianza que puede que decida una persona apoyar o puede que no.
Irónicamente algunos de los puntos de aquel memorable escrito decían así:
13.º Que las leyes generales comprendan a todos, sin excepción de cuerpos privilegiados, y que estos sólo lo sean en cuanto el uso de su ministerio.
14.º Que para dictar una ley se haga junta de sabios en el número posible, para que proceda con más acierto y exonere de algunos cargos que pudieran resultarles.
En honor a la verdad, los actores políticos del momento distan mucho de destilar sabiduría o asertividad, pero más grave que eso distan aun más de entender a todos y lo que es peor, tampoco son comprensibles. ¿Cómo puedo ponerme a favor o en contra de una práctica política que no entiendo, si lo primero que realmente ocupo es saber ¿cómo es que el poder político me va a garantizar una seguridad cada vez más amenazada?
Lo cierto es que desde que somos patria, la práctica de la política se ha ido haciendo complicada, menos descifrable y por lo tanto menos confiable y para abonar a la causa, en la mesa del juego sólo se abren la mitad de las cartas y “blof” es la gran apuesta.
Pero ¿cómo hemos llegado a adoptar este estilo tan visiblemente perdido?
¿A qué obedece que tanto México como el resto de Latinoamérica seamos países con alto rezago en materia política y desarrollo, distintos del vecino del norte Estados Unidos, si fuimos “civilizados” por los europeos 100 años antes que ellos? ¿Cómo pasa esto si nuestra organización política se inspiró en los mismos ideales?
Es una “irresponsabilidad cívica” conformamos con teorías sin sentido, como que la combinación española-indígena fue fatídica. La verdad práctica es que los norteamericanos fueron sólo colonizados y los latinos brutalmente conquistados. El entendimiento de “la propiedad” fue el móvil.
Los colonizadores de Norteamérica fueron distinguidos con la asignación de una tierra que debían defender, trabajar y hacer producir para su beneficio y el de sus herederos; mientras que en la conquista de México la consigna era “arrebatar” para la corona española, tierras, personas, creencias religiosas y hasta la historia de sus descendientes.
Aquí es donde podemos establecer una hipótesis. Después de una Independencia, una Revolución Mexicana y todas las transformaciones que creemos hemos superado, ¿somos una raza de criollos que arrastramos la destructiva actitud de primero arrebato y después averiguo? ¿Estamos conscientes que desde La Independencia vivimos un juego interminable, en el que nada más se cambian los papeles entre los abusivos y los abusados?
En principio, el señor presidente de este país tiene fincado su mandato en el voto de castigo y no el de la confianza. Y al parecer por los demostrado en los debates de las Cámaras, los perdedores de las campañas no entienden que en realidad no son fuerzas opositoras, sino equilibradoras.
Lo que es sigue es aceptar que es innegable que tenemos una falla de origen y no lo hemos detectado. En aras de alcanzar el poder, estamos pidiendo a la sociedad que “partidice” la inclinación de su razón, en vez de razonar su inclinación partidaria. Tal vez nunca leímos bien a Morelos. Habrá mucha fiesta por el mes patrio, es bueno celebrar nuestra libertad, pero no nos olvidemos de cuidarla. VIVA.