En el marco del mes de concientización por el Día Internacional del Cáncer Infantil (15 de febrero), la doctora Adela López Miranda, hematóloga pediatra de Oncología San José, visitó el estudio de Proyecto Puente para compartir información sobre la prevención de esta enfermedad.
La especialista destacó que uno de los principales síntomas del cáncer infantil es la fiebre. Aunque suele asociarse con otras enfermedades, la fiebre provocada por el cáncer no mejora con el tiempo; al contrario, empeora. Además, no se relaciona con ninguna infección, presenta temperaturas elevadas y suele acompañarse de sudoraciones nocturnas excesivas.
Otro signo de alerta es la presencia de ganglios inflamados en cualquier parte del cuerpo. Estas estructuras anatómicas procesan los glóbulos blancos, y su tamaño es un factor determinante: si superan cierto tamaño, se consideran un indicio directo de cáncer infantil.
La doctora López también señaló que la pérdida de peso por falta de apetito, la fatiga repentina y la falta de interés en actividades como asistir a la escuela o practicar deportes pueden ser síntomas relevantes.
“Los síntomas son muy vagos y pueden aparecer en muchas otras enfermedades. Por eso, es fundamental darles seguimiento, no ignorarlos ni normalizarlos”, afirmó.
El cáncer infantil abarca diversas patologías, pero un simple estudio de biometría hemática permite detectar la mayoría de los casos de leucemia, que representan más de la mitad de los diagnósticos. Para otros tipos de cáncer, como el linfoma, se requieren estudios de imagen.
En el caso de tumores del sistema nervioso central, los principales síntomas incluyen dolor de cabeza, náuseas, vómitos, visión borrosa o afectaciones en pares craneales. Para estos casos, los exámenes más adecuados son la tomografía o la resonancia magnética cerebral.
La doctora López explicó que los efectos a largo plazo del tratamiento dependen de los medicamentos utilizados. Entre los más comunes asociados al uso de esteroides están las alteraciones metabólicas y endocrinas, que pueden derivar en obesidad, hipertensión o incluso diabetes.
Por ello, mantener una alimentación adecuada durante y después del tratamiento es clave, así como retomar la actividad física de manera regular y acudir con un endocrinólogo para monitorear la salud del paciente.
En los casos donde se aplica radioterapia en zonas como el tórax y el cuello, pueden presentarse alteraciones metabólicas de la tiroides, lo que podría derivar en hipotiroidismo.
La pediatra subrayó que los efectos adversos varían según los medicamentos utilizados. Sin embargo, durante el tratamiento, el médico protege al paciente de posibles toxicidades con fármacos específicos.
Finalmente, la doctora López reiteró la importancia de identificar estos síntomas a tiempo, escuchar con atención a los niños y acudir al pediatra para un diagnóstico oportuno, ya que esto puede cambiar por completo el pronóstico y el tratamiento del paciente.
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