Este 2020 fue catalogado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente como un ‘Súper año’ para la biodiversidad
El 22 de abril se celebra, en muchos países, el Día Mundial de la Tierra. Su promotor fue el senador estadounidense, Gaylord Nelson, quien instauró ese día para crear una conciencia sobre los problemas de superpoblación, contaminación, conservación de la biodiversidad y otras preocupaciones ambientales.
Hace 50 años de la promulgación del día de la tierra, muchas cosas han surgido desde esta fecha que de alguna manera nuestras vidas han cambiado en menor o mayor medidas en función de la relación que tenemos con nuestra madre tierra.
El suelo que pisas, el aíre que respiras y todo lo que comes, bebes, tocas o hueles pertenecen al planeta en el que vives. Según los últimos informes científicos, un millón de los casi 8 millones de especies de animales y plantas que existen en el mundo están en peligro de desaparecer. Además, nunca en la historia de la humanidad los ecosistemas se habían deteriorado a la velocidad con la que lo hacen hoy.
La tierra sufre. Los incendios en Australia, los mayores registros de calor terrestre, ahora nos enfrentamos a COVID -19, una pandemia sanitaria mundial con una fuerte relación con la salud de nuestro ecosistema.
El cambio climático, los cambios provocados por el hombre en la naturaleza, así como los crímenes que perturban la biodiversidad, como la deforestación, el cambio de uso del suelo, la producción agrícola y ganadera intensiva o el creciente comercio ilegal de vida silvestre, pueden aumentar el contacto y la transmisión de enfermedades infecciosas de animales a humanos como lo estamos padeciendo en este 2020.
De acuerdo con las Organización de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, una nueva enfermedad infecciosa emerge en los humanos cada 4 meses. De estas enfermedades, el 75% provienen de animales, afortunadamente la ciencia ha podido detenerlos a tiempo. Esto muestra las estrecha relacione entre la salud humana, animal y ambiental.
Científicos aseguran que, en medio de la incertidumbre y la tragedia de las vidas perdidas hasta hoy, el coronavirus nos abre una ventana para reflexionar sobre las consecuencias que puede tener el cambio climático.
La ciencia ha encendido todas las alertas para demostrar que, si no se toman acciones, el cambio climático “va a generar dolor y sufrimiento humano parecido al que estamos viviendo ahora”. Confirmando con ello las voces de expertos que afirman la estrecha relación entre la interacción integral entre todo lo que significa vida, y cualquier alteración en el mantenimiento de su equilibrio, seguramente impactará de manera contundente en la salud de los humanos.
Parte de lo que viene experimentando el mundo y nosotros como una más de las especies que habitamos en él, es la presencia de nuevos virus, mutaciones, enfermedades o nuevos vectores de enfermedades en lugares donde no existían, lo cual es el resultado indudable del aumento de la temperatura, de la pérdida de los ecosistemas y del comercio de vida silvestre para fines domésticos como los más importantes. En el caso de la pandemia del COVID-19 aunque aún no se sabe exactamente cuál fue la cadena de transmisión de la enfermedad, “todo indica que fue a través de un animal”
Otro factor muy delicado es la transformación del uso de la tierra para la expansión de la frontera agrícola, así como el asentamiento de ciudades, ya que han hecho que el hombre llegue a sitios donde antes no llegaba, lo cual ha permitido que los seres humanos entren en contacto con especies a las cuales antes no tenía acceso y, a su vez, “con reservorios naturales de patógenos como el COVID-19 que es al que nos estamos enfrentando actualmente”. Considero que, de esta manera, se transmiten enfermedades de los animales al hombre.
Desde el punto de vista de la economía y el manejo político, es claro que el rumbo que hemos tomado es sumamente peligroso basta señalar que la presente pandemia que estamos viviendo bien puede ser la última señal que nos envía el planeta, por lo que se vuelve urgente hacer cambios en la forma de como nuestras relaciones humanas y las autoridades que de ella emanan reflexionemos con seriedad y profundidad ética y moral que es nuestra, la irresponsabilidad el infringir la desestabilización de nuestro planeta que se traduce en la mayor incógnita y precedente jamás documentado de la indiferencia para el presente y futuro de las nuevas generaciones.
Considero que el reto que debemos asumir sería en dos niveles; el primero a nivel ciudadano, consistente en una mayor conciencia que se traduzca en conductas pro-ambientales y ser modelo para nuestros hijos en esta lucha de sobrevivencia humana. Y segundo que los líderes más poderosos del mundo se desprendan de una actitud voraz y salvaje de acumulación de bienes como objetivo de modelo económico.
Ya está comprobado que el actual modelo, ha sido y seguirá siendo la principal amenaza de la vida en nuestro planeta; teniendo como preámbulo hambrunas, infecciones, violencia, discriminación, sequias e inundaciones nunca experimentadas.
Para muchas habitantes (me incluyo) de este planeta consideramos que esta pandemia del COVID-19 es el aviso final, para hacer cambios de fondo estructurales que nos garanticen una alta posibilidad de seguir llamándonos humanos.
