La depresión es un trastorno del estado de ánimo en el cual los sentimientos de tristeza, pérdida, ira o frustración, insomnio y pérdida del apetito interfieren con la vida diaria durante semanas o por más tiempo. La afectación oscila entre 10 a 40% en personas que sufren enfermedades medicas crónicas y degenerativas, el riesgo se incrementa al vivir la experiencia de pérdidas vitales y alcanza hasta el 70% de riesgo en personas institucionalizada. La depresión en este grupo de edad, no es una parte normal del envejecimiento y con frecuencia, no se reconoce ni recibe tratamiento.
Los cambios en la vida de los adultos mayores, pueden incrementar el riesgo de depresión o llevar a que la depresión existente empeore. Hijos que dejan el hogar y quedan solos en casa. Cambio de hogar, como por ejemplo a un albergue, padecer un dolor de difícil control o enfermedad crónica. El fallecimiento de uno de los cónyuges o amigos cercanos. La pérdida de la independencia (por ejemplo, problemas para cuidarse sin ayuda o movilizarse, o incapacidad para conducir un auto, realizar las actividades por sí mismo. La depresión también puede estar relacionada con un padecimiento físico, como: Trastornos tiroideos, enfermedad de Parkinson, cardiopatías, cáncer, enfermedades vasculares cerebrales. El consumo excesivo de alcohol o el uso de determinados medicamentos (como los somníferos) puede empeorar la depresión.
Muchos de los síntomas de depresión se pueden detectar fácilmente. Sin embargo, hacer el diagnóstico preciso por los problemas que coexiste, es necesario que sea en manos de un médico. Los síntomas comunes como fatiga, falta de apetito y problemas para dormir también pueden ser parte del proceso de envejecimiento o de un padecimiento físico. Como resultado de esto, la depresión temprana puede ser ignorada o confundida con otras afecciones que son comunes en los adultos mayores. El ánimo deprimido o irritable por lo menos 2 semanas, pérdida de todo interés y del placer y marcada disminución del interés o placer son síntomas clave para sospechar depresión. Alteraciones del peso o del apetito, problemas del sueño, alteraciones en la actividad, ya sea agitación o lentitud, fatiga o pérdida de la energía, auto-reproche o culpabilidad inapropiada, pobre concentración o indecisión, pensamientos de muerte y/o planeación suicida, señales de alerta máxima para solicitar ayuda urgente.
Ante la sospecha de un episodio depresivo, hay que realizar un examen físico y evaluación del estado de ánimo. Los análisis de sangre y orina se pueden ser necesarios para buscar una enfermedad física, en el cual se debe excluir padecimientos metabólicos, endocrinos, enfermedades sistémicas, intoxicación por drogas y otras enfermedades mentales como la demencia. Es probable que se requiera de un especialista en salud mental para ayudar con el diagnóstico preciso y el tratamiento.
Los primeros pasos del tratamiento será tratar cualquier padecimiento que pueda estar causando los síntomas. Suspender cualquier medicamento que pueda estar empeorando los síntomas emocionales y motivacionales. Evitar el alcohol y en lo posible el uso de somníferos. Si estas medidas no ayudan, están indicados los antidepresivos y la psicoterapia. Los médicos generalmente prescriben dosis más bajas de antidepresivos para las personas mayores e incrementan la dosis en forma más lenta que en los adultos más jóvenes, ayudando a mejorar los síntomas depresivos y hábitos perjudiciales como la pérdida del apetito e insomnio.
Para manejar mejor la depresión en el hogar, recomiendo que le ayuden a hacer ejercicio regularmente. Mantenerlo rodeado de personas cariñosas y positivas, y realice actividades agradables, Ayudarle a incorporar hábitos saludables del sueño. Permitir que hable de sus sentimientos con alguien de confianza será de gran ayuda. Organizarle sus pastilleros, para que tome los medicamentos correctamente y hable a su médico de cabecera, de cualquier tipo de efectos secundarios.
La depresión con frecuencia responde al tratamiento médico y psicosocial. El pronóstico generalmente será mejor para aquellas personas que tengan acceso a servicios sociales, familia y amigos que puedan ayudarlos a mantenerse activos y ocupados. La complicación más preocupante de la depresión es el suicidio. Los hombres representan la mayoría de los suicidios entre las personas mayores. Los divorciados o viudos están en mayor riesgo. Las familias deben prestar mucha atención a familiares mayores que estén deprimidos y vivan solos.
Contactar al médico, si se la pasa sintiendo tristeza, minusvalía o desesperanza, o si llora con frecuencia, por cambios en el apetito o sueño. Asimismo, consulte si está teniendo dificultad para enfrentar situaciones estresantes en la vida. Acudir a la sala de urgencias más cercana o llamar al número local de emergencias 911, si se presenta riesgo suicida.
Es importante conocer cuales actividades serán de gran ayuda para aliviar el mal humor, disminuir la severidad de los síntomas o en la etapa de recuperación, para evitar recaídas. Las personas que cuentan con redes sociales activas tienen menor probabilidad de deprimirse luego de pérdidas importantes. En primer lugar, asegurar la supervivencia, el bienestar físico, la suficiencia de alimento y vestido. Proporcionar los vínculos afectivos, no solo en la enfermedad, sino también en su rehabilitación. Fomentar en el adulto mayor, estilos de vida saludables (ejercicio aeróbico, dieta sana, erradicación de adicciones etc.), así como promover la asistencia a grupos de atención social a la salud y terapia ocupacional. Ayudarle a realizar actividad física compartida tiene efectos favorables sobre la disminución del riesgo de padecer depresión.
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