La convivencia frecuente entre niños y abuelos tiene un impacto positivo en la salud emocional y mental de la infancia, de acuerdo con especialistas en neurociencia y desarrollo infantil.
Diversas investigaciones coinciden en que los menores que mantienen un vínculo cercano con adultos mayores presentan menores niveles de depresión, una mejor regulación del sistema nervioso y mayor capacidad empática.
Más allá del lazo afectivo, los abuelos desempeñan un papel relevante en el bienestar psicológico de los niños, al ofrecer una relación caracterizada por la estabilidad emocional, el afecto constante y una interacción menos exigente que la que suele darse en otros entornos.
Expertos explican que la presencia de los abuelos genera en los niños un llamado “efecto amortiguador” o buffer effect, que actúa como una barrera frente al estrés. Este fenómeno contribuye a reducir las respuestas de ansiedad, miedo y angustia, favoreciendo un sistema nervioso más equilibrado.
Cuando los menores se sienten contenidos por figuras adultas seguras, su cerebro aprende a manejar mejor las emociones, incluso ante situaciones adversas.
Estudios recientes señalan que los niños que conviven regularmente con sus abuelos pueden presentar hasta 30% menos síntomas depresivos.
Este beneficio se asocia a factores como la escucha sin juicios, el tiempo compartido sin presiones, el afecto constante y la sensación de pertenencia dentro de la familia.
Especialistas destacan que este tipo de vínculo ofrece un espacio emocional distinto, más relajado y reparador.
Además, el contacto intergeneracional fortalece el desarrollo de la empatía. Al relacionarse con personas mayores, los niños aprenden a reconocer las emociones ajenas, respetar distintos ritmos y comprender mejor las etapas de la vida.
La transmisión de experiencias, historias y valores refuerza habilidades sociales clave para su desarrollo integral.
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Los beneficios también alcanzan a los adultos mayores. Investigaciones indican que los abuelos que participan activamente en la vida de sus nietos experimentan una mejoría en su bienestar emocional, menor sensación de soledad y una mayor estimulación cognitiva, consolidando una relación en la que ambas generaciones resultan fortalecidas.


