A un año exacto de la sorpresiva detención de Ismael “El Mayo” Zambada García en Texas, poco se ha resuelto y mucho sigue sin aclararse. El que fuera considerado el narcotraficante más poderoso de México, líder histórico del Cártel de Sinaloa y figura casi mítica del crimen organizado, enfrenta ahora 17 cargos por narcotráfico en una Corte de Brooklyn, Nueva York, sin que se defina aún si será condenado a cadena perpetua o a la pena de muerte.

Zambada, originario de El Álamo, Culiacán, construyó durante más de tres décadas una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo, con presencia en al menos 47 países, según la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA). Su carrera criminal comenzó bajo las órdenes de Miguel Ángel Félix Gallardo, “El Jefe de Jefes”, y alcanzó su auge al fundar junto a Joaquín “El Chapo” Guzmán el Cártel de Sinaloa.
El “Mayo” logró mantenerse al margen de la cárcel durante más de 50 años, cultivando un perfil discreto, alejado de los reflectores. Solo se le conocen un puñado de fotografías y una entrevista con el periodista Julio Scherer en 2010, donde presumía su capacidad para evadir a las autoridades.

Hasta el 25 de julio de 2024.
Ese día, medios mexicanos y estadounidenses reportaron su sorpresivo arresto en un aeropuerto privado en Texas. La versión más difundida sostiene que su propio ahijado, Joaquín Guzmán López, alias “El Güero”, lo habría traicionado. El abogado del capo, Frank Pérez, incluso declaró que su cliente fue golpeado, esposado y secuestrado por Guzmán López y seis hombres más, quienes lo entregaron a las autoridades estadounidenses.
Sin embargo, esta versión fue rechazada públicamente por Jeffrey Lichtman, defensor de “El Güero”.

Desde entonces, Zambada ha comparecido solo una vez, el 15 de enero, y su defensa ha intentado negociar para evitar una condena a muerte. La clave: su detención no fue resultado de una extradición formal, sino que ocurrió en territorio estadounidense, lo que abre la puerta a una posible pena capital, algo inédito para un capo mexicano.
Mientras tanto, en Sinaloa, el vacío de poder ha detonado una nueva ola de violencia. Grupos ligados a la familia Zambada y a los hijos del “Chapo” Guzmán, conocidos como “Los Chapitos”, disputan el control de las rutas y territorios. Las tensiones, aseguran fuentes locales, aumentaron tras la supuesta traición al viejo jefe.
En el plano político, la captura también ha generado fricciones diplomáticas. El gobierno de México ha señalado posibles irregularidades en el arresto, mientras que autoridades estadounidenses acusan a la administración de Claudia Sheinbaum de “defender criminales”.
A un año de su caída, el futuro del “Señor del Sombrero” es incierto. Su proceso legal en EE.UU. avanza a paso lento, mientras que el Cártel de Sinaloa, lejos de desaparecer, reconfigura sus alianzas en medio de traiciones, venganzas y silencios que aún huelen a pólvora.