Columna Agenda Abierta
La diferencia entre alcanzar un nivel de desarrollo sostenido o mantener en rezago permanente a las comunidades, parte de la asertiva, pero muchas veces aislada, tónica adoptada en algunas regiones del mundo para aprovechar ventajas y fortalezas de los diferentes estados, ciudades o comunidades vecinas para equilibrar o compensar las debilidades estructurales propias, incrementar la competitividad y construir sinergias, en beneficio de la población.
Se debe reconocer que hay estados y ciudades que, por su ubicación geográfica, condiciones climáticas, orografía, infraestructura o niveles de desarrollo, tienen mayores ventajas competitivas que sus vecinos en ciertos rubros. Pero también es importante reconocer que, en esas mismas aventajadas regiones, el rezago del “vecino” genera un freno al desarrollo propio y regional, y puede revertir las ventajas competitivas de la entidad más favorecida.
Por ello, una de las más exitosas fórmulas para alcanzar crecimiento y desarrollo está relacionada con la capacidad de integración de ciudades y comunidades, con base en objetivos comunes de desarrollo social, económico, político y cultural entre otros.
En el pasado reciente hemos escuchado sobre la integración de “Mega Regiones” como espacios de amplía zona geográfica con la participación de ciudades, incluso de estados nacionales diferentes, identificados, más que otro rubro, con la visión para consolidar potencialidades económicas a partir de plataformas de desarrollo tecnológico, educativo, comercial e industrial.
El entorno generado en los estados fronterizos de Sonora y Arizona es un claro ejemplo de integración de una región. Ambos estados comparten vínculos culturales, étnicos, históricos y sociales, pero dos factores impulsan en gran medida su vinculación más intensa: por un lado, los intercambios comerciales transfronterizos y, por otra parte, el constante flujo de insumos intermedios para la industria manufacturera de exportación en los sectores eléctrico, electrónico, automotriz, autopartes, aeronáutico y de biotecnología.
En conjunto, Sonora y Arizona cuentan con más de 10 millones de habitantes y sus economías tienen un valor que supera los 330 mil millones de dólares, esto de acuerdo con datos de Inegi, de la Universidad de Arizona y la Oficina de Análisis Económico de Estados Unidos.
Esta intensa relación industrial ha establecido, en el tiempo y el espacio, un aceptable y previsiblemente creciente proceso de integración productiva, con algunos visos de asimetría respecto a los beneficios para las partes involucradas. Es decir, no todos ganan en la misma proporción de su “apuesta”.
En Arizona el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita es al menos cuatro veces superior al de Sonora, y el porcentaje de población en pobreza en Arizona es casi la mitad del que tiene Sonora, desde luego guardando las diferencias de ingreso por habitante entre ambas entidades.
En razón de esto, hay que registrar que son mayores los flujos de inversión en materia de investigación, desarrollo e innovación tecnológica en el lado americano, beneficiando el desarrollo de mayores capacidades de ese lado de la frontera; mientras que privilegiar la formación de capital humano especializado con una estrategia de incubación de proveedores con mayor componente tecnológico, impulsará la movilidad social y los mejores sueldos y salarios de este lado de la frontera.
Estas visiones de integración regional tienen sus grandes ventajas y potencialidades, por ello la intención manifiesta hace unos días de articular una visión regional de los estados que integran el corredor del Pacífico-Norte del país reviste relevancia, no solamente por la posibilidad de plantear una alianza de trabajo en beneficio de las localidades y entidades de la región, sino porque a partir de un ejercicio de articulación regional se pueden estimar con mayor certeza avances futuros en diversos rubros.
Las integraciones regionales están relacionadas con espacios definidos como son ciudades y localidades que comparten en una región la misma problemática; la unidad base es la comunidad cuyas familias esperan vivir con niveles de seguridad física, patrimonial y jurídica para su desarrollo como personas.
Los colectivos aspiran a contar con servicios básicos de calidad como agua potable, alcantarillado, servicios de recolección de basura eficientes, vialidades funcionales y espacios de disfrute comunitario. Las familias y personas a partir de esas plataformas básicas observan naturalmente una expectativa de crecimiento personal a partir de la oferta de oportunidades de desarrollo laboral o empresarial.
La identificación de problemáticas conjuntas en el corredor Norte-Pacífico del país, la articulación de estrategias de atención a la inseguridad y garantía de paz social, las sinergias para el desarrollo agroindustrial de la región, la construcción de plataformas de valor agregado industrial y el diseño de un entramado que pueda construir polos sustentables de desarrollo, serán siempre una oportunidad para el desarrollo en beneficio de todos.
Moisés Gómez Reyna
Twitter: @gomezreyna