Hay animales que rescatan personas. Son perros y gatos que, literalmente, salvan la vida de su “humano” porque llegan a su existencia en el instante más necesitado, en el momento más complejo, ahí donde la cercanía de ese pequeño ser les regala un afecto desinteresado capaz de despertarlos de sus tristezas, de sus miedos y soledades.
Los psicólogos sociales no dudan en decirnos que los animales domésticos son figuras naturales de apego humano. De hecho, siempre lo han sido. Nuestra vinculación con los perros, por ejemplo, se retoma incluso a nuestro pasado evolutivo, ahí donde los primeros grupos sociales incluían ya la compañía de algún can.
Edward Osborne Wilson conocido biólogo y etólogo, acuñó lo que se conoce como biofilia, una dimensión que los propios animales nos transmitieron ya desde esos remotos años por una razón muy concreta. Los grupos de humanos que tenían con ellos a uno o más perros tenían mayores probabilidades de sobrevivir. La íntima unión que estableció el ser humano con el perro nos ayudó a comprender mucho más los ciclos de la naturaleza, y a buscar recursos como agua y alimentos. Eran fieles compañeros a la hora de cazar y compañía en momentos de soledad.
Desde entonces, y a pesar de que todos somos conscientes de que un animal no es un ser humano, nuestro cerebro es capaz de reaccionar ante ellos del mismo modo: segregamos oxitocina cuando los tenemos cerca o los abrazamos. La hormona del cariño, la compasión y la necesidad de cuidado se activa en cuanto conectamos visualmente con ellos.
Es algo mágico, no hay duda. De ahí, que podamos decir con toda seguridad que, aunque seamos nosotros quienes los adoptemos, son ellos quienes nos rescatan a nosotros.
Fuente: La Mente es Maravillosa