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viernes, noviembre 22, 2024

Bodas de sangre

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Columna Alas o pezuñas

Esta semana paseando por una librería, jaló mi atención lo colorado de un pequeño libro, lo compré, sus pastas hacían tono con el contenido y obvio, con el título, era: Bodas de sangre, de Federico García Lorca. Su nombre me hizo recordar, fechas, lecturas, espacios, idas, regresos y vueltas de vivencias y sueños _¿serán los sueños vivencias?_ que vienen desde el año 1975, quizá desde antes, pero antes que pasen al olvido mejor se las cuento.

Estamos en septiembre de 2019, por fuera de la plaza de toros de Ronda provincia de Málaga en España, cuando escucho las voces de dos personas que vienen del pasado. Uno es el torero Antonio Ordóñes quien se baja de su pedestal por ser el triunfador de la Corrida Goyesca, el otro, viene de la placa de bronce que está en el jardín adjunto, trae un habano apretado entre sus dientes y una descorchada botella de vino en la mano, es Ernest Hemingway, ahora ambos pasean por la alameda hasta llegar al Balcón del Coño en donde la tierra de tajo se convierte en precipicio, allá en el fondo el rio Tajo serpentea montado sobre un hilo de plata. Ernest, está enamorado de Ronda, la conoció como periodista en la guerra civil española y la vivió como amigo de los Ordoñes. De todo aquello nace su libro, Por quién doblan las campanas. El franquismo lo trae atravesado.

Ronda, tiene cimientos romanos, musulmanes, gitanos y cristianos. Ronda es andaluz, en donde se come, rabo de toro con unos tomates, así de grandes como toronjas.

A los días partimos hacia Granada. Son dos horas de un camino entre lomas y más lomas en donde sólo se ven olivares y más olivares. Al rato, a lo lejos y a la izquierda está la provincia Jaén, la reina del aceite de olivo. El tiempo corre, el frío se siente descendiendo por las faldas de la Sierra Nevada, pero antes y también a la izquierda, casi pegado a Granada se encuentra, Fuente Vaqueros, ahí nació Federico García Lorca en 1898.

Y, como “…la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.  Regresemos el calendario cuarenta y seis años atrás. Estamos en el año 1975 rodando por la Costa Brava. Franco aun no muere y en las farmacias no venden condones y ni píldoras anticonceptivas. Que lio. Salimos de Valencia rumbo a Tarragona, la tarde se hace noche lluviosa. Necesitamos alojamiento, hacemos paradas en hoteles y hostales en su búsqueda y nada. No hay, no hay, no hay, no hay… y el no hay, lo repitió una cansada voz en la oscuridad de un hotelito en Benicarló. Y como respuesta, de mi empapado enfado me salió un estentóreo: Chin… madre, qué en este p… pueblo no hay un cuarto de hotel. ¿Mexicanos? preguntó la voz, para mexicanos sí hay. Al día siguiente en el desayuno en nuestra mesa ondea la Bandera Mexicana y el viejo hotelero entusiasmado comenta: Yo pelee en la guerra civil con mexicanos y con un máuser que nos mandó el General Lázaro Cárdenas.  Ni quien lo dude, estamos en un territorio que fue bastión republicano durante aquel fratricida conflicto.

Al año siguiente de nuevo en España, entrabamos a un tablado que estaba, sigue estando, entre el Sobrino del Botín y el Arco de Cuchilleros, acceso a la Plaza Mayor de Madrid. Obvio era un espectáculo para turistas, ahí probé el vino de Jerez para hacer honor a Agustín Lara, quien baña con vinillo de Jerez a su chulona para hacerla emperatriz de lava pies. Ni el evento ni el vino me gustaron. A los días subíamos por unas veredas ruinosas a la Alhambra de Granada y entre ladrillos y piedras tumbonas te recibía en una deteriorada pared, con la bellísima y descriptiva frase del poeta mexicano Francisco de Icaza: “No hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada”. Ciertísimo, por dentro admirabas sus jardines, sus fuentes sus aposentos sus celdas… Luego, allá abajo cerca del Darro, fuimos a dar a unas cuevas para admirar el canto, el baile, la vida de los gitanos, en donde con olor humano, las abuelas, las hijas, las niñas y los demás, cantaban, palmeaban y taconeaban al ritmo de una guitarra, el baile erótico del provocador bailador y a la espera, una sensual morena “mitad bronce mitad sueño” quien “mueve brazos y manos como serpientes asustadas” su descomunal belleza. El ambiente contagiaba.

A la salida de ahí, ya de madrugada, en una pared nos impacta un reclamo denuncia: aquí mataron a un ruiseñor solo por querer cantar.

García Lorca fue poeta y dramaturgo, pero ante todo fue un luchador social sin metralletas, su arma era la palabra, el dialogo poético y el teatro, en donde la metáfora la convertía en símbolo educativo, con un sentir que da sentido a la razón de nuestro vivir:

Así lo expresó en cierta ocasión: “El teatro, es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país… un teatro sensible y bien orientado… puede cambiar en pocos años la sensibilidad del pueblo… un teatro destrozado en donde las pezuñas sustituyen a las alas puede adormecer a la nación entera.”

Me pregunto, si las series de televisión, de narcos, de rambos, de super héroes, de pleitos en octágonos, de terrores y miedos, de doctoras polos…  con sus contenidos pudieran ser pezuñas que estén ayudando, en parte, a destruir las alas creativas de nuestra nación.

La guerra civil española oficialmente la iniciaron el 17 de julio de 1936 y la “terminaron” en abril de 1939. A Lorca lo fusilaron y su cadáver lo dejaron en la cuneta o en una fosa clandestina, el 18 de agosto de 1936. A un mes de iniciada la guerra. Franco lo tenía en la mira, no fue por homosexual. No. A Federico García Lorca lo mataron ´por enseñar a pensar a su pueblo a través de la poesía y el teatro.

Leí Bodas de Sangre dos veces, y me quedé con ganas de releerlo otra vez.

José Rentería T.

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