Los Ángeles, California.- El prolongado silencio de los Dodgers frente a las redadas migratorias en Los Ángeles, sumado a un reciente episodio que los vinculó con agentes federales, ha reabierto viejas heridas en la comunidad latina, que por generaciones ha sido un pilar de apoyo para el equipo.
“Sin nosotros no hay Dodgers, y en este punto, si llegan a decir algo, se va a sentir que fue forzado. La gente no confía en ellos y está muy confundida”, declaró a EFE Amanda Carrera, una aficionada de origen mexicano.
Aunque cada temporada los Dodgers celebran la cultura latina con eventos temáticos dedicados a las herencias mexicana, salvadoreña o guatemalteca, y han popularizado el término Doyers en honor a su afición chicana, el inicio de redadas migratorias masivas en la ciudad ha puesto a prueba esa conexión.
La expectativa de una declaración oficial del equipo se desvaneció luego de que Lon Rosen, jefe de marketing de los Dodgers, informara al Los Angeles Times que no harían comentarios sobre las redadas que lleva a cabo el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE).
Para muchos, esta postura fue la gota que derramó el vaso, sobre todo tras el gesto del equipo al aceptar una invitación de la Casa Blanca y estrechar la mano del presidente Donald Trump luego de su victoria en la Serie Mundial de 2024.
Las tensiones se incrementaron con denuncias de seguidores a quienes se les negó el acceso al Dodger Stadium por portar símbolos culturales. Jonathan Reimer relató que no le permitieron ingresar por llevar una bufanda parecida a un sarape mexicano, considerada “material ofensivo”.
También han circulado videos donde se observa al personal del estadio retirando carteles en contra de ICE.
En otro incidente, los directivos intentaron impedir que la cantante dominicana Nezza interpretara el himno nacional en español. En protesta, la artista decidió cantar El pendón estrellado, una versión oficial del himno en español reconocida desde 1945.
La paciencia de la comunidad se agotó el jueves, cuando comenzaron a circular videos y fotografías que mostraban la presencia de vehículos oficiales y agentes federales en los alrededores del estadio.
Mientras los Dodgers aseguraron haber negado el acceso a ICE, la agencia negó haber estado allí. Por su parte, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) aclaró que solo hubo presencia breve de la Patrulla Fronteriza (CBP) en la zona.
Este cúmulo de incidentes provocó manifestaciones a las afueras del estadio.
Aficionados y vecinos mostraron pancartas con mensajes como ‘¡Fuera Trump!’ y ‘Boo Dodgers’, e incluso llamaron a boicotear el juego contra los Padres como forma de protesta.
Amanda Carrera, quien por años ha sido seguidora del equipo, asistió a la protesta en busca de respuestas: “Esto se siente como una gran traición. Me pregunto: ¿Por qué les ha tomado tanto decir algo cuando se trata de su comunidad?”.
El distanciamiento recuerda el doloroso episodio de la construcción del estadio en los años cincuenta, cuando cientos de familias fueron desplazadas de los barrios de Palo Verde, La Loma y Bishop, comunidades mayoritariamente mexicanas.
Aunque se prometió vivienda pública, el terreno fue vendido finalmente a los Dodgers y los últimos residentes fueron desalojados por la fuerza en un operativo televisado.
Treinta años después, la contratación de Fernando Valenzuela, un joven lanzador mexicano, marcó un punto de reconciliación. Su éxito renovó el sentido de pertenencia de una comunidad que se sentía excluida.
A pesar de la decepción actual, hay quienes aún tienen esperanza. “La comunidad ya los perdonó una vez, todavía pueden dar un paso en la dirección correcta”, dijo Al Aguilar, aficionado de 72 años.