Hermosillo, Sonora.- Una salida de campo improvisada terminó en un accidente grave para un grupo de estudiantes de Ingeniería en Minas. La mañana del 12 de octubre de 2019, alrededor de 30 jóvenes partieron desde Hermosillo en varios vehículos particulares rumbo a La Colorada, buscando una experiencia práctica que su universidad no había autorizado oficialmente.

En el vehículo principal iban ocho estudiantes, entre ellos Hannia Camacho Ortiz, de 24 años.
Eran las 6 de la mañana cuando iniciaron el viaje. Antes de llegar al pueblito, pasaron por la cementera, cuya entrada carecía de señalización y de personal de seguridad.
El maestro encargado, comunicándose por walkie talkie, indicó que realizarían una visita rápida y no debían detenerse demasiado, pues no contaban con permiso para ingresar. La falta de autorización y la ausencia de vigilancia marcaron el inicio del riesgo.
Al llegar al final del camino, Hannia se desabrochó el cinturón de seguridad, creyendo que se detendrían un momento para explorar la zona.
Sin embargo, el maestro ordenó continuar sin detenerse. Mientras tanto, los vehículos que iban adelante levantaban polvo, lo que redujo la visibilidad; el conductor del automóvil de Hannia intentó rebasar a los demás a más de 100 km/h sobre terracería, provocando la pérdida de control al esquivar maquinaria cercana.
El carro dio entre tres y cinco vueltas antes de detenerse. Hannia relató que al despertar vio polvo y humo por todas partes, escuchaba los gritos de sus compañeros y trató de incorporarse entre la confusión.
Algunos estudiantes resultaron gravemente heridos. Uno sufrió una lesión profunda en el brazo que requirió un injerto quirúrgico. Hannia presentó fracturas, secuelas en la mano y cuello, y una herida en la cabeza que necesitó sutura.
“Yo cerré los ojos por el miedo y sentí como me iba despacito a la izquierda, luego un jalón a la derecha. Y ya no supe hasta que se empezó a estabilizar el carro. Dicen que dimos entre 3 a 5 vueltas, los que sí quedaron conscientes”
El traslado hacia el centro médico se complicó, pues la unidad quedó retenida y los seguros tuvieron que coordinar la atención médica de manera tardía. Finalmente, alrededor de las ocho de la noche, todos los estudiantes recibieron atención y tratamiento. Mientras tanto, la empresa aseguró el lugar del accidente horas después.
Tras el incidente, la universidad tomó medidas preventivas, prohibiendo salidas en vehículos particulares. El maestro responsable fue despedido por poner en riesgo a los alumnos, mientras que el conductor del automóvil afectado fue perdonado por sus compañeros, quienes consideraron lo sucedido un accidente.
En lo personal, Hannia tuvo que enfrentar terapias físicas prolongadas para recuperar movilidad en su cuello y mano, lidiar con migrañas y aprender a adaptarse a sus nuevas limitaciones. Mentalmente, el accidente la hizo más precavida y reflexiva; afirmó que ahora valora la seguridad por encima de la prisa y la emoción.
La experiencia cambió su visión sobre la vida y la carrera, enseñándole que los riesgos deben ser calculados y que las decisiones imprudentes pueden afectar no solo a uno mismo, sino a todos los que nos acompañan.
“Empecé a ir a terapias. Mi mano ya no la puedo mover y todo, pero no puedo cargar más de un kilo, se me abre sola, me duele. Con el frío también”.
“Cuando me desmayé, fue porque me pegué con la puerta. Entonces me abrí la cabeza”, explicó.
Me tuvieron que hacer puntadas y esa misma cicatriz es igual. Con el frío me duele, no me puedo poner nada en la cabeza ni hacerme colas. Las migrañas son horribles y estar mucho tiempo parada me marea”, agregó.
Con el tiempo, Hannia recuperó confianza al viajar, pero conserva un miedo natural al depender de otros conductores. Solo confía plenamente en su madre y su pareja al volante. La experiencia también la motivó a ser más cuidadosa en todos los aspectos de su vida, aprendiendo a equilibrar la responsabilidad con la adrenalina que busca en su profesión.
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“Definitivamente el conductor tiene que estar muy centrado. Tiene que caer en cuenta de que tiene la responsabilidad no solo de su vida, sino de todo el que lo acompaña en el carro. No soy mucho de dar raites, por eso mismo que me genera miedo”.
