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sábado, noviembre 23, 2024

Vivir en la calle

Dulce Esquer
Maestra en Ciencias Sociales con especialidad en Políticas Públicas y licenciada en Ciencias de la Comunicación Promotora de la igualdad de género y una vida libre de violencia.

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¿Quién no sueña con espacios amplios para vivir? En México, millones de personas viven en la calle, abandonados a su suerte, aislados del derecho a una vida digna, discriminadas e invisibles.

Como muchos de los problemas sociales de la actualidad, la indigencia se ha vuelto cada vez más recurrente, y se ha fortalecido por el incremento en la venta, así como el consumo de drogas sumamente adictivas que agravan la situación de quienes no tienen un techo donde arroparse, ni un recurso económico que les provea de alimentación, servicios y oportunidades de desarrollo.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos prohíbe en su artículo primero, “toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas”, sin embargo, no permea en cambios culturales que permitan identificar las diversidades como áreas de oportunidad, y de tender lazos hacia los diferentes grupos en vulnerabilidad.

También, el derecho constitucional expresa garantías a la educación, a los servicios de salud, a la dignidad de las personas y a su identidad, pero en México no hay política pública para la atención de las personas en situación de calle, y la drogadicción empeora esta situación.

Cada vez es más común identificar como hábitat y modo de vida de muchas personas, los estacionamientos de tiendas de servicios o supermercados. La lógica radica en que el poder adquisitivo está ahí y es probable poder correr con suerte de recibir unas monedas o un refresco de
algún cliente sensible.

Quizá en ocasiones es más fácil no ver, cerrar los ojos y no imaginar el porqué de la situación que llevó esas personas a terminar sin control de sus vidas, y sin un respaldo social que se interese en resolver un problema, que pareciera individual.

Para quienes asumen que la pobreza es una situación de elección, a veces merecida, la indigencia no parece ser un problema que merezca empatía. Las drogas como factor de impacto, tampoco son un tema que sensibilice socialmente.

Sin embargo, como todo problema público, si pasa afuera, repercute adentro. Ninguna calle es ajena a la vida de ninguna persona. El contexto social termina por impactar de alguna manera la vida de todas las personas.

La calle es el traspatio, es el frente, donde conectamos con nuestras áreas de trabajo, de recreación, de vida familiar y social. Es el espacio público, y también la casa de quienes no tienen casa.

Hace años la indigencia representaba un problema fácil de atender. Era sencillo ubicar comedores comunitarios y apoyar a través de la asistencia social. Hoy en día en las calles viven un incalculable número de personas sumidas en las drogas y con severos problemas mentales a causa de su abusivo consumo.

De acuerdo con la Comisión Económica para América latina y el Caribe, CEPAL, La magnitud de la población de México que sobrevive “bajo la línea de la pobreza” y “bajo la línea de la indigencia” es mayor a la que, en promedio, registran América Latina y el Caribe.

Debido a que no hay un padrón ni cifras oficiales sobre esta población invisible, la CEPAL toma la línea de extrema pobreza  en esa clasificación. En este sentido, se habla de una población de alrededor de 14 millones de indigentes en México.

Aunado a ello, según las expectativas de esta Comisión, la crisis económica desatada por covid-19 en el mundo, dejará a millones de personas en la pobreza y pobreza extrema, y México será el país con mayores tasas de crecimiento en este rubro de todos los países de América Latina en 2020.

La indigencia es un problema múltiple de raíces y en consecuencias, requiere analizarse y enfrentarse con estrategias articuladas, vinculadas y sustentadas en presupuestos sensibles y marcos legales efectivos.

Hablamos de millones de cifras, de vidas humanas con rostro y nombre, de personas que seguramente tuvieron alguna familia, y que las circunstancias les trajeron como consecuencia una vida sin futuro y sin dignidad. Pero alrededor, también tenemos que analizar su impacto, y la serie de problemáticas que esto encierra: abuso sexual y explotación de mujeres y niñas en situación de calle, explotación infantil, drogas, robos y daños a propiedad privada y pública.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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