Columna Agenda abierta
Gilberto López Meyer, es un mexicano sobresaliente, hoy es el Vicepresidente Senior de Seguridad y Operaciones de Vuelo en una organización que es referente internacional para la evaluación y certificación de los espacios aéreos en el mundo. López Meyer es un directivo de alto nivel de la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA) y fue candidato a Secretario General de la Organización de Aviación Civil Internacional.
Él fungió por muchos años como titular de la Dirección General de Aviación Civil, en la cual hasta noviembre pasado estuvo un experto del tema, Rodrigo Vázquez Colmenares, cuando se desmanteló el área y dio paso a Agencia Federal de Aviación Civil que, como telón de fondo, recibió el menor presupuesto operativo en varios años, experimentó brutales recortes que provocaron, según fue publicado, su inoperancia y a la que llegó a dirigir un mando militar, que en materia de aviación civil, evidentemente, no era un indicado.
Con este escenario el Gobierno de Estados Unidos, a través de la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés), redujo esta semana la calificación de seguridad aérea de México pasando de la Categoría 1 a la Categoría 2 al concluir, luego de una evaluación practicada entre octubre de 2020 y febrero de 2021, que el país no cumple con los estándares en esta materia de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).
Hay que señalar que estas auditorías se llevan a cabo en el contexto del Programa de Evaluación de la Seguridad de la Aviación Internacional (IASA), donde toca a la FAA evaluar a las autoridades de aviación civil de todos los países con compañías aéreas que realizan vuelos a Estados Unidos y que participan en acuerdos de código compartido con aerolíneas asociadas de Estados Unidos.
Esta medida tendrá, sin lugar a dudas, la consecuencia adicional de que las aerolíneas estadounidenses ya no podrán comercializar y vender boletos de aerolíneas mexicanas en códigos de designación en vuelos operados por México y además habrá un aumento en la vigilancia de los vuelos de aerolíneas mexicanas hacia Estados Unidos.
La degradación de la calificación de México a la Categoría 2, por no cumplir con los estándares de seguridad, ocurre después de una tras una auditoría en la que se realizaron 28 observaciones y se habría detectado, entre otras cosas, falta de inspectores calificados para efectuar supervisiones.
De manera adicional, ha sido publicado que dentro del sector aeronáutico existe inconformidad por parte de los pilotos, por la imposibilidad de renovar de manera ágil y expedita las licencias para volar, además de la ausencia de supervisiones médicas desde hace más de un año.
El desmantelamiento de este tipo de instituciones comprueba, una vez más, que la agenda de austeridad, además de provocar costos mayores que los ahorros que eventualmente pueda representar, se convierte en un ataque a los órganos técnicos y a los profesionales con experiencia, que al final provoca peores resultados.
El desmantelamiento de la Dirección General de Aviación Civil no es una casualidad, sino que fue un proyecto dirigido de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.
Un país como México, altamente dependiente del intercambio comercial con Estados Unidos y del turismo que proviene de ese país, está ahora en la misma categoría de países como Bangladesh, Venezuela o Pakistán, es decir, en un estatus de incumplimiento de los estándares básicos en materia de seguridad aérea.
De los 86 países evaluados por la FAA, 10 están en la Categoría 2. La pregunta que salta a la vista es si realmente estará tan mal la seguridad aérea de México como para estar al nivel de países con niveles de desarrollo muy inferiores al nuestro.
El gobierno federal ha minimizado el impacto de esta determinación puesto que, según ha señalado, las aerolíneas mexicanas están concentradas “en el mercado interno”.
En este sentido vale la pena resaltar que México es el segundo destino turístico más popular entre los estadounidenses, que unos 12.8 millones de turistas de Estados Unidos y Canadá viajaron a México durante el 2019, antes de la pandemia, y que prácticamente no hay aerolínea mexicana que no cuente con numerosos vuelos a ese país.
Algunos otros han señalado, equivocadamente, que esto no afectará el funcionamiento de los vuelos actuales. Y, sin embargo, debemos apuntar que esto a la larga volverá más caro viajar a Estados Unidos, lo cual acarreará la perdida de empleos en la industria aeronáutica, afectación en la conectividad aérea entre compañías mexicanas y estadounidenses que operaban vuelos con códigos compartidos, especialmente los valiosos en términos comerciales y logísticos por la facilitación de escalas.
El tema no es menor. México es el único país del G-20 y de la OCDE, actual miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y actual presidente de la Comunidad Latinoamericana de América Latina y el Caribe, en el grupo de las naciones reprobadas en cuanto a prácticas de seguridad aérea no establecidas por Estados Unidos, sino por la Organización de Aviación Civil Internacional.
En paralelo, preocupa sobremanera que, según la información de la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos, la autoridad de aviación civil mexicana carece de la experiencia técnica, los recursos humanos, la capacitación, el mantenimiento y los procedimientos de inspección y resolución satisfactoria de problemas de seguridad.
A esta información, se debe señalar que si no ha habido un accidente aéreo en México, como el que ocurrió en el metro de la ciudad de México, seguramente ha sido por el profesionalismo de las aerolíneas mexicanas que, paradójicamente, pagarán el precio de un gobierno que ha considerado la austeridad antes de verse como atento, aplicado, responsable y eficaz ante la comunidad internacional.
Por Moisés Gómez Reyna
Twitter: @gomezreyna