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jueves, noviembre 28, 2024

Ansia de liberación

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El 18 de agosto de 1936, en el pelotón de fusilamiento, Federico García Lorca fue asesinado. El poeta más prominente que vio nacer la generación del 27 murió por riñas políticas de mano de los falangistas. Su cercanía con la izquierda y los rumores sobre su orientación sexual, lo condenaron a muerte, pero su profundo conocimiento del espíritu humano inmortalizó su pensamiento en la belleza de las letras. Ese día, España perdió a un  genio de la prosa que había obtenido el reconocimiento de la hispanidad por su indiscutible talento.

García Lorca dio testimonio de amor a la sabiduría. Con su reconocida inquietud y una curiosidad despierta, intentó explicar la naturaleza humana confrontando las ideas de los renombrados pensadores que han superado la prueba del tiempo al lograr insertar sus nombres en la historia. De mente abierta, observó y describió en poesía, ensayos, cuentos y discursos sus profundas reflexiones acerca de las cuestiones que afligen a la condición humana: el mundo, el alma y el “yo”.  La tensa situación ideológica y política que vivió en su país, le hicieron experimentar en carne propia el poder fáctico y transformador que poseen los ideales revolucionarios, uno de ellos le costó la vida.

Los libros eran para el poeta las luces de la razón, las fuentes de alegría para los pueblos y los alimentos nutritivos del espíritu porque en ellos trascienden las ideas que de generación en generación se transmiten y evolucionan para convertirse en principios que rigen a los individuos y a las sociedades.

Proveniente de un pueblo de la región de Granada llamado , Fuente Vaqueros, García Lorca fue invitado a la inauguración de la primera gran biblioteca pública de su localidad en septiembre de 1931. Con euforia y lleno de orgullo declamó uno de sus mejores discursos titulado Alocución al pueblo de Fuente Vaqueros. En él expresó a la perfección que la vía de liberación de los pueblos está en la cultura y la mejor forma de enriquecer a una cultura es un libro. La tesis de esa magnífica alocución es que sin libros no hay humanidad.

Ante la situación que vivía el país y con los riesgos que ello implicaba, invitó a sus conciudadanos a encender sus ansias de liberación con libros. Sólo ellos pueden iluminar a las inteligencias y motivarlas para emanciparse del yugo de las injusticias y los abusos de poder. No basta que el Estado provea de recursos para que satisfagan sus necesidades básicas, es su responsabilidad que cada individuo pueda nutrir su razón para alcanzar la libertad de espíritu que tanto anhela el alma.

Su magnífica oratoria sentó un precedente en la teoría del Estado que nos hace falta recordar y aplicar: el gobierno no es solamente un proveedor de necesidades básicas y del principio de igualdad, una verdadera república se fundamenta en la cultura porque con ella se conquista el ideal último de ésta: el autogobierno. Rebelarse contra los abusos de poder, perseguir la autonomía para enterrar las dependencias que esclavizan y estimular el espíritu para colmar el ansia de libertad que nace del interior de las personas son los objetivos de cualquier forma de gobierno, y solo se alcanzan con la cultura.

El poeta lo expresó con la hermosura que caracterizaba su dominio del lenguaje cuando en aquél discurso le advirtió a todos los pueblos de todos los tiempos:

“No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?”, García Lorca.

¡Cuánta agonía rodea a mi amado pueblo mexicano que demanda pan sin libros! ¿En dónde está el ansia de libertad y el espíritu indomable de nuestra nación que por fin derrocará a aquellos gobernantes que sólo nos ofrecen pan y circo? ¿No será que nuestro moribundo espíritu colectivo e infructuoso está condenado a un trágico destino? Ahora, más que nunca, sería bueno que las palabras del poeta resonarán en el pueblo de México para abandonar, de una vez por todas, nuestra condición de máquinas al servicio del Estado.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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