Hoy cuando caminaba, pensaba sobre el uso que en medicina se le da a la palabra, “prevención” y encontré, quizá, un posible sin sentido, cuando la relacionamos directamente con el concepto de salud. Y en esas iba, cuando me detuvieron Juan y Ernesto, unos caminadores mañaneros, quienes me sacaron de mis pensares cuando me dicen: “Lo hemos estado extrañado. No lo habíamos visto”. “Sí -les respondí- tenía mes y medio que no venía al parque,”. Platicamos un momento. Nos despedimos. Enseguida, pretendí recordar sobre lo que claramente venía cavilando y solo encontré borrones.
No se asuste, esto es cosa de viejos (o cuando menos es lo que me sucede a mí) cuando deseo recordar algo reciente, y mientras más lo intento, más huye de mi memoria. Esta desmemoria se asemeja a los sueños que uno tiene, que al despertar se van por la coladera del olvido. Hago de nuevo un intento para recordar lo que venía pensando y nada. Me rindo y pongo a la esperanza para recordarlo nuevamente.
Y mientras espero le comento: Hace tiempo tuve la intención de dar una clase en una Escuela de Medicina. Ahí, los anuncios con los que se publicitaba la licenciatura de medicina me llamaron la atención: “El egresado saldrá experto en medicina Molecular… El contenido temático abarca la Biología Molecular, etc”. Esto me llevó a recordar a André Vesalio quien en el siglo XVI comparó al cuerpo humano con una máquina, y trecientos años después, a A. Comte, dijo que el organismo humano era solo biología, por lo que etiquetó a la Ciencia Médica como una “ciencia dura” a la que habría de estudiarse, con el rigor como se estudian las matemáticas o la física. Y pensándolo bien quién podría estar en desacuerdo con Vesalio cuando compara nuestro cuerpo con una máquina. O con A. Comte, quien pensó a nuestro cuerpo como biología pura. O, con la publicidad de a aquella escuela de medicina que me trajo a la mente a la ¡Madre de la biología Molecular: Rosalin Franklin! (a quien unos pillos le robaron las fotos de su investigación en las que patentaba la estructura molecular del ADN, y sin pudor, J. Watson y F. Crick presentaron aquellos trabajos ajenos como de su autoría, con los que obtuvieron, el premio Novel de Fisiología en 1962). Roselin, al descubrir aquella molécula, abría el conocimiento para el estudio del genoma que contiene las instrucciones genéticas de la historia de la vida, de toda vida detectable que ha hollado la tierra.
Ni quien lo dude, usted y yo somos máquinas, biología, moléculas, somos átomos, protones, electrones sales, metales… etc. Pero falta algo.
Ciertamente, en el mundo animal, desde un piojo a un elefante, o de cualquiera otra especie, contiene todas las características vesalianas, comtianas y fraklineanas, pero los humanos (hasta donde sabemos) tenemos una genética, que contiene algo único en todo el reino animal: poseemos una genética inteligente, en donde todo lo físico es psíquico. Somos una inteligencia genética, en donde ambos se pertenecen: Son unidad.
Por ejemplo, si usted va a practicar el deporte de su agrado, o come compulsivamente, o un vicioso del tabaquismo o del alcohol, o es maestro o cirujana, o va a tener actividad sexual, o… Ahí está su mente pensando, su tono vital se prepara para realizar aquella actividad, la totalidad de sus moléculas con los átomos de la totalidad de su cuerpo, están alineadas para poder realizar aquel evento, y al realizarlo usted se va realizando (para bien o para mal) como persona.
Mente, cuerpo y persona, las separamos artificialmente para estudiarlas. Pero los tres son una unidad biológica. En donde desde lo biológico <genético> se desgaja la <epigénesis>: lo psíquico de la mente y el comportamiento de la persona, es lo que se nombra como lo <epigenético>. Entre lo genético y lo epigenético no hay fisuras: es una misma unidad funcional.
Pondré una analogía para tratar de explicarme: nuestra genética es la tierra con una semilla plantada, que contiene la cuota genética que aportaron el espermatozoide y el ovulo de nuestros padres. ¿Cómo fue aquel encuentro fundacional desde donde surgieron todos nuestros órganos con sus tejidos…obvió, con su capacidad pensante? Si aquél encuentro hubiera sido solo biología pura, fuéramos un tumor sin humanidad. Pero como neurológicamente nacimos con la capacidad psíquica pensante, la <epigénesis>, y con ella desde nuestro nacimiento empezamos a aprender, y desde entonces, fuimos aprendiendo usos y costumbres que nos fueron dejando una mentalidad epigenética, con la que hemos venido dando forma a muestro cuerpo, en donde en unidad, mente-cuerpo han venido manifestando un comportamiento muy personal (nuestra personalidad) que nos viene definiendo la clase de personas que somos. ¿Pero qué es lo aprendí de aquella enseñanza cultural?
En estos días leí, el comentario de un médico patólogo italiano de 96 años quien con urgencia lanzó un agrito a la clase médica: ”! Médicos! Receten caminatas a sus pacientes, enséñeles a alimentarse sanamente, que eviten el sedentarismo, que resuelvan sus problemas y si no es posible que los dejen ir…” Además enfatizó: “ Mis padres murieron cuando tenían alrededor de sesenta años de vida y yo tengo mucha de su herencia (genética), pero he tenido un estilo (epigenético) de vida diferente”. Silvio Garattini, quien, quizá, por su larga experiencia oncológica y relacionando, tal vez, el aumento de cánceres y recordando su formación médica sustentada con el persistente paradigma mecánico-biológico-molecular, remata con esta frase epigenética; ¡”Para tener una larga vida: los hábitos saludables tienen más poder que la genética!”
Permítame, hacer un paréntesis: Una lagartija o una hiena, obvio tienen su genética, pero a su comportamiento no sé si pueda llamarlo, epigénetico, puesto que sus vidas están controladas por la férrea presencia de sus instintos. En cambio, en el humano la epigénesis, es abierta, suelta, inacabada, por lo que nuestra epigenética la comandan nuestras propias decisiones. Tú y yo somos “los arquitectos de nuestro propio destino”. ¿Qué haremos de muestras vidas? Es más: ¡Nuestra epigénesis (capacidad intelectiva) con su epigenética (conducta) son la esencia de nuestra humanidad!
Vuelvo a la semilla sembrada (la tuya y la mía) que, como toda semilla necesita cultivarse para que crezca y se desarrolle sanamente, porque si no es así, aquellos genes defectuosos, que traemos, quizá pronto podrían expresarse.
Y lo expresado en las líneas de arriba, me hicieron recordar lo que venía pensando sobre el uso de la palabra, “prevención” y su relación con la salud. Ciertamente, la prevención, en medicina nos evita sufrir ciertas enfermedades (las vacunas por ejemplo). Obvio, tangencialmente la prevención nos ayuda a no estar enfermos.
Pero la salud no se previene, prevenir la salud sería un sin sentido. En cambio, un estado saludable, se ¡procura! con hábitos saludables.
Por lo que cito de nuevo al doctor Silvio Garattini: “Para tener una larga vida, los hábitos saludables tienen más poder que la genética”
