Comencemos por las preguntas que trataremos de responder.
¿Por qué arrasó el PRI en Coahuila e Hidalgo? ¿Es el resurgimiento del otrora ‘partidazo’? ¿El inicio de la tumba de Morena?
¿Por qué fueron capaces de ganar, casi, los 16 distritos de 16 en Coahuila y la mayoría de los 84 municipios de Hidalgo?
¿Es como el multicitado cuento de Monterroso: Y cuando despertó, el dinosaurio seguía ahí? O bien, ¿será que los electores decidieron irse por la versión original, el priismo, que tanto se parece a Morena, al menos en los 70?
¿Es un “serio revés” para Morena, como dice Porfirio Muñoz Ledo, suspirante a dirigir el partido en el gobierno o algo así?
Vamos por partes. Pero le adelanto que ninguna de estas preguntas la respuesta es “sí”.
Es más, quién más debería estar preocupado es el PAN, quien más perdió, sobre todo en Coahuila donde han ganado ya importantes ciudades como Saltillo, Torreón, Monclova, y la histórica lucha por Piedras Negras. Ahora sólo tuvo el 10% de la votación y eso que en el Norte del país solían tener más influencia.
¿Por qué ganó el PRI?
Cuentan mis fuentes en Coahuila que se debe a dos cosas de la real politik: en primer lugar porque el gobernador (que termina hasta un año antes que AMLO, es decir, aún le quedan años de gobierno) se puso las pilas las últimas semanas.
Sí, por supuesto que dio la instrucción de “operar en territorio”, como se le dice. Ya sabe: mandar enviados de las secretarias estatales para ‘recordar’ a votantes lo mucho que los han apoyado, les han dado becas, etc.
Aún así, ni sus propias encuestas les daban tal ventaja. El estimado de votación incluso estuvo a la alta, siempre se esperó entre 25 y 30% por ser elecciones solo locales y llegó hasta casi 39%. También tenían los candidatos –si bien parte de la clase política priista por herencia- más posicionados.
¿Fue un serio revés para Morena?
No. Lo que debería sorprenderle a Muñoz Ledo, Mario Delgado incluso a Citlalli Hernández (quien será la secretaria general de Morena, gane quien gane la futura encuesta) es que ganaron pese a que sus candidatos y candidatas casi casi compitieron en una encuesta de impopularidad. Nadie los conocía. ¿Recuerda el efecto AMLO en el 2018 cuando hasta cuando no había candidato ganaba? Casi.
Morena se quedó con el segundo lugar en las votaciones en uno de los poquísimos estados que no ha tenido alternancia (se antoja que Riquelme puede ser el último gobernador del PRI). Su crecimiento fue grande para elecciones locales, ojo: de 5 hasta 25 o 30%.
Péjele a quien le peje, pues, el efecto AMLO vive. Y eso que no se vio gran movilización casa por casa (también por la pandemia) para votar por Morena o promover programas federales (que siempre son más que los locales y más ahora).
Hipótesis a comprobar: Morena hoy no está apostando –porque está distraído con sus problemas internos o por una estrategia más allá- por Estados en donde no se renuevan gubernaturas el año que entra. Ahí sí echarán ‘toda la carne al asador’.
Pregunta maquiavélica: ¿no es mejor tener un PRI confiado en su posible triunfo y el año que entra con las diputaciones y luego con la gubernatura agarrarlos confiados y desprevenidos?
Las tres muertes de Marisela Escobedo
Aunque suene yo a Álvaro Cueva (querido amigo y respetado crítico de televisión) por favor no se pierda el documental “Las tres muertes de Marisela Escobedo”, de Carlos Pérez Osorio Está en Netflix; tiene que verla.
Desde la entrada, la persona que lo ve queda enganchada cuando escucha un testimonio de la misma Marisela Escobedo a cuadro, quien dice:
“Le he perdido el miedo a todo. Le he perdido el miedo a la muerte, que es lo peor que me podría suceder. He enfrentado a las autoridades. He enfrentado al gobernador. He enfrentado a quien se me ha puesto enfrente y quiero que mi hija, donde quiera que esté, sepa que la amo, que no voy a dejar de luchar hasta que se le haga justicia”.
Se trata de la historia de un heroína de la sociedad civil moderna, Marisela Escobedo, quien se dedicó (como quizá muchas otras mujeres en México y más hoy) a pedir justicia por el feminicidio de su hija, Rubí Marisol Freire, quien fue asesinada por su pareja, Sergio Rafael Barraza.
Ella luchó, como bien lo dice, hasta el último día de su vida, cuando fue asesinada el 16 de diciembre de 2010 en las puertas (no es metáfora) del Palacio de gobierno de Chihuahua ante un César Duarte que no ató ni desató (y que ahora también está preso).
Es el retrato perfecto de la impunidad en la que vivimos. Claro que es un documental triste y duro, durísimo, pero es más actual que nunca y nos hace comprender el abismo en el que está gran parte de la justicia en México, incluso para casos que, como el de ella, logran arrebatar la atención de los medios. Comprender hasta donde había -¿o hay?- convivencia entre autoridades políticas y la delincuenca organizada en muchos lados del país.