En alguna ocasión leí un libro titulado “No empujes el río que fluye solo”, con el puro nombre es suficiente para reflexionar días, meses y años, siendo de gran provecho para entender a la humanidad que está en un constante comienzo.
Vivir dándose cuenta de las reglas, los condicionamientos, los debo, los no debo, pensamientos y creencias limitantes, que en el camino van formando y forjando un destino por el cual no podemos sino responsabilizarnos de lo que hemos construido. Conscientes o inconscientes.
Lo importante del darse cuenta es la oportunidad de poder modificarlo conforme se vaya creciendo, desarrollando; pero sobre todo volando alto y sacando la cabeza “del mundito pequeño y reducido” que muchas veces pensamos es todo lo que tenemos, o es todo lo que somos. Hoy el COVID-19 nos recordó que ni somos todo lo que teníamos, ni somos todo lo que pensábamos.
Esta mañana tuve la oportunidad de escuchar a una Maestra de Vida que reflexionaba sobre las oportunidades que la vida nos da. Mencionaba que hay que tener “las pilas bien puestas” para darnos cuenta de ellas, porque pasan frente a nosotros, una y otra vez, convirtiéndose en oportunidades perdidas porque no nos percatamos de ellas.
Nos toca ahora preguntarnos si vamos a fluir o nos quedamos estancados, si buscamos nuevos caminos o nos lamentamos por lo que teníamos.
“El río fluye, resistirnos o no, depende de cada uno de nosotros”.
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