En una entrevista que el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud sostuvo con Denise Maerker el pasado 13 de mayo, se reconoció que el regreso a la nueva normalidad implica también aprender a vivir con los agentes patógenos. Entender que puede haber rebrotes e incluso nuevos virus que como el SARS-CoV-2 surjan, y del mismo modo que en esta pandemia, nos obliguen a tomar medidas tan drásticas como la que hemos tomado.
Entre los aspectos que se deben considerar para esta nueva normalidad también tenemos que contemplar los servicios culturales que los gobiernos en sus tres niveles prestan a la ciudadanía, y entre estos se encuentran las bibliotecas públicas.
Para esto debemos ampliar la visión que tenemos de una éstas. Dejar de verlas como esos edificios grises y semiabandonados en los que el gobierno guarda libros esperando que uno que otro desbalagado se presente físicamente para pedir prestado algún titulo o refugiarse del calor un rato. La biblioteca de la que les hablo debe ser vista como un recinto en el que el Estado pone a disposición de la ciudadanía contenidos culturales en diferentes formatos, tanto en papel como en video, foto y ahora también necesariamente en digital.
Estos espacios también deben ser de encuentros, convivencia, socializar lecturas y compartir ideas. En los actuales recintos probablemente ya se tenga a un cierto número de usuarios cautivos, pero sin duda tienen que buscar nuevas estrategias para llegar a nuevos públicos porque solamente 23.9% de los sonorenses visita las bibliotecas públicas por lo menos una vez al año de acuerdo a la última Encuesta Nacional de Hábitos, Practicas y Consumo Cultural de Conaculta del 2010. Un porcentaje que muy probablemente ahora sea menor porque poco se ha invertido para actualizar la red de bibliotecas públicas desde la última vez que se realizó la encuesta citada.
La presente crisis obliga a las instituciones culturales a replantearse sus políticas públicas para garantizar el acceso a la cultura de la población, pues en esta nueva normalidad los eventos masivos y los festivales dejan de ser una opción. Es aquí donde se debe ver el área de oportunidad para relanzar espacios culturales que se habían olvidado y recuperarlos en una modalidad que funcione para nuestra nueva realidad. Entre estos, las bibliotecas son ideales para concentrar la actividad que garantice el acceso a la cultura de la ciudadanía y donde se complemente parte de las nuevas necesidades pedagógicas que las escuelas necesitan para fomentar el desarrollo humano.
Tener una Biblioteca Digital del Estado de Sonora como en la Generalitat de Catalunya tienen el servicio de préstamos de contenidos digitales de las bibliotecas públicas catalanas a través de la aplicación de “eBiblio” donde se pueden encontrar más de 100 mil títulos en castellano, catalán, francés, inglés, alemán, entre otras lenguas, seria un relanzamiento de este servicio cultural del Estado e incluso en nuestra región se puede ver la oportunidad de facilitar el acceso y difundir contenidos en lenguas indigenas.
Actualmente la biblioteca digital del ISC solamente maneja algunos títulos en su acervo y su acceso es complicado y poco amigable. Con una aplicación como la que menciono, los usuarios tendrían un mejor acceso al préstamo de libros digitales, películas, revistas, audiolibros, documentales, música y otros productos culturales locales o de otras latitudes, pero sobre todo se renovaría este servicio cultural con una plataforma digital que permitiría también llegar a usuarios a los que desde la manera tradicional ya no se llegaba.
La crisis que se vive también abre nuevas posibilidades para renovar los espacios de la cultura en Sonora. Fortalecer los servicios culturales digitales debe ser una de las prioridades para que en esta nueva normalidad la ciudadanía pueda tener siempre acceso a un servicio cultural como es el acceso a la literatura, el cine, la música, video danza y muchos productos culturales que pueden tener un formato digital.