Columna Y sin embargo
Le propongo un ejercicio. Conteste las siguientes preguntas: ¿qué eres tú más allá de tu nombre? Y ¿Con qué categorías describes a personas extrañas que miras en la calle?
Probablemente, en tu caso responderás con tu género y oficio y si estás en el extranjero con tu nacionalidad. En el caso de los otros, las respuestas tenderán a ser sobre la raza y el nivel socioeconómico con términos como güero, naco, popis, chero, joto, fresa y muchos otros que van variando con la época.
Esto contrasta con la división de los mexicanos que hace López Obrador en pobres y fifís. Su lema de gobierno es “primero los pobres” con el cual estoy de acuerdo y me gusta. Pero para AMLO los fifís son (¿o somos?) conservadores e hipócritas; unos son buenos y los otros son malos. El problema es que los mexicanos somos mucho más complejos que esas dos categorías y difícilmente nos autodefinimos como pobre o rico, izquierda o derecha, chairos y fifís.
La lucha de clases antagónicas
Aunque las identidades siempre han existido, las ideologías políticas han tendido a simplificar la composición de la estructura social en dos clases opuestas. Antes de la Revolución Francesa eran la aristocracia y el pueblo. Después de la revolución francesa eran los revolucionarios y los reaccionarios, la izquierda y la derecha. Pero luego, a mediados del siglo XIX, vino Marx quien propuso que las clases clave eran los burgueses y los proletarios, o los patrones y los obreros. Esta visión de la sociedad fue muy influyente y permeó la lucha social de casi todo el siglo XX.
En la Revolución Mexicana ideólogos y los muralistas destacaron la lucha de los campesinos contra los terratenientes y luego de los obreros contra los patrones. Las demás reivindicaciones sociales eran secundarias. Se consideraba que resolviendo la lucha central, se resolverían también las demandas de las minorías de género, raza, religión, nacionalidad.
El surgimiento de la clase media y de las identidades
Algo que comenzó a romper la visión dicotómica de la sociedad fue el surgimiento de la clase media. Éste es un segmento social muy heterogéneo que no se identifica ni como obrero ni patrón, ni pobre ni rico, ni pueblo bueno ni mafioso perverso. Este creciente sector fue el que en gran medida impulsó las libertades civiles y la democracia liberal. En México, durante el gobierno de Fox se discutió si México estaba dejando de ser un país de pobres para pasar a ser un país con mayoría de clase media.
Dentro de la clase media florecen muchas minorías que buscan su reconocimiento y su reivindicación social. Se trata de una lucha por la igualdad, pero no solo desde el punto de vista económico y de ingresos, sino que va más allá y busca el reconocimiento de la dignidad de la propia identidad.
Así es como se entienden el feminismo y la lucha por la dignidad de la mujer, la demanda de reconocimiento de los grupos LGBT y los matrimonios igualitarios y el reconocimiento de las minorías raciales como los indígenas y los afrodescendientes.
Estamos ante la política de las identidades que ya no responde a la antigua dicotomía de derecha e izquierda, ni de patrones y obreros, sino que es más profunda. En el caso del feminismo, los LGBT y los indígenas, busca ampliar y ensanchar los espacios de ciudadanía y de la dignidad humana.
Pero hay que señalar que la política de las identidades también opera en sentido contrario. Ese es el caso en los EU y en el Reino Unido, donde las “mayorías” blancas dominantes se sienten amenazadas y buscan recuperar su hegemonía como es el caso de los triunfos de Trump y del Brexit.
El tema es largo y complejo, pero se acabó el espacio.