Columna por Dolia Estévez/Sin Embargo
Luis Videgaray Caso rompió su silencio político. Por primera vez, admitió haber cometido “errores” en respuesta a un incisivo estudiante mexicano que le preguntó sobre su implicación en los mayores escándalos de corrupción del sexenio de Enrique Peña Nieto en un foro en febrero, a una semana de la detención de Emilio Lozoya Austin en España. El estratega del sexenio pasado no quiso abundar, aduciendo a que “la charla no es sobre México”.
El estudiante lo confrontó sobre su papel en Odebrecht, Pemex, Lozoya, OHL, malversación de fondos para las campañas priistas, Monex y Soriana, en el marco de una conferencia sobre Inteligencia Artificial (AI), en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde trabaja Videgaray Caso. “Valdría la pena abordarlos en el contexto de su discurso sobre confianza y democracia, porque se me ocurre que es el enorme elefante en el cuarto”, señaló el estudiante, quien dijo llamarse “Alonso” y cursar el último año de Matemáticas.
“Defiendo mi trayectoria y mis acciones. Obviamente, como hacedor de política, hice buenas cosas y cometí errores, pero aprendí mucho. Con gusto hablo contigo cuando quieras, la puerta de mi oficina siempre estará abierta y podemos discutirlo”, respondió (YouTube, “De los principios a la implementación: los retos de la política de AI en todo el mundo”, 21/02/2020). No fue posible encontrar al estudiante.
La semana pasada, pregunté a Videgaray si ha sido contactado por la Fiscalía General de la República (FGR) tras los alegatos de Lozoya Austin en su contra, si tiene abogado y cómo responde a las imputaciones que hace Lozoya sobre su participación en la compra de Agronitrogenados. “Desde que salí del Gobierno de México me he abstenido de dar entrevistas, o publicar opiniones en medios o redes sociales. Sigo apegado a esta decisión personal, y agradezco mucho tu comprensión. Reitero mi compromiso de que, cuando decida hacer públicas mis opiniones, será un gusto conversar contigo”, me respondió, reiterando lo que me había dicho cuando lo busqué recién se mudó a Cambridge, Massachusetts, en septiembre de 2019.
Luis Videgaray vive en una burbuja académica, solo en un pequeño departamento a unos pasos del campus universitario, fuera de los reflectores, concentrado en su trabajo, dando clases y conferencias antes de la pandemia. Adoptó el look del desenfadado profesor con chaqueta sport y camisa de color. Viaja a la Ciudad de México a visitar a su familia, aunque no se sabe con qué frecuencia.
Está en compás de espera, arropado por la institución en el altar de la ciencia estadounidense, cuyo presidente es su amigo. Se ha mantenido al margen de la grilla política que lo vuelve a poner en el ojo del huracán con la extradición de Lozoya.
“Puedo confirmar que el señor Videgaray continúa como profesor visitante senior… y director del proyecto sobre AI de MIT… MIT confirma el empleo de individuos, pero no discute la extensión de esas designaciones”, me dijo Kimberly Allen, directora de Relaciones con Medios.
En abril de 2018, a seis meses de concluir el sexenio, Videgaray preparó el terreno para su exilio académico. Visitó MIT, donde obtuvo su doctorado en economía en 1998, para ofrecer la contribución del gobierno de México al tema de AI. Se entrevistó con la comunidad científica, lideres empresariales locales y con el alcalde Boston. Se reunió con el presidente de la institución, el ingeniero venezolano Leo Rafael Reif, con quien discutió el proyecto de la ONU sobre el impacto de AI en los países con capacidad digital limitada (SRE blog 15/04/2018).
En el foro de febrero, Videgaray mostró su dominio sobre AI, tecnología definida como el desarrollo de algoritmos con datos que ayudan a tomar decisiones o predecir comportamientos. Advirtió contra el riego de corrupción y manipulación si AI es utilizada para espiar y manipular datos. El uso de AI se decide mediante la toma de decisiones democráticas, por lo que la “ética y moralidad” en última instancia son conceptos abstractos. “Si los datos no son claros, los algoritmos pueden conducir a conclusiones falsas… la pregunta no es sobre la tecnología, sino sobre las instituciones gubernamentales”. Habrá muchos que encuentren paradójica su advertencia sobre el uso no ético de las tecnologías. Fue el sexenio pasado el que las usó para espiar a periodistas y críticos.
Respecto a si AI puede ser desarrollada por ciudadanos comunes no sólo corporaciones, dijo que, si bien la construcción de algoritmos es posible, el poder de las máquinas y las bases de datos son propiedad de corporaciones como Facebook, Google y Amazon.
UNA AMENAZA LLAMADA LOZOYA
Videgaray y Lozoya terminaron mal. Los defensores del primero dicen que rompieron porque el exsecretario de Hacienda lo confrontó cuando se percató de la corrupción masiva en el caso de Odebrecht. Lozoya fue forzado a dejar Petróleos Mexicanos (Pemex). Como ex miembro del Consejo de Administración de Pemex, Videgaray habría dado el visto bueno a los desfalcos en la petrolera por la compra millonaria de Agronitrogenados. El juicio puede permitir a Lozoya Austin vengarse de Videgaray Caso. Tendrá que aportar elementos probatorios que puedan judicializarse no sólo información.
Hasta ahora, Videgaray no ha sido acusado de nada. En la pesquisa de la FGR sobre él y su familia, no aparecen empresas en donde se tenga sospecha de que haya estado involucrado, o que se hubieran prestado para operaciones opacas, de acuerdo con la prensa. Según la revista Proceso, las autoridades mexicanas lo “tienen ubicado” en Nueva York. Una búsqueda en Google les bastaría para saber donde está.
Durante el sexenio, se le implicó en un presunto conflicto de interés en la compra de una unidad en el club de golf de Malinalco con un préstamo de H&G, propiedad del empresario Juan Armando Hinojosa Cantú, también involucrado en la compra de la “casa blanca” de Angélica Rivera y Peña Nieto. Videgaray se defendió diciendo que la compró en octubre de 2012, antes de que fuera Secretario de Hacienda. El tema no fue investigado.
No está claro a qué “errores” y “lección” se refirió en su admisión en el MIT. El hecho en sí es insólito viniendo de un hombre con fama de arrogante, al que muchos le atribuyen una inteligencia privilegiada. ¿Va a ser esa su defensa? ¿Errores, pero no delitos? ¿Humildad, no arrogancia? En el corrosivo sistema de corrupción mexicana, es muy delgada la frontera entre abuso de poder y comisión de delito. Entre más grande es el poder, mayor es el abuso.
*Dolia Estévez es periodista independiente en Washington, D.C. Inició su trayectoria profesional como corresponsal del diario El Financiero, donde fue corresponsal en la capital estadounidense durante 16 años. Fue comentarista del noticiero Radio Monitor, colaboradora de la revista Poder y Negocios, columnista del El Semanario y corresponsal de Noticias MVS. Actualmente publica un blog en Forbes.com (inglés), y colabora con Forbes México y Proyecto Puente. Es autora de El Embajador (Planeta, 2013). Está acreditada como corresponsal ante el Capitolio y el Centro de Prensa Extranjera en Washington.